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 El Chapo Guzmán, el narcotraficante más buscado del mundo, fue capturado cerca de las 05:00 horas de este 22 de febrero en el hotel Miramar en Mazatlán, Sinaloa. La foto del capo golpeado y sin camisa fue difundida por el New York Times y dio la vuelta al mundo. De acuerdo a la información militar, Guzmán estaba custodiado por 50 hombres de su guardia privada. Lo atraparon en un operativo conjunto entre fuerzas de Estados Unidos y México. Minutos después de su caída, su nombre dejó de figurar entre los más buscados en la página web de la DEA.

El Chapo estaba siendo rastreado desde hace dos semanas en Sinaloa. Durante la búsqueda, las fuerzas del gobierno mexicano descubrieron un sistema de escape desarrollado por el cártel a través de bañeras que llevaban a alcantarillas en la ciudad de Culiacán.

Guzmán era uno de los capos narcos más buscados del planeta. Su imperio traspasó las barreras mexicanas y se convirtió en un grupo empresario internacional. Conquistó las tierras de Pablo Escobar, tuvo sucursales y franquicias en el resto de Sudamérica y logró blanquear más de 800 millones de dólares en uno de los principales bancos del mundo, el HSBC.

Controlaba la logística, daba protección, contaba con una red de complicidades y disponía las condiciones para el tráfico de drogas. Así hacía sus negocios en Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Argentina, lo mismo que hacía Escobar pero a gran escala.

Antes de convertirse en leyenda e integrar el ranking de los mexicanos más ricos que publica la revista Forbes, fue pionero en el transporte de marihuana y cocaína desde Colombia hacia Estados Unidos a través de aviones. Por ese entonces, en los ochenta, integraba la banda de Miguel Ángel Felix Gallardo, jefe de la organización “El Padrino”.

Luchó por el control del narcotráfico en Guadalajara y desde la década del noventa cambió los aviones por túneles, una obra de infraestructura que pudo inspirar a Jenji Kohan para guionar la serie Weeds.

Su primer arresto fue en 1991, en el Distrito Federal. Escapó luego de sobornar al jefe de policía, volvió a ser capturado en Guatemala y condenado primero a doce y luego a 21 años de prisión. Estaba prófugo desde 2001 y a los 56 años era uno de los delincuentes más buscados por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Cinco millones de dólares de recompensa ofrecía el gobierno americano por su detención.

El chapo y la Argentina

“Un reportaje de la revista mexicana Proceso”, cuenta la periodista Cecilia Gonzalez en el libro Narcosur, la sombra del narcotráfico mexicano en la Argentina, “en mayo de 2011 advertía que los tentáculos del narco más poderoso de América Latina, Joaquín “el Chapo” Guzmán, habían llegado al país y de la forma más inesperada posible: a través de las iglesias evangélicas. La fuente de información era el investigador del Instituto Tecnológico Autónomo de México, Edgardo Buscaglia, también consultor de Naciones Unidas en temas relacionados con el crimen organizado”.

“Buscaglia me explicó”, continúa Gonzalez, “que a principios de 2011, al realizar un viaje a Argentina como investigador académico (no por parte de la ONU, como se especuló), había recopilado múltiples denuncias sobre la presencia de narcos mexicanos ligados a los carteles de Sinaloa y de Tijuana que estaban utilizando las provincias de Formosa, Chaco y Misiones como base de operaciones. Repetían un esquema que les había funcionado muy bien en México: infiltrarse en iglesias evangélicas y donar importantes cantidades de dinero para conseguir la simpatía y posterior protección de los pobladores”.

Intrigada, la autora de Narcosur hizo la pregunta del millón:

–¿Es cierto que “el Chapo” estuvo por acá?

–Por aquí pasaron sus familiares -respondió Buscaglia-, pero lo importante no es personalizar el tema. “El Chapo” es una organización y debes desmembrarla en todos sus puntos neurálgicos. La gente que realmente vale la pena investigar no son los conocidos, “el Chapo” es solo un trofeo, tienes que ir a la gente que está moviendo capitales con total impunidad. Hay mucho capital sucio de tránsito.

Sus palabras quizás sirvan para responder un nuevo interrogante: qué va a pasar con la caída del Chapo.