Carolina Gutiérrez Torres. -El Espectador-

4 a 12 de agosto de 1983. Masacre de Cañaveral en Remedios, Antioquia. Cuatro niños y adolescentes, entre los 10 y 17 años, fueron asesinados. El caso más reconocido es el de Dúmar Alexánder Castrillón, de 10 años, quien fuera asesinado con un hacha luego de que los paramilitares mataran a todos los miembros de su familia.

21 de febrero de 2005. Masacre de San José de Apartadó. Un grupo de paramilitares y militares asesinó a cuatro niños y adolescentes, hijos de los líderes históricos de la comunidad de paz de San José de Apartadó (Luis Eduardo Guerra y Alfonso Tuberquia). Todos fueron decapitados y descuartizados.

Estas son la primera y la última masacre que aparecen reseñadas en un informe que acaba de entregar el Centro de Memoria Histórica. En él se revela una cifra que hasta ahora había sido omitida de la historia de guerra del país: en 207 masacres que fueron perpetradas entre 1980 y 2010, un total de 469 niños y adolescentes fueron asesinados. Los victimarios, en su orden, son los paramilitares (con 169 casos), las guerrillas (85), miembros de la Fuerza Pública (71) y acciones conjuntas de grupos paramilitares, guerrillas y Fuerza Pública (48). De los otros casos no se tiene información.

“Aquí estamos hablando de masacres: de homicidios intencionales contra personas en estado de indefensión. No estamos involucrando a niños que han muerto en acciones bélicas. Aquí estamos contando a quienes fueron asesinados con un componente de intencionalidad”, dice Andrés Suárez, investigador del Centro.

“Los episodios de violencia sexual contra los niños y adolescentes tampoco han sido ajenos al conflicto armado en Colombia”, se lee en el informe. A ese tema también se refiere Andrés Suárez, quien ha recorrido cada uno de estos escenarios de violencia para reconstruir lo sucedido. Cuenta, por ejemplo, que en San Onofre (Sucre), donde por años Cadena y sus hombres fueron los amos y señores, las violaciones a menores de edad eran una constante.

“Allí los victimarios, a diferencias de otros escenarios en los que se usa la violencia sexual para atacar al enemigo, para humillarlo, lo hacían para demostrar dominio, como símbolo de autoridad y prestigio”, cuenta Suárez. Es también de esta región la historia de un reinado de belleza convocado por los mismos paramilitares. Claro, las candidatas sólo podían ser menores de edad y todas tenían que pasar por la cama del organizador.

“Los actores armados de la guerra han eliminado la etapa de la adolescencia —dice Suárez—. Para ellos, después de los 12 años se es adulto. A esa edad ya eres grande, ya puedes con un fusil, ya puedes ser guerrillero”. Por eso, las contadas veces que apartaban a las mujeres y a los niños para que no presenciaran las atrocidades que iban a cometer, no contaban a los mayores de 12 años. Y ellos, como testigos, se convirtieron también en víctimas de este conflicto.