Cosecha Roja.-

Sin dictámenes de Medicina Legal o una respuesta contundente de la Fiscalía local, los habitantes de Itagüí, Antioquia, continúan pidiendo con marchas y proclamas que se haga Justicia en la historia de violencia que más los ha conmovido este año: el asesinato a golpes de dos hermanitos, de 11 y 9 años, el sábado en la mañana.

El crimen ocurrió en la vereda El Ajizal Abajo, un sector semirrural y de escasos recursos económicos, en donde los adultos se ven obligados a dejar solos a sus hijos pequeños para irse a trabajar al centro urbano y conseguir el sustento familiar. En la casa de los Echeverri Pineda, Wilson y Tatiana, responsables en el estudio y fanáticos del vallenato, estaban acostumbrados a quedarse solos y a cuidarse el uno al otro, aunque siempre había alguien pendiente de que no les pasara nada. A veces era una vecina la que les echaba un ojo, a veces era un tío el que se quedaba encargado.

El sábado 6 de octubre, los niños no tenían que ir a la escuela Oreste Síndice. Podían levantarse un poco más tarde, aunque sí tenían deberes: asistir al catecismo de la parroquia porque en diciembre tendrían su primera comunión. Los padres se fueron a trabajar temprano, como lo hacían todos los días. Wilson, el papá, salió para la fiambrería –charcutería– a las 5:30, y Janeth, la mamá, se fue media hora después al taller de confección. Antes de salir, dejó en la casa a su hermano menor, Edwin Fabián Pineda, de 24 años, cuidando a los niños. Él se había sentido mal desde el día anterior y no iría a trabajar esa mañana. Tenía la instrucción de darles el desayuno a los niños cuando se levantaran y de acompañarlos al catecismo.

Lo que sucedió después fue una tragedia. Dos hombres encapuchados entraron a la casa y golpearon al tío: le rompieron un par de costillas, el brazo, la cara, lo dejaron sin conocimiento y lo ataron a una silla. Luego, fueron a la habitación de Wilson y Tatiana y los asesinaron a garrotazos. Los niños, de 11 y 9 años, estaban aún en piyama, acostados en la cama.

Los vecinos se extrañaron del silencio que había en la casa. Los niños eran muy alegres y les gustaba poner música a todo volumen los fines de semana. A veces, contó Isabel, una joven que los conocía de cerca, cantaban a dúo “Mi primera cana”, un vallenato de Diomedes Díaz. Esa mañana, nadie vio nada, nadie imaginó un crimen. Darío, otro allegado a la familia, dijo que los Echeverri eran bien conocidos por todos y eran personas buenas, “que no debían nada a nadie ni se metían con nadie”.

En la tarde, Janeth regresó del trabajo y encontró la casa mal cerrada. Adentro, en el living, estaba su hermano amarrado a una silla y desmayado. Le preguntó por los niños, pero como él no respondió, siguió hasta la habitación y vio los cadáveres de sus hijos. “¡Mataron a mis niños!”, repetía a los gritos.

Wilson llegó y tampoco podía creer lo que estaba sucediendo. “Eran mis hijos, mi alma, la vida mía. Mi hijo que lo vi nacer. Y mi niña, mi sonrisa, que era una alegría inmensa. No sé por qué le apagaron esa sonrisa”, dijo el día del sepelio.

Toda la vereda El Ajizal se conmocionó con la noticia. El niño cumpliría 12 años el 9 de octubre, pero fue enterrado junto a su hermanita un día antes. El sepelio fue una procesión de dolor que partió desde la escuela donde estudiaban los pequeños y llegó hasta la iglesia principal de Itagüí.

Las autoridades locales tomaron declaración del tío de las víctimas. Según la versión de Edwin Fabián Pineda, dos hombres entraron y lo golpearon; luego, dice, perdió el conocimiento y no supo cómo mataron a sus sobrinos. Hoy está bajo custodia legal. El general Yesid Vásquez, jefe de la Policía Metropolitana de Medellín, descartó que hubiera sido un robo, pues los atacantes no se llevaron pertenencias, y dudó de que fuera un ajuste de cuentas contra la familia Echeverri, porque nunca habían tenido amenazas de algún tipo.

Ayer, hubo marchas en el municipio y pedidos de justicia. Los niños leyeron poemas y levantaron banderas blancas. Las autoridades locales asistieron a la manifestación y prometieron que no habrá impunidad. El alcalde (encargado) de Itagüí, José Fernando Escobar, aclaró que este crimen no hace parte del conflicto armado y que es un hecho aislado. Los habitantes recordaron a los otros 10 menores de la misma ciudad que este año han muerto en circunstancias violentas. Hasta hoy, el asesinato de Wilson y Tatiana Echeverri, de 11 y 9 años, no tiene responsables.