Coronavirus: suspendimos el casamiento, pero no el amor

Desde hace un año y medio Melisa y su compañero venían planeando un casamiento frente al rio. La pandemia del coronavirus los obligó a suspender la fiesta, pero activó una red de amor colectiva.

Coronavirus: suspendimos el casamiento, pero no el amor

Por Melisa Marturano
16/03/2020

El sábado anterior al casamiento que veníamos planeando desde hacía un año y medio empezó mal. La idea que veníamos amasando durante la semana se convirtió en un mensaje de Whatsapp en el que les avisamos a nuestros cien invitados e invitadas que el 21 de marzo no nos casábamos. El mensaje decía así:

“Hola, gente querida. Por razones de fuerza mayor, la fiesta no se puede hacer en la fecha que esperábamos. Gracias por el aguante de estos días, nos comunicamos en cuanto tengamos certezas. ¡Corona, no podés con esta red de amor!”.

La pandemia de coronavirus había podido lo que las devaluaciones consecutivas y las incertidumbres que habíamos esquivado en el camino no habían logrado: cambiar los planes de raíz.

La enfermedad que copó todas las conversaciones ya se ha se había convertido en amenaza desde la semana anterior: nuestro testigo de casamiento había viajado a Estados Unidos el sábado, cuando todavía no era un país de riesgo. A mitad de semana entendimos que teníamos que recalcular y resignarnos a que no iba a estar.

Las noticias que llegaban desde allá fueron un preanuncio de que, además de una amenaza para el sistema sanitario y la estabilidad mundial, el coronavirus es una prueba a la búsqueda de certezas. Nuestro amigo había llegado a un país “normal” que, tres días después, ya tenía góndolas vacías y vuelos cancelados. Mientras escribo esta catarsis, él sigue deambulando por aeropuertos buscando un avión que lo devuelva a casa.

Con el correr de las horas seguíamos sumando otras bajas por cuarentenas. Planear algo a dos días es un desafío en una situación que cambia todo el tiempo. De nuevo, un jaque a las certezas.

La idea de casarnos había sido, desde el principio, celebrar el amor. Un amor entre dos sostenido desde una red de amor colectiva. Anteponer la incertidumbre y la pena personal a la responsabilidad social que demanda la hora se parece poco a la idea de amor que construimos hace más de once años.

Frente a las postales de egoísmo y psicosis que nos devuelven estos días, activar estrategias de cuidado es nuestra apuesta al otro lado de la balanza. Va funcionando: no paramos de recibir mensajes de apoyo y contención, no sólo de nuestras familias, amigos y amigas, sino de todas las personas a las que, hasta ahora, sólo nos conectaba un contrato de una noche. La predisposición para readaptarnos a esta nueva realidad, sabiendo que todos vamos a perder un poco, es parte de lo que estamos aprendiendo.

-Es una situación que nos excede a todos, pero la idea es compartir las heridas para que nos duela un poco menos a cada uno-, cruzamos por mensaje con el chico que nos cocinó 90 litros de cerveza artesanal que nuestros invitados no van a tomar.

-Mi idea es no cobrarles ningún adicional porque están cancelando por algo que los supera. Es mi forma de colaborar-, me dijo la chica que, a menos de una semana, se enteró que ahora tiene que hacerme un ramo en octubre, cuando el precio de las flores haya ascendido por la espiral de la inflación argentina. 

Cuando el alcohol en gel vuelva a las góndolas y todo se acomode, vamos a tener el ritual que planeamos frente al río. Mientras tanto, nos queda el amor. Ningún virus puede contra eso.