lincha (1)

Cosecha Roja.-

Las notas rojas de 1880 y la cobertura del femicidio de Wanda Taddei, la represión de la Policía Metropolitana a los internos del Hospital Borda y los linchamientos de jóvenes en los barrios son sólo algunos de los temas que abarca el libro “Crónicas de las violencias en la Argentina. Estudios en Comunicación y Medios”, que se presentó en el Centro Cultural de la Cooperación. “Si la historia es un espacio de lucha por la imposición de sentido, historiar las violencias nos sirve para entender lo que pasa ahora”, dijo Stella Martini, Doctora en Ciencias Sociales y una de sus compiladoras.

Martini definió el libro como “duro y despiadado, una lectura crítica de algunas violencias”. Una pregunta recorre la publicación: “¿Cómo pensar las violencias en las democracias latinoamericanas fuertemente marcadas cultural y políticamente por terrorismos, abusos y violencias del Estado?”, escribieron Martini y María Eugenia Contursi en la introducción. Y, a su vez, cómo los medios lo representan. En el texto, las compiladoras también explican que en los medios se pueden identificar dos tipos de agendas de la violencia. Por un lado, las “positivas” (aquellas que dan prioridad a las visibles) y “negativas” (las que tematizan la exclusión, la discriminación, las desigualdades).

El libro es producto del proyecto Prácticas y matrices discursivas de las violencias en Argentina, dirigido por Martini. Incluye artículos de Manuel Tufro, Martina Guevara, Marcelo Pereyra, Lucía Abreu y Gabriela Constanzo, entre otros.

Libro stella martini 1

En el capítulo “Postales de la violencia”, que abarca desde 1880 hasta 1914, las autoras analizan el asesinato de Chacho Peñaloza, el exterminio de pueblos originarios y la figura de los inmigrantes.

“Para acabar con los restos de las que fueron poderosas tribus, ladrones audaces, enjambre de lanzas, amenaza perpetua para la civilización, no se necesita otra táctica que la que los cazadores europeos emplean contra el jabalí. Mejor dicho contra el ciervo. Porque el indio es ya solo un ciervo disparador y jadeante. Es preciso no tenerles lástima”

[El párrafo, citado en el libro, es de una publicación de La Tribuna de junio 1879.]

Mercedes Calzado, Secretaria Académica de la carrera de Comunicación de la UBA, fue una de las presentadoras: “Estas postales articulan una producción de sentido en clave de disputa y no olvidan las tensiones al interior de estas construcciones”, dijo. Además, consideró que “revisar las metáforas y representaciones de la pobreza, la desigualdad, la violencia institucional resulta muy interesante”.

Calzado hizo referencia a los términos que usan los medios: “crimen pasional” para nombrar al femicidio, “usurpadores” para hablar del barrio Papa Francisco, “enfrentamiento” durante la represión de la Policía Metropolitana en el Hospital Borda.

Marcela Perelman, politóloga, definió al libro como un “desagregado como en cajas chinas”. A lo largo de los capítulos se abarca la militarización de territorios, operativos de la Policía Bonaerense y la Metropolitana, además de la forma en que los medios cubrieron y cubren la violencia de género.

“Observo regularidades, no observo cambios a favor en la cobertura mediática. Y una paradoja: mientras en la mentalidad general se le da otro lugar a la mujer y hay políticas públicas que las priorizan, la violencia ha aumentado”, dijo Marcelo Pereyra, autor del capítulo “Discursos y encuadres de la violencia de género en la prensa escrita argentina. Un estudio diacrónico”. En ese apartado, el Licenciado en Ciencias de la Comunicación analiza la tapa de La Razón de 1955, cuando apareció el cadáver de Alicia Metygher. A partir de ese hecho periodístico (en una época e la que los policiales no eran tapa de los diarios),  atraviesa las historias de Alicia Muñoz, Ricardo Barrera y Wanda Taddei, entre otros.

Rocío Baquero, autora del capítulo que analiza la cobertura mediática de los linchamientos a partir del caso de David Moreyra, mencionó la relación asimétrica entre los medios y la sociedad. En la encuesta que hicieron dentro del proyecto, mientras un 59 por ciento indicaba que el linchamiento era un delito, un 39 por ciento dividían la opinión entre aquellos que entendían que “dependiendo del caso” podía ser legítimo y los que directamente lo avalaban. Explicó, además, que mucho tenía que ver que el homicidio de Moreyra, en los grandes medios, estuviera dentro de la agenda de inseguridad.

Para Martini, también autora de uno de los capítulos, “los  adolescentes y jóvenes pobres padecen las mayores violencias, son los que coronan las estadísticas sobre la muerte, lugar de sufrimiento y tragedia”.

***