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Por Carolina Rojas

Jacqueline Vera (43), la madre de Daniel Zamudio, todavía sueña con un campo de flores amarillas. En la imagen, su hijo la sostiene. Le susurra que perdone a sus asesinos, que él va a estar bien si ella deja de sentir dolor. Un sueño recurrente que vuelve cada tanto. En ocasiones despierta con su presencia, lo ve sentado al lado de su cama y la escena es tan vívida que ella se conforma un poco, siente que él está bien, esté donde esté.

Su duelo tuvo días buenos y malos. Por momentos, sólo las pastillas amortizan el dolor. Jacqueline se quiebra cuando mira las fotos de Daniel y huele su ropa que dejó intacta desde ese 27 de marzo. Vuelven los recuerdos, que a veces, parecen incompletos y vuelve también la impotencia y las ganas de haber estado ahí esa noche, en el parque San Borja para defender a su hijo. “Ayer me crucé en el hospital al guardia que encontró a Daniel y me contó cómo lo reanimó mientras llegaba la ambulancia. Lo vio con la camiseta arremangada como si lo hubieran revolcado en suelo y sus heridas llenas de tierra que él logró limpiar un poco. No quise saber más, no puedo saber más, esas cosas me dejan mal”.

Pasó un año también de las horribles imágenes en las noticias: los detalles sobre las esvásticas tatuadas con el gollete de una botella en la piel del joven, la brutal golpiza y su agonía de semanas. Afuera, la postal de velas, el temor de perder un amigo, un hijo o un hermano de la misma forma y la pregunta: ¿Por qué Chile es un país tan homofóbico?

A Daniel le gustaba salir los fines de semana e ir a bailar a la disco Blondie, reconocida por la concurrencia de gays. Ya lo habían amenazado y el peligro de los fanáticos neonazis no era un secreto para nadie. Tampoco las barridas que se hacen en los barrios bohemios o gay-friendly y el Parque Forestal.

El viernes 2 de marzo del año pasado, su familia vio a Daniel por última vez. Jacqueline recuerda que fue un día como cualquier otro. Su hijo se bañó y la despertó sacudiendo el pelo mojado sobre su rostro, ella se puso a reír y él preparó frutas con yogurt para los dos. Zamudio tenía que llegar más temprano a la tienda de ropa china en la que trabajaba. Le dijo que llegaría más tarde que de costumbre, porque se juntaría con una amiga que andaba mal de ánimo. Daniel se despidió con un abrazo. Su madre nunca imaginó la pesadilla, todo lo que vendría después: ella rezando en su casa para que su hijo volviera y la llamada que toda madre teme. Su vida partida en dos.

A las dos y media de la mañana del sábado fue encontrado por el guardia en el parque San Borja, cercano a la Alameda en el centro de Santiago. Daniel estaba inconsciente y fue llevado a la Posta Central. Tenía heridas en el cráneo, cortes en el cuerpo, quemaduras de cigarros, fracturas en las piernas. Un ensañamiento difícil de imaginar. El joven había bebido, se sentía mal y sus cuatros agresores se lo toparon. “En los registros de las cámaras se puede ver cómo se cruzan, uno de ellos tira una patada para botarlo, es ahí donde seguramente lo llevaron al parque, él iba a tomar la locomoción, pucha la mala suerte”, dice Jacqueline y suspira.

Luego aparecieron las declaraciones de Raúl López, un relato crudo sobre cómo sucedieron los hechos. “El muchacho sangraba por la nariz y por la cara. Alejandro le rompió una de las botellas en su cabeza, y como ya estaba muy inconsciente viene el ‘Pato Core’ (Patricio Ahumada Garay) y le marca con el gollete una esvástica, que es signo nazi. Alejandro Angulo Tapia (26) agarró una piedra grande que estaba ahí y se la tiró en la guata unas dos veces, después la tomó y se la tiró en la cabeza. Después, Fabián Mora Mora (19) tomó la piedra y la lanzó como diez veces en las piernas de la víctima. Hicieron como una palanca y ahí se quebró, sonaron como unos huesos de pollo, y como ya el muchacho estaba muy mal, nos fuimos cada uno por su lado”.

Daniel estuvo internado en la Posta Central por veinticuatro días y después de un coma inducido, comenzó una lenta recuperación, pero su condición fue empeorando hasta el riesgo vital. El 27 marzo Daniel murió.

 

Lo que viene

 

Según los abogados del caso, Patricio Ahumada y Alejandro Angulo habrían pedido confesar. Después de negar durante estos meses su participación en la golpiza, el fiscal no lo permitió. A un día  de cumplirse un año de su muerte, se  cerró la investigación  y se reformalizó a los acusados como autores de homicidio calificado. Las penas van desde los quince años a prisión perpetua.

En los próximos diez días el fiscal Ernesto Vásquez presentará la acusación en contra de los cuatro imputados, mientras que el abogado defensor de Ahumada y Angulo, Claudio Cofré, plazo pedirá la reapertura de las investigaciones. Quedarían pendientes algunas diligencias, como la reconstitución de escena y la declaración de cuatro testigos.

No hay arrepentimiento. Incluso los acusados han exigido al presidente del Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh) que Rolando Jiménez pida disculpas por tratarlos como culpables y confirmaron que la huelga de hambre líquida que iniciaron el 13 de marzo pasará, desde hoy, a ser seca.

Rolando Jiménez contestó a Cosecha Roja estas acusaciones y explicó que el comportamiento de los inculpados no es más que un show mediático, una estrategia de victimización. “Este fue un crimen homofóbico cometido con ensañamiento, eso quedó claro cuando vimos la esvástica nazi en el pecho de Daniel (…) esto es un pobre circo”.

Para Jiménez lo importante es construir políticas apegadas a la Ley Zamudio, una señal para todas las instituciones públicas donde puedan existir vestigios de discriminación. “Pusimos la primera demanda jurídica después que a una pareja de chicas no las dejaron ingresar a un motel es un avance y esta ley perfectible, estamos trabajando en ella”.

Aunque dice que no tiene cabeza para nada, Jacqueline se prepara para un desayuno con el presidente, el acto del memorial para Daniel en el Cementerio General y las entrevistas que vendrán. Sueña con ayudar a las familias que rechazan la homosexualidad de sus hijos, ser una especie de orientadora, quizás para convertir en algo bueno todo lo malo que ha tenido que soportar. Sabe que su hijo se transformó en un emblema de la invisibilidad de los jóvenes homosexuales de Chile, pero también de la intolerancia y la brutalidad. “Creo que la gente lo vivió junto con nosotros lo que le pasó a Daniel aquí y fuera del país, las personas se dieron cuenta que somos todos iguales”, dice.

Ayer la llamó una fundación de Italia que va a conmemorar el aniversario de la muerte de Daniel, se hará lo mismo en Francia y en otros países. Cuenta que la alcaldesa de Santiago, Carolina Tohá mandará a construir una plaza donde está la animita de su hijo. “Podremos sentarnos, estar con él, acompañarlo (…) Quiero paz no les tengo odio a esos jóvenes ¿sabe?, pero deben pagar por lo que le hicieron a mi hijo, a mi chanchito”, dice y se escucha cansada. Anoche tuvo insomnio, el aniversario la ha deprimido un poco, extraña mucho a Daniel.­­­