Los domingos en “La casa de Tati” había milonga. El hostel, ubicado en el corazón de San Cristóbal, era atendido por su dueña María Cecilia “Tati” Caviglia, que tenía 50 años y era bailarina de tango. En las milongueadas se la podía encontrar, con su pelo corto y oscuro, atendiendo ella misma a quienes llegaran. La última vez que la vieron con vida fue el jueves 25 de agosto de 2016. Al otro día su cuerpo, casi irreconocible, apareció quemado dentro de una valija en la vera de la ruta 2, a la altura de Dolores. Recién se supo que era ella dos semanas después, cuando lograron recomponer los tejidos de la mano y recuperaron cuatro de sus huellas digitales. Hoy, los responsables de su muerte fueron condenados a 16 y 18 años. El caso no fue catalogado como femicidio.

Hace una semana, ante el Tribunal Oral Criminal N° 10 porteño, el fiscal Carlos Giménez Bauer solicitó para Joel Maximiliano Baez y Víctor Ezequiel Blanco la pena de 18 años por considerarlos coautores de “homicidio simple en concurso real con hurto”. Las defensas de los acusados aceptaron las culpabilidades y pidieron a los jueces que la pena sea la mínima, teniendo en cuenta como atenuante que confesaron el crimen.

Los asesinos, ambos de 30 años, conocían a Taty y se aprovecharon de su relación para robarle y matarla. Desde sus 20, Blanco trabajaba en el hostel haciendo arreglos y colaborando en la atención al público. Báez se había integrado hacía poco tiempo al equipo, recomendado por Blanco, para ayudar en las tareas de mantenimiento.

Fuga y confesión

La denuncia por la desaparición fue radicada en la comisaría por una amiga que estaba preocupada: Tati no solía ausentarse sin avisar y no le estaba respondiendo los WhatsApp, lo mismo que pasaba con Blanco. Esos días de incertidumbre, sus amigos y la comunidad tanguera habían organizado una campaña en las redes para encontrarla: #BuscamosATati

Según la reconstrucción de los investigadores, el asesinato fue durante un robo: tenían el dato de que Taty guardaba dinero. Después de asesinarla a puñaladas y abandonar el cuerpo en la valija, Blanco y Báez se fugaron en micro a Bolivia. Ya había comenzado la búsqueda en redes sociales y en los medios, por lo que quizá a sabiendas que lo descubrirían, Blanco decidió volver dos días después a Buenos Aires. A la semana, se presentó a la justicia y denunció que en el hostel donde trabajaba se había cometido un crimen.

“Lo que recuerdo es que entré en un estado de shock. Me senté en el sillón, me agarré la cabeza, me puse extremadamente nervioso y no sabía cómo reaccionar”, dijo Blanco horas antes de entregarse en una entrevista a El Sol de Quilmes. “Me encerré en la habitación, él (Báez) bajó de la escalera con la valija, además tenía más cosas dentro de otra bolsa. Tipo 2 o 3 de la madrugada él regresó y me buscó, golpeó la puerta de mi cuarto y me preguntó cómo estaba, le dije que mal y que me dejase tranquilo”, relató.

Los acusados, en sus últimas palabras durante el juicio, pidieron “disculpas” a la familia. Algo que se relaciona directamente con los argumentos de su defensa para la reducción de pena.