Alejandro Wall * – Para Cosecha Roja .-

Mónica Nizzardo atendió el teléfono. Miraba un partido del Mundial de Sudáfrica. Era un partido de México, aunque ya no recuerda el rival. La presidenta de Salvemos al Fútbol, una organización no gubernamental que lucha contra la violencia en las canchas argentinas, escuchó la voz inoportuna y se sorprendió. ¿Quién era ese hombre que la llamaba en medio del partido? ¿Qué quería? ¿Qué hacía que no estaba, como ella, como tantos, frente al televisor? El hombre era Javier Cantero, un socio de Independiente de Avellaneda que comenzaba a pensar en su candidatura para presidente del club. Se preparaba para gobernar una de las cinco instituciones más grandes del país y arrancaba por lo más difícil: cómo pelear contra la violencia. Cantero quería preguntarle a Mónica, la mujer que miraba a México, qué debía hacer con la barra brava de Independiente.

-Para empezar, no podés recibir a los barras solos; organizá reuniones de socios abiertas y si ellos son socios te la tenés que bancar. Si hay que regalar entradas, que sea a todos los socios por igual. No hay que hacer diferencia, no tenés que darles privilegios- le dijo Nizzardo, que desde hacía años esperaba un llamado así.

Cantero recordó las primeras palabras de Mónica a los cinco meses de gestión, en el mediodía del 3 de mayo, cuando Pablo Álvarez, alias Bebote, líder del sector más violento de la hinchada de Independiente, irrumpió junto a treinta de sus laderos en el despacho presidencial y trabó la puerta. Bebote había pedido una audiencia y el dirigente se la había negado. Pero el barra no quedó conforme. Subió las escaleras junto a su grupo, atravesó las vitrinas que muestran por qué a ese equipo lo llaman “El Rey de Copas”, y asaltó la oficina de Cantero. Encerrados en esa habitación, pidieron entradas para los partidos y micros para trasladarse. También le reclamaron por la prohibición de guardar banderas en el club. El dirigente había pedido que las retiraran por temor a que allí escondieran armas. Hubo gritos e insultos. Hasta que se fueron dejando atrás el aguijón de la amenaza.

Al revés de la regla que suele aplicar en estos casos, Cantero los denunció. Ese acto lo convirtió en la nueva figura de un fútbol argentino. Haber hecho lo que, hasta ese momento, nadie se había animado a hacer –enfrentarse con esa convicción a la barra brava- lo emergió como un líder social. Hinchas de todos los clubes -inclusive de Racing, vecino archirrival de Independiente- saludaron al nuevo héroe popular.

Los de Independiente convocaron a una marcha en su apoyo a la puerta de la sede. En las redes sociales como Twitter se impuso como tendencia el hashtag #FuerzaCantero. Otros dijeron #BastadeBarras. Sus colegas, en cambio, hicieron silencio: Cantero los exponía, los acorralaba al territorio de la cobardía, tan cercano a la frontera con la provincia de la complicidad.

Cantero asumió en diciembre del año pasado como candidato de la agrupación Independiente Místico. Su nombre era conocido entre los socios porque había llevado adelante la iniciativa de modificarle el nombre a la calle que costea el estadio de Independiente: de Almirante Cordero, que remite a la historia de las guerras fratricidas argentinas, se cambió a Ricardo Bochini, que remite a la historia de gloria del club. Cantero, además, había logrado conseguir lo que parecía imposible: las imágenes del gol de Bochini a la Juventus por la Copa Intercontinental de 1973. Durante años sólo existió el relato de una pared monumental entre el Bocha y su compañero Daniel Bertoni. Cantero dio con un italiano que le ayudó a conseguir el video. Cuando lo tuvo, Independiente Místico organizó la proyección para todos los hinchas en el Teatro Roma, en Avellaneda.

Más allá del episodio, para el mundo del fútbol que no es rojo, Cantero era un perfecto desconocido. Le ganó en elecciones a Baldomero “Cacho” Álvarez, ex intendente del partido de Avellaneda, un hombre del peronismo bonaerense, que, aunque intentó despegarse a último momento, significaba la continuidad de quien abandonaba el cargo, el empresario Julio Comparada. Pero Cantero no sólo derrotó a lo que se llama “el aparato”; también le ganó a la barra brava, que apoyó en forma explícita a su rival. Álvarez probó primero con la victimización: desde Facebook anunció que renunciaba a “liderar la mejor barra de la Argentina”. A falta de lamentos, eligió el camino de los insultos. Mucho más cuando se cortó –y lo sintió- el chorro de dinero que iba desde las cajas de tesorería hacia el centro de la tribuna. Desde entonces, Álvarez elige Facebook como su plataforma para lanzar sus bandos.

“Ni un paso atrás”, prometió Cantero en su lucha contra la barra. Sólo reculó para comprarles una bandera, un error que admitió tiempo después, inclusive ante la propia Nizzardo, quien escuchó como si se tratara de la confesión de un pecado capital. Nizzardo, hincha de Atlanta, un equipo de la segunda división, le contó en aquel primer llamado la historia de los autoconvocados de Newell’s, los socios que lucharon contra la dictadura de Eduardo López, que presidió ese club con la barra brava como el brazo armado del fraude. Mónica, tan sola, recorría las calles de Rosario para ayudar a organizar a esos hinchas. Se dieron cita en Moreno y Córdoba, a las 19. Desde esa esquina –y a esa hora- resistieron hasta lograr que López se fuera. Lo que vino después es otra historia: se fue la barra vieja, es cierto, pero llegó una nueva. Aunque Nizzardo cree que la pelea valió la pena.

Cantero bebió de esa experiencia. También se sentó a una mesa del Café de los Angelitos, un mítico salón porteño, frente a Nora Tárraga, mamá de Christian Rousoulis, un joven de veinticinco años, hincha de Independiente, asesinado a puñaladas por barrabravas de River el 22 de diciembre de 1996. Cantero todavía no era candidato, pero quiso sentir bien cerca a quien había perdido un hijo por la violencia en el fútbol. “Lloramos juntos con Nora”, dijo cuando en una entrevista junto con Jonathan Wiktor para el diario Tiempo Argentino, en el mismo despacho en el que una semana antes lo había encerrado la barra. “Cuando yo digo que me preparé para esto no significa que fui a la facultad”. Aquel día, entre lágrimas, Cantero le contó a Nora que iba a pelear por la presidencia del club y le prometió que la ayudaría a encontrar justicia para su hijo.

-Les está sacando la careta a todos- dice Nizzardo.

La presidenta de Salvemos al Fútbol ya había denunciado a la barra brava de Independiente en 2009 por un episodio en Tucumán, donde amenazaron con armas a los jugadores del equipo en reclamo de dinero para viajar al Mundial de Sudáfrica. Lo curioso es que todos estaban alojados en el mismo hotel: jugadores, barras, y dirigentes eran parte de una misma delegación. Bebote y otras más, finalmente, viajaron a Sudáfrica. Formaban parte de lo que denominó Hinchadas Unidas Argentinas, un intento de ONG que agrupara a barras de distintos clubes. Sin embargo, Bebote y los suyos fueron deportados de la tierra de Nelson Mandela. El sueño mundialista terminó ahí mismo.

Cantero, que trabaja como consultor, es peronista, admira a Napoleón y se llevaría a una isla toda la literatura de Fiador Dotoyevski, no quiere tener custodia. Está convencido de que su pelea se lleva adelante sin guardaespaldas. “Algunos dicen que soy un kamikaze”, dice. “Los kamikazes se suicidan, yo no soy suicida. Tengo mi familia, quiero seguir viviendo. Pero este tema hay que encararlo con mucha seguridad”.Ya mantuvo reuniones con funcionarios del Gobierno que le dieron su apoyo. Asegura, además, que tiene el respaldo de Julio Grondona, el eterno presidente de la AFA.

Hace unos días, sin embargo, renunció su vicepresidente, Claudio Keblaitis, después de recibir amenazas. Sus hijas de lo pidieron envueltas en llanto.

-El resto de los dirigentes tendría que apoyarlo públicamente, pero están escondidos- dice Nizzardo, la mujer que inspiró la lucha de Independiente.

Cantero, que tuvo que explicarle a su mujer que no puede parar, que debe seguir hasta el final, advierte que la violencia no sólo se ejerce en la tribuna: “También hay barrabravas de guante blanco”. Está preocupado por los 328 millones de pesos que adeuda Independiente. La economía del club, dice, es su principal problema. Aunque a muchos le cueste creerlo.

 

*Alejandro Wall es autor del libro “¡Academia Carajo!“.  Esta nota es una versión ampliada de otra aparecida en Tiempo Argentino.