las extranjeras 2María Florencia Alcaraz – Cosecha Roja.-

No hay un cuerpo, son dos. Y son mujeres: golpeadas, cortadas y desnudas en el monte de un pueblo tucumano. Detrás de ellos, tras la pista que dejaron quienes marcaron esos cadáveres, hay otra fémina: una treintañera con jean ajustado y remera Dkny color pastel. ¿Quién es esa chica? La misma que en “La fragilidad de los cuerpos” (Tusquets) desarmó una mafia de apostadores en el conurbano y en ese camino escribió una investigación periodística. La redactora de la revista Nuestro Tiempo que fuma todo el tiempo y toma whisky a diario. Una “chonga” que tiene sexo con quien quiere, como la heteronorma indica que deben hacer los personajes del policial negro clásico. Pero ella es una chica, masculinizada desde la mirada patriarcal, una forma más de ser mujer para una perspectiva de género amplia. Verónica Rosenthal es la protagonista excluyente de “Las extranjeras” (Suma de letras), la nueva novela del escritor y periodista Sergio Olguín.

Un doble femicidio es el esqueleto de la historia que la tiene a Verónica como parte e investigadora. En esta oportunidad, ella se termina de poner el traje de Emma Zunz de super-chica con el que había empezado a coquetear en su primera aventura. Lejos del pulso de lo urbano y el latido marginal del conurbano, escenarios habituales del autor, Verónica se toma unas vacaciones en el noroeste argentino donde conoce a Petra y Frida, dos turistas europeas. Ellas son las extranjeras que aparecen muertas al final de la introducción del libro. Un título que a Olguín se le puso primero en la fila de los pensamientos un domingo en una panadería de su barrio. Los cuerpos de las extranjeras, la culpa y la venganza se transforman en la pulsión de Verónica y del texto que avanza hacia una trama oscura e irresistible a la vez.

El hipervínculo con el crimen de las turistas francesas en Salta en 2011 es inevitable. La historia fue un empujón para que Olguín creara una ficción que tiene como marco el universo de Yacanto del Valle, un pueblito que el escritor ubica en Tucumán. Es la postal de un territorio atravesado por una sociedad católica y machista, que silencia la corrupción y la violencia de la familia judicial y los hijos del poder. Un lugar donde la disputa por la dominación absoluta de los cuerpos de las mujeres puede presionar hasta la muerte. El crimen de Frida y Petra es también la historia del doble asesinato de la dársena en Santiago del Estero, de Paulina Lebbos en Tucumán y de Marita Verón, un cuerpo que ni siquiera aparece.

El relato avanza con vértigo cinematográfico. Una trama compleja narrada en un lenguaje sencillo. La combinación entre el género negro y la novela romántica hace de “Las extranjeras” una historia perfecta para un público heterogéneo que sólo excluye a un lector pacato y aburrido. El detalle es la marca de un texto. No es un relato erótico, pero el acento en la descripción también está puesto en las escenas de sexo. El escritor describe la casa del primo Severo con la misma precisión que detalla cómo Frida desnuda a Verónica.

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¿Puede leerse sin haber visitado las páginas de la primera novela donde Verónica es protagonista? Sí. El juego macabro que le dio la tapa de la revista Nuestro Tiempo, la muerte de su amante Lucio, la trama de los sicarios que la periodista heroína atropelló aparecen evanescentes en este nuevo relato. ¿Hay que leer los dos libros? Sí. Los textos se complementan. Hay muecas de Verónica que sólo se entienden viéndola amando a Lucio o peleando con su pretendido Romeo, el abogado del estudio de su padre, Federico.

Al igual que en “La fragilidad…”, Olguín pensó para el libro una banda sonora que se transforma en un pasaje directo al pueblito ficcional del norte, pero también a la intimidad de Verónica. La selección de canciones es deliciosa: Atahualpa Yupanqui convive con Iggy Pop. ¿Es el playlist que lleva Petra? No lo sabemos. Pero podría serlo. El escritor lo democratizó para que el lector pueda acompañar la lectura con música: http://grooveshark.com/#!/playlist/Las+Extranjeras/92050352

En un momento en el que las entrevistas se pactan por DM y las fuentes contestan por WhastApp, la super-chica que creó Olguín, además de ser una mujer independiente, es una periodista de la vieja escuela. Quizás en esa combinación de lo clásico y lo moderno está el secreto de la empatía que genera en el lector. La forma de encarar su trabajo es un decálogo exacto para cualquier estudiante de esta profesión: obsesiva, con capacidad de escucha y con un paraguas ético enorme.

Verónica desanda esta historia de violencia y poder con la mirada de un chacal y el gesto inocente. En algunos tramos se vuelve insoportable y su cualidad de superchica se torna inverosímil. Una inverosimilitud a la que el lector le pide más y el autor logra resolver. Es difícil soltar el libro, para Olguín también parece ser difícil soltar a Verónica Rosenthal.  Ya anunció que habrá más aventuras de esta mujer maravilla criolla.