El rosquero marica: hasta siempre César Cigliutti

Murió a los 63 años el presidente de la Comunidad Homosexual Argentina, uno de los pioneros de la lucha por los derechos LGTB+ en el país. Militó hasta su último día y su muerte fue una triste sorpresa: ayer había estado reunido para pensar la campaña por el cupo travesti trans.

El rosquero marica: hasta siempre César Cigliutti

Por Matias Máximo
31/08/2020

En sus últimos días, César Cigliutti tenía un objetivo fijo en la cabeza: la ley de cupo trans para todo el país.

-Las travestis y trans que tanto bancaron nuestras luchas nos necesitan urgente, amiga -le dijo ayer a la tarde a Pedro Paradiso Sotille, con quien estuvo cinco horas poniéndose al día. Pedro, abogado y secretario de la Comunidad Homosexual Argentina, le había llevado de regalo un playmobil con la cara y el look de César elegido por sus hijos. En la espalda dice “CHA, 36 años, hermanas por siempre”.

Hoy a la tarde la muerte de César, presidente de la organización LGTB+ en actividad más antigua del país, sorprendió a todxs: estaba bien de salud y había quedado en avanzar con los flyers por la campaña del cupo. Como no respondía el teléfono, Pedro fue hasta su casa y se encontró con la triste noticia. 

“Mi hermana, mi amiga, mi maestro se fue con la paz más grande”, dice Pedro a Cosecha Roja, y cuenta que ayer se despidieron diciendo hasta mañana. César puso el playmovil en su biblioteca, al lado del playmobil de Carlos Jáuregui, primer presidente de la CHA y uno de sus grandes amigos.

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Hace un mes, César estaba enojado con algunos homosexuales de la vieja escuela que militaban la anticuarentena. Este cronista de otra generación le dijo que había que repensar la palabra comunidad que usaba la CHA, porque eso los incluía. Su respuesta llegó rápido:

-Comunidad es para mí compartir una lucha en el marco de los Derechos Humanos. Eso deja afuera a muchas personas -dijo. 

La frase habla mucho de César, porque su lucha era transversal: por eso en los 80 iba con una mesita junto a Jáuregui a la ronda de las Madres de Plaza de Mayo y no le importaba que algunxs preguntaran “¿Qué tienen que ver los derechos humanos con lo que ustedes hagan en sus casas?”. 

Lo personal es político es una frase que César encarnaba. Sus charlas eran siempre de militancia, de rosca, llenas de orgullo marica. Estuvo presente en todas las variantes que existieron de las Marchas del Orgullo, desde la primera en 1992. 

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Tenía dos libretas de casamiento que lo unían con Marcelo Suntheim, compañero de militancia e integrante de la CHA. Se casaron primero en España (cuando en Argentina todavía no estaba aprobado) y dos años después, en 2011, lo hicieron de vuelta pero en Buenos Aires para reivindicar la flamante ley. 

En 2015, antes de subir al escenario a corear “Amor sí, Macri no”, César dijo que “la ley contra la discriminación debería haber sido la primera en aprobarse, aunque ningún momento es tarde para seguir avanzando en derechos”. Estaba enojado, el triunfo de Macri lo puso furioso porque sabía que no era un aliado. 

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Siempre andaba tramando alguna ley y después peleaba en el campo cultural para que el cambio no solo fueran letras de un manual jurídico. Quería que se modificara la ley antidiscriminatoria para que contemplara la discriminación por motivos sexuales.

También había festejado cuando se promulgó la ley del Día del Activismo por la Diversidad Sexual en homenaje a Jáuregui: “Muchos y muchas nos sentimos dignamente y sólidamente representados por Carlos. Esta ley intenta devolverle de alguna manera su valentía, generosidad y entrega. Por eso para continuar con su legado seguimos trabajando”.

Durante el gobierno de CFK firmó un convenio con el Ministerio Público Fiscal porque sentía que había que educar a la Justicia. Ese día en el centro porteño dijo que quería taladrarle un poco la cabeza al Poder Judicial “por las consecuencias que ocasiona históricamente la homofobia en el acceso a la justicia”. 

Como su compañero Jáuregui, César había militado con la visibilidad yendo a canales, radios y diarios. La paciencia con la que respondía estaba llena de dignidad: sabía que había una misión por encima de su carácter y muchas veces se aguantó mandar al carajo a más de uno.

Sin el trabajo de César y la CHA, las leyes de matrimonio universal y de donación de sangre sin discriminación probablemente no hubieran sido lo mismo. La historia del activismo LGBT+ en Argentina tampoco. Pero el fuego de su lucha seguirá vivo en cada rincón donde habite el orgullo.

Matias Máximo