Por Roberto Valencia – Sala Negra, Elfaro.net.-

Afirmar que las maras son uno de los retos más complicados para el nuevo ministro de Justicia y Seguridad Pública, David Munguía Payés, puede sonar a obviedad. Cuando quizá no haya tanto consenso es a la hora de calibrar el impacto de las pandillas en el diario vivir de los salvadoreños. Esta noticia quizá ayude: el 64% de los equipos de fútbol han dejado de usar los números 13 y 18 en las camisolas. Por temor.

La evidencia está en la propia Federación Salvadoreña de Fútbol (Fesfut), a la vista de quien la quiera ver. Apenas se ingresa en el edificio principal, a mano derecha se encuentran los cubículos reservados para la Segunda División, con su gran tablón de anuncios al fondo y un rótulo explícito: Campeonato 2011-2012. Debajo, perfectamente ordenadas y sostenidas por tachuelas de colores, 10 hojas con las alineaciones de los equipos. C.D. Chalatenango, dice el primero; luego, nombres de sus jugadores y el número asignado: con el 1, fulano; con el 2, mengano; con el 3, con el 4, el 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, todo normal hasta ahora, con el 12, con el 51, el 14, 15, 16, 17, con el 52, el 19… No hay 13, no hay 18.

De 20 equipos inscritos en la llamada liga de plata, el Chalatenango forma parte de la docena que han dejado de utilizar los dorsales 13 y 18. Los clubes que han tomado la misma medida en la Tercera División son 27 (de 36), y ni siquiera la máxima categoría, la Primera División, escapa al fenómeno: ni Luis Ángel Firpo ni Isidro Metapán ni Juventud Independiente asignaron esos números, mientras Atlético Marte y Vista Hermosa creyeron conveniente que ningún jugador llevara el 13 en su espalda.

En las tres máximas categorías del fútbol nacional son 66 los clubes inscritos, de los que apenas 14 –el 21%– consideraron oportuno en esta temporada usar el 13 y 18, números relacionados con la Mara Salvatrucha (o MS-13) y con el Barrio 18, las principales pandillas que operan en el país. Con la medida, aseguran quienes la están ejecutando, se pretende evitar ataques contra los jugadores.

Pero no todos comparten que sea una iniciativa acertada. Marcelino Díaz, un sicólogo forense que desde 1993 trabaja en el Instituto de Medicina Legal, cree que de alguna manera se está legitimando a las maras y reconociendo su influencia en la sociedad. “Es al Estado al que le corresponde controlar, mediante leyes, la conducta de las personas, pero en El Salvador muchos aspectos de la conducta social los controla un grupo delincuencial, y esto que sucede con el fútbol es un claro ejemplo”, dice.

El Salvador presenta una de las tasas de homicidios más elevadas del mundo: 65 por cada 100 mil habitantes en 2010, cuando Naciones Unidas considera epidemia si se alcanzan los 10 por cada 100 mil. Según la Policía Nacional Civil (PNC), más de la mitad de los asesinatos están relacionados con las maras. La Fuerza Armada va más allá y habla del 90%.

“El miedo es la forma más efectiva para controlar una sociedad y las pandillas lo saben”, agrega el sicólogo Díaz.

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