“Ella tenía sueños, sabía lo que quería, escribía sobre lo que quería y esos sueños quedaron truncos, en gran parte por una dirigencia que no fue capaz de unir y llevar paz a un mundo que promovía la intolerancia”.

Hay varias maneras de interpretar la frase de Esteban Bullrich. ¿A qué dirigencia se refería? ¿Cuál es el sujeto que pretende identificar al hablar de “un mundo que promovía la intolerancia”?

La gran mayoría de los comentarios que mereció su afirmación entendieron que se refería al nazismo. El obvio reproche es banalizar el Holocausto, practicar un negacionismo suave, light o new age, para terminar diluyendo aún más las culpas del régimen nazi en la intolerancia que primaba en el mundo.

Ana FrankOtros prefieren interpretar que al hablar de “una dirigencia que no fue capaz de unir…” se refería a la República de Weimar. La vocación de concordia y entendimiento de la República de Weimar era manifiesta y quedó expresada en su Constitución. Como contrapartida, se le reprochaba su indefinición y ambigüedad. En tal caso, que los sueños de Ana Frank hayan quedado truncos, ¿es reprochable a la dirigencia de Weimar que no logró sostener la concordia y el entendimiento o al régimen nazi, responsable del Holocausto y de la muerte de la joven? ¿Son culpables los republicanos por las víctimas del franquismo? ¿O el peronismo por las víctimas de la Libertadora?

¿Cómo tomar esta cuestión? ¿Tenemos un ministro de Educación con problemas de sintaxis y morfología que merecerían que vuelva a cursar los últimos años de enseñanza media, o estamos ante un problema político derivado de su concepción ideológica?

No creo útil intentar averiguar si el ministro es capaz de un básico rigor lingüístico, porque creo que su discurso alberga una deliberada ambigüedad que ha percibido con agudeza Diego Capusotto en su personaje Micky Vainilla.

¿Acaso no sería una situación soñada para Micky banalizar el Holocausto en la mismísima casa de Ana Frank?

No fue un error como no lo fue la reivindicación de la Conquista del Desierto. Más allá de los matices, las masacres son componente necesario del poder acumulado por los sectores dominantes y en la búsqueda de las derechas por construir un discurso democrático, la vaga reivindicación de la tolerancia es un recurso para disimular su vocación por el discurso único y la negación del otro como sujeto de derechos.

“No se puede construir sobre la base de la muerte, la miseria y la confusión”, escribió Ana Frank en la misma casa en la que Esteban Bullrich pretendió diluir y frivolizar las razones de su encierro y de su asesinato.