Matilde Córdoba. El Nuevo Diario.-

Cuatro pandillas imponen el terror: la de El Cocal, la de El Muelle, la de Los Ángeles y la “Spanishtown”, las tres últimas están conformadas por niños de 12 y 13 años.

Los líderes comunitarios de Puerto Cabezas reunidos ayer con la Directora de la Policía Nacional, primera comisionada Aminta Granera, advirtieron sobre los altos índices de violencia en esa ciudad, el incremento de los delitos sexuales y el accionar delictivo de las pandillas juveniles, integradas incluso por adolescentes de 13 años y niños de 12.

Las inquietudes de los estudiantes del Grupo B de la Universidad BICU CIMU, ninguno de ellos mayor de 18 años, grafica en parte la inseguridad que se vive en Puerto Cabezas: “Muchos estudiantes no pueden ni salir de sus casas. Este barrio, El Cocal, es el más peligroso de todos, las pandillas se enfrentan y aunque no formemos parte de ninguna de ellas nos agarran a golpes. Si salimos tarde, nos persiguen; y por cinco pesos nos pueden matar”.

Quien habla es Karen Centeno Bello, de 16 años, una joven menuda que interrumpió la reunión que Granera sostenía con líderes comunitarios, se puso al micrófono y solicitó unos minutos con la jefa policial.

Alta Hooker, Rectora de la Universidad de las Regiones Autónomas de la Costa Caribe, Uraccan, refuerza las advertencias sobre la inseguridad: “La población ha perdido las playas. No podemos caminar ni de día ni de noche. Sabemos que salimos, pero no estamos seguros de regresar”.

Granera calla, observa y toma nota. Por estos días se ven muchos policías en Puerto Cabezas. La directora de la institución estuvo en la ciudad del 18 al 20 de abril, para inaugurar un albergue y el Centro de Atención Integral a víctimas de violencia sexual e intrafamiliar, y, de paso, para cumplir una vieja promesa: escuchar las demandas de esta zona olvidada. Hace 18 años que ningún director de la Policía llega a la ciudad. Por eso la gente se deshace en agradecimientos hacia ella.

Pero la realidad es apremiante. Aquí no hay tal paraíso en seguridad ciudadana, así es que Hooker continúa: “Jamás habíamos tenido esta violencia. Las pandillas nos asustan, hay violaciones a hombres, han aumentado las violaciones a mujeres. Este no es solo un problema de la Policía. Hasta faltarle el respeto a las muchachas es normal ahora”.

El reverendo bautista y miembro del Consejo Regional, Leonardo Courlesen, comenta una verdad dura. “¿Qué se dice cuando se escucha hablar de la Policía? Que no resuelven. Yo oigo que dicen: ‘llamamos a la Policía pero nunca aparecen, o no tienen combustible o aparecen cuando ya no hay nada, pero cuando cae droga tienen combustible y tiempo’”.

Los demás pobladores tienen opiniones parecidas, unos se quejan del poco personal policial, otros de la poca efectividad, pero el coordinador de los wihta (jueces comunitarios) en Puerto Cabezas, Héctor Poveda, es más específico: “Uno llama, llama y no hay medios para ir, si hay carro no hay combustible. No tienen chachas, uniformes ni gorras, ¡nada!”.

Las pandillas


Cuatro pandillas son las que imponen el terror en Puerto Cabezas, la de El Cocal, barrio donde se encuentra la BICU, donde se celebra la reunión; la de El Muelle, la de Los Ángeles y la de “Spanishtown”, estas tres últimas están conformadas por niños de 12 años y adolescentes de 13.

Son entre 50 y 60 jóvenes los que asaltan para drogarse, y se pelean entre sí con armas hechizas y armas blancas. Son ellos quienes evitan que muchos jóvenes salgan de sus casas para ir a estudiar.

Daneth St’Clair, del Comité de Prevención Social del Delito, tiene una de cal y otra de arena. Acepta que la Policía Nacional ha avanzado en ciertos puntos, pero analiza rápidamente la situación que se vive en esta ciudad: desempleo, drogadicción, jóvenes sin valores, sin motivación y sin espacios; y violencia, excesiva violencia.

St’Clair se queja por el gran peso que recae sobre los hombros de los líderes comunales. “El líder es juez y parte en todos los lugares donde se mueve…”, dice, y enseguida aborda tópicos esenciales: “Hay abuso de poder, hay violencia sexual, intrafamiliar… Una persona tiene empleo en una familia de diez, y cuidado, hay casos en los que todos los miembros de la familia están desempleados”.

Por muchas de estas causas, Martha Nidia Hurtado, capitán en retiro, toma el micrófono y propone: “Volvamos a hacer vigilancia nocturna”.

Según declaraciones recientes de Granera, el porcentaje de delitos de mayor peligrosidad es un poco mayor en la RAAN. La tasa de homicidios en esta zona del país es de 18 por cada 100,000 habitantes, y la media nacional es de 12.