Femicidas suicidas: ¿por qué se matan después de matar?

En Córdoba, Germán Presbítero asesinó a su ex mujer y a la mamá de ella. Después, se suicidó. No es la primera vez que un hombre se suicida después de un femicidio. ¿Por qué lo hacen? ¿Por culpa o remordimiento? ¿Por miedo a la condena social o a ir presos?

Femicidas suicidas: ¿por qué se matan después de matar?

Por Cosecha Roja
22/04/2019

Después de asesinar a cuchilladas a su expareja y a su exsuegra, Germán Presbítero llamó a su hermano. “Me mandé una cagada”, le dijo y le pidió que buscara a su hijo que estaba jugando un partido de fútbol. Después se subió a una camioneta S10 blanca y agarró la ruta nacional 36, que une la ciudad de Almafuerte con Río Cuarto, en Córdoba, y se mató al estrellarse de frente contra una columna.

No es la primera vez que un hombre se suicida después de un femicidio. Según el informe de la Oficina de la Mujer bajo la Corte Suprema de Justicia de 2017 en el 15 por ciento de los casos los agresores se suicidaron. ¿Por qué lo hacen? ¿Por culpa o remordimiento? ¿Por miedo a la condena social o a ir presos?

Según el psiquiatra Enrique Stola, el femicida no siente culpa ni remordimiento. Tampoco teme a la condena penal o social. “Estos machos vienen agrediendo, descalificando, amenazando y dominando a sus parejas, hijos e hijas. Establecen una relación de gran dependencia con esa mujer, pero no porque la amen, sino porque en su psiquismo es un ‘objeto’ necesario para su equilibrio y para cumplir con las normas sociales”, explicó Stola. Necesitan seguir controlando a esa pareja o ex pareja, y la única posibilidad de tener el máximo control es asesinándola.

¿Y por qué eligen su propia muerte después del crimen? “Una posición tan radical como la de suicidarse es por un sentimiento, una emoción muy límite. Se suicidan por la angustia, porque al matar a la mujer se mata al objeto que da sentido a la existencia”, explicó Stola.

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El sábado poco antes de las 15, Presbístero dejó a su hijo de 15 años en una canchita de fútbol y fue hasta la casa de Verónica Rearte, de 34, en el barrio Parqueños de Almafuerte, uno 90 kilómetros al sur de la capital provincial.
Presbístero y Rearte discutieron. Hacía poco se habían separado. La mamá de ella, Cristina Reynoso, que estaba de visita, intentó calmarlo. El hombre agarró una cuchilla y las mató a las dos.

Después el femicida llamó a su hermano Diego, que hizo la denuncia en una comisaría de Almafuerte. La policía encontró la camioneta de Presbístero estrellada contra una columna en la ruta nacional 36, en el ingreso a la localidad de Elena.
En los primeros tres meses de 2019, al menos seis hombres se mataron o intentaron hacerlo después de asesinar a sus parejas o ex parejas. La madrugada del año nuevo el oficial Héctor Montenegro estuvo de servicio en la comisaría del barrio Borges de Santiago del Estero. Al mediodía volvió a su casa borracho. Discutió con su pareja, Celeste Castillo, y la mató de dos tiros con su arma reglamentaria. Después se suicidó. Ella tenía 25 años; él 24. Ese crimen fue el primer femicidio de 2019.

El domingo 13 de enero la policía entró a la casa de Pablo Trionfini y lo encontró ahorcado. Era el principal sospechoso del crimen de Agustina Imvinkelried, una chica de 17 años que había desparecido a la salida de un boliche en Esperanza, provincia de Santa Fe. Abel Casimiro Campos se mató en una habitación de hotel de La Plata cuando la policía estaba por entrar. Lo buscaban por la desaparición de la su pareja, la odontóloga Gissella Solís Calle. El cuerpo fue encontrado unos días más tarde a la vera de Camino Negro: había sido envenenada.

Jacobo Bolombo mató a su esposa Patricia Giménez el día de su cumpleaños. Después se suicidó con la misma pistola con la que la mató. A Alejandro Saraceni le decían El Loco. El 22 de febrero asesinó de un balazo en el pecho a su novia en Remedios de Escalada, provincia de Buenos Aires, hirió a un vecino que salió a ver qué pasaba y se pegó un tiro en la cabeza. Once días después Osvaldo Fortunato Silva fue hasta la casa de su ex pareja y la atacó con un cuchillo. Después le disparó dos veces con una pistola calibre 32 e intentó suicidarse. Quedó internado en terapia intensiva y fue acusado de femicidio.

En la mayoría de los casos, los agresores tenían antecedentes de violencia machista. “Los golpeadores les hacen sentir a las mujeres la proximidad de la muerte. La amenaza de muerte debe ser tomada en serio, en algún momento puede avanzar en esa agresión y matar”, explicó Stola. En el caso del doble femicidio de Córdoba era diferente. El acusado no tenía denuncias previas, aunque eso no significa que no haya habido agresiones y amenazas. “En general la posibilidad de matar ya la han pensado. Las ganas de matarla por no poder controlarla”, dijo Stola.