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María Florencia Alcaraz es feminista, periodista, integrante del colectivo Ni Una Menos y cofundadora de Latfem. Este martes expuso en el Congreso a favor de la Interrupción Voluntaria del Embarazo. Reproducimos su discurso completo:

“Primero quiero agradecer este espacio que es posible gracias a las pioneras de esta lucha, pero también a las pibas de las que aprendimos a llevar el pañuelo colgado de la mochila sin miedo.

No estoy sola. Me acompañan mis colegas periodistas que tramaron redes con el activismo y abrieron camino para que las periodistas feministas jóvenes tuviéramos voz en este momento histórico. Quiero agradecer a mis compañeras y hermanas del colectivo Ni Una Menos por acompañarme hoy también.

No vengo a discutir con ustedes el derecho al aborto, porque nuestros derechos no se discuten. Vengo a preguntarles cómo van a hacer, diputados y diputadas, para garantizar este derecho ahora que les toca dar dictamen de comisiones dentro de una semana.

Si las feministas nos paramos acá, en un ámbito que no nos pertenece y que muchas veces es hostil con nosotras, es porque sabemos que no estamos solas. Juntas construimos un poder popular que se expresa en las calles pero también acá adentro en la transversalidad feminista que encabeza las firmas del proyecto de la Campaña. Es el único de los diez proyectos en discusión que es ejemplo de organización y participación política feminista, un proceso de construcción de ciudadanía.

En esta introducción, y hablando de política, no quiero dejar de decir que hace tan solo cuatro años, se dio una coincidencia insólita en Latinoamérica y el Caribe: cuatro mujeres eran presidentas al mismo tiempo. Cristina Fernández de Kirchner en Argentina, Dilma Rousseff en Brasil, Michelle Bachelet en Chile y Laura Chinchilla en Costa Rica. Ahora, no queda ni una.

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Hoy, mientras los Estados se re-patriarcalizan y esto lo vemos en cada foto de las reuniones de este gobierno, las feministas estamos acá discutiéndole a uno de los poderes del Estado. Nuestra manera de construir política desborda el dique de contención en el que se piensa en forma y contenido la política tradicional.  Aunque el feminismo ha sido históricamente subestimado como actor político, acá estamos: discutiéndole al Estado qué relación queremos con nuestros propios cuerpos.

En estas audiencias hemos sido testigos y testigas de escenas de ciencia ficción explícita. Muñecos de plástico que adquirieron status de personas, coágulos de sangre que se movían en una pantalla, fetos de arcilla sentados entre el público.

Quiero compartir con ustedes otra ciencia ficción para pensar el tema que nos convoca.

Imagínense por un momento un mundo, una sociedad en la que las mujeres, en la que más de la mitad de la población no puede decir que no, no tiene derecho a decir que no.  Una sociedad donde las mujeres fuimos despojadas de todo: del trabajo, del dinero, de la familia, de los libros, de la posibilidad de hablar en público, de mirar a los ojos a otros. Una sociedad en la que nos arrebataron hasta nuestros propios nombres, nuestra identidad.

Imagínense por un momento esta distopía: una sociedad gobernada por una tiranía fascista, religiosa y fundamentalista que tomó el poder por la fuerza y obligó a un grupo de mujeres a las que llamó “criadas”, a vestir con capas rojas y cofias blancas. Esas “criadas” caminan con la cabeza gacha, son obedientes y silenciosas. Y, lo más cruel de todo, cumplen una única función en esa sociedad: ser reproductoras y esclavas de la especie.

En esta sociedad distópica la sexualidad de las mujeres está sujeta a la procreación, la maternidad tradicional es la base de la identidad femenina y se condenan las diversas formas de vivir la sexualidad.

Todos los meses las criadas son violadas en un acto que llaman “la ceremonia”. Esas criadas tienen que parir hijos para las familias del poder, hijos producto de esas violaciones, como si fueran envases. Sus ovarios y sus úteros son lo único que importan en esa sociedad.

Por este mismo estrado pasaron muchas personas a las que les gustaría que esta distopía fuera realidad.

En 1984 la escritora Margaret Atwood imaginó esa ciudad y escribió un libro en clave de denuncia: El cuento de la criada. Un libro de ficción que se convirtió en serie televisiva en 2017 y que seguramente algunos o algunas de ustedes conocerán. Y si no la conocen, se las recomiendo.

¿Qué tan lejos queda esa distopía de nuestra realidad?¿Cuántas historias replican, en parte, el cuento de la criada? ¿Cuántas mujeres en Argentina se sienten presas de sus propios úteros? ¿Cuántas son castigadas con el poder punitivo del Estado porque no quieren ser madres?

En nuestro país todavía hay muchas mujeres, lesbianas, travestis y trans que no tienen derecho a decir que no.

Las nenas no tienen derecho a decir que no. Aún cuando podrían acceder a un aborto legal depende de en qué provincia estén, si ese derecho se cumple. En Mendoza una nena de once años está sufriendo un embarazo forzado. En Salta otra de diez años.

Decir que no tiene que dejar de ser un privilegio en este país.

Vengo a revindicar el derecho a decir NO frente a aquello que no se desea: una pareja, un embarazo, un acto sexual, un modo de vida preestablecido, la heretosexualidad obligatoria, la maternidad.

El grito de Ni Una Menos fue, es y será eso: plantarse frente a lo que NO queremos.

Estamos transformando los pactos sexuales, sí. Porque esta lucha es una lucha por la ciudadanía sexual. Y no vamos a parar hasta que la sexualidad y la reproducción se ejerzan desde la autonomía y desde la libertad.

Formo parte de una generación de feministas que somos nietas de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo. Somos hijas del 2001. Aprendimos de Lohana Berkins y de Diana Sacayán. Nuestra escuela son los Encuentros Nacionales de Mujeres, una experiencia política inédita en el mundo. Nosotras nos organizamos y gestamos luchas: parimos el primer Ni Una Menos. Le hicimos el primer paro a este gobierno y empujamos desde acá, desde Argentina, el primer paro internacional de mujeres, lesbianas, travestis y trans junto a más de 50 países del mundo. No nos imaginen a nosotras con túnicas rojas y cofias blancas. No somos ni vamos a ser criadas.

En lo personal pude decir que no y aborté. Quedé embarazada porque los métodos anticonceptivos fallaron. Aborté con pastillas. Soy una privilegiada. Quiero vivir en un país donde todas tengamos derecho a decir que no y que en ese camino no se nos vaya la vida, ni nos condenen a la cárcel.

Tenemos que avanzar hacia una ley que amplíe las posibilidades y los proyectos de vida: que nos permita decir que no a un embarazo para decir que sí a un listado infinito de deseos y formas de vida.

El próximo 4 de junio nos vemos en las calles para seguir defendiendo la ley de la Campaña construida por el pueblo feminista. Sin Aborto Legal no hay Ni Una Menos”.