Cuando ocurrió el caso Candela, entre agosto y septiembre del 2011, Candelaria Schamun trabajaba en el diario Clarín. Algunos hechos llamaron su atención desde el principio y decidió dedicarle a la investigación más tiempo de lo habitual: visitó durante varios días a Carola Labrador, la madre de Candela, recorrió las calles del Conurbano Bonaerense, y revolcó expedientes judiciales para que las piezas de la desaparición y la muerte de la nena de 11 años encajaran más allá de la noticia. Una vez que pasó la tormenta y las aguas del crimen se calmaron, Schamun no abandonó la historia. Retomó los detalles que le parecían incógnitas para encarar una nueva y profunda investigación. Ahora pasa sus días lejos del papel prensa: realiza documentales para televisión y escribe un libro sobre el caso que será publicado por editorial Marea.

¿Cómo comenzó el caso Candela?

El caso Candela comenzó el 22 de agosto del 2011. La nena iba a ir a la esquina de su casa, Coraceros y Bustamante, a encontrarse con unas amigas. Las amigas a las 3:30 de la tarde fueron a casa de la nena, a buscar a su mamá, porque no se habían encontrado con Candela. La madre la empieza a buscar por el barrio. Va con sus hermanos al cementerio, a los lugares donde podría estar la nena, no la encuentran, y a las 7:30 van con sus dos hermanos a la comisaría de Villa Tesei a hacer la denuncia. Primero no se la quieren tomar porque era una simple desaparición de menores, pero como era una nena tan chica, sí la aceptaron y se activaron los mecanismos de búsqueda.
Yo estaba trabajando en Clarín. En el Facebook había una alerta de Red Solidaria: decía que en Hurlingham había desaparecido una nena de 11 años, daban las características de Candela y decían cómo estaba vestida. Yo la propuse en el diario y no me dieron bola, pero insistí y saqué la primera nota el día 23 de agosto, un día después de haber desaparecido Candela.
Me comuniqué con la casa de Candela, porque en el aviso de desaparición estaba el número de teléfono, y me contestó una mujer. Le pregunté por el padre y me dijo que el padre estaba muerto. En paralelo, nosotros averiguamos que el padre en realidad estaba preso por una causa de piratería del asfalto, en Magdalena. Eso me hizo ruido. Pregunté por él porque pensé que tal vez la nena estaba con él o que quizás él se la había llevado por problemas intrafamiliares. Entonces, sacamos la primera nota.
Luego fui a Hurlingham y en los días sucesivos estuve allí hasta cuando la nena apareció muerta, y luego cinco después de ese hallazgo.

Por tratarse de la desaparición de una nena de 11 años, la noticia tuvo bastante impacto mediático. ¿Qué siguió?

Empezó a crecer la cobertura de los medios, el asedio de los periodistas hacia la familia; como caras visibles, estaban la madre, Carola Labrador, y el profesor de matemáticas, Diego Rufino. El colegio de Candela comenzó a sumarse a las marchas; inclusive, hicieron una de los delantales blancos, y todo eso llevó a que creciera el nivel de atención hacia el caso. Empezaron a surgir algunos datos, unos reales y otros falsos. Decían en el barrio que la madre vendía drogas –lo que nunca se comprobó–, que la casa donde vivían ellos era tomada, que el padre estaba preso.
Supimos, y no era un secreto, que la madre, el padre, el hermano y toda la familia de Candela tenían una conexión muy profunda con San Martín. De hecho, el abuelo de la nena fue concejal de San Martín durante muchos años, y los padres nacieron allá. Sus barrios eran Villa Korea, la zona de la 9 de Julio, y eran personas conocidas en San Martín.

¿Por qué se vincula la desaparición de Candela con San Martín?

Hay una declaración del padre que decía que si esto era un ajuste de cuentas contra él o si era alguien que le podía hacer daño, menciona a dos narcos de San Martín: Mameluco Villalba y un tal Sancho. Mameluco Villalba ahora está cumpliendo una condena. Es un narco histórico de San Martín que ahora está medio desactivado; no tiene tanta fuerza como tenía antes. Ahí empezaron a verse unos indicios de que la desaparición podía llegar a ser un ajuste de cuentas y que el narcotráfico podría estar metido. Eso salió de boca del padre en una declaración al fiscal, no fue un invento de los medios o de la gente.
Nosotros publicamos eso en Clarín. Salió una versión –que en realidad es verdad, yo tengo la causa– del secuestro de María Alejandra Romagnoli, que es una mujer dueña de un bufet en la cancha de fútbol de Villa Korea. A esta mujer la secuestraron un mes antes de la desaparición de Candela; se la llevaron cuatro hombres con chalecos antibalas y con gorritas que decían “Policía Bonaerense”. Entonces, atando cabos, había cosas que eran media raras y que podrían conectar las dos historias.

¿La familia de Candela qué tenía que ver con María Alejandra Romagnoli?

Candela y su familia conocían a María Alejandra Romagnoli. De hecho, Carola vendía tortas los fines de semana en ese club de Villa Korea, y hay indicios, no comprobados, de que el marido de esta mujer, apodado Pitimeco, es narco. Ahí empezó a verse otro panorama. Y hay algunas puntas que no cierran.
En ese mismo secuestro de Romagnoli, se llevaron a otro narco, un tal Américo, que ya lo habían secuestrado antes. En San Martín es muy común que secuestren a familiares de narcos, pasa todo el tiempo. Se llaman “cortitos”, porque duran pocos días y no suelen denunciarlos a la policía y por tanto no son judicializados. El caso de Romagnoli sí fue judicializado, y eso lo hizo diferente. Los tipos que secuestran son por lo general tres o cuatro, bien armados, con chalecos antibalas, y en un operativo tipo comando se llevan al secuestrado: un nene de 5 años, una piba de 17 años. La semana pasada, por ejemplo, secuestraron a tres pibes.
Contra la familia de Candela, de sangre, no hubo secuestros antes. Sí esta persona, María Alejandra Romagnoli, que la mamá de Candela trabajaba con ella y que hay un parentesco entre María Alejandra y Carola.
Se conectan los dos casos porque es en el lugar de acción donde Carola trabajaba, donde estaba todo el tiempo. A nosotros nos llegó un dato que eran familiares, no sé si son familiares de sangre o si es una relación de cercanía. Por ejemplo, hay una foto de Candela en Córdoba, en un carnaval, con Pitimeco, el esposo de esta mujer. Ahí había una relación más allá de lo laboral del bufet, las dos familias se conocían y eran cercanas, porque en la foto la nena está abrazada con el tipo.

O sea que la desaparición de Candela tenía otros delitos detrás…

Había indicios para sospechar que este caso podía orientarse como ajuste de cuentas. Tengo descartada la hipótesis de que Candela haya sido secuestrada al boleo; creo, en cambio, que no pudo ser otra nena. Por el modo en que desapareció, por cómo estuvo secuestrada, por el hermetismo, por lo que hay detrás del secuestro y de su muerte, deja entreverse una banda muy organizada, una banda con un contacto muy fuerte con la Policía, porque si no, no se explica que no se haya encontrado ningún indicio de Candela, de dónde estaba.

¿Qué se sabe de cómo mataron a Candela?

La persona que la mató es un tipo que sabe matar. Hay peritos forenses que dicen que el que mató a Candela no es la primera vez que mata. La forma en que lo hizo, con las manos apretándole la nariz, es la de alguien que tuvo contacto físico con la víctima, y eso lo hace alguien que ha asesinado antes, alguien con mucha frialdad. Además, ese mismo asesino sabía cómo preparar el cuerpo para que no encontraran ningún rastro de nadie. Candela estaba sin rastros de otros, no había ni una huella.
Según la autopsia, la nena estuvo bien cuidada, comió tres horas antes de morir; estuvo muy hidratada, nunca tuvo las manos atadas, nunca le taparon la boca. Eso da a suponer que estuvo con alguien conocido; o por lo menos que en el lugar en que ella estuvo, estuvo tranquila. Osvaldo Raffo, un perito forense de los que más autopsias ha hecho en Argentina, que vio el cuerpo de Candela y fue asesor en la autopsia, dijo que cuando el cadáver es el de una persona que fue secuestrada, el rostro se ve como el de alguien que ha estado enfermo, de alguien que ha sufrido, y le quedan grabadas las señas del estrés traumático generado por el secuestro. Y a Candela la encontraron bien, sin ese trauma en el rostro. Esto para decir que estuvo con alguien que la conocía y que fue tratada bien, de un modo “amigable”. Candela era muy inteligente, muy pilla, y no la podían mantener así, mal, sin que gritara, sin que hubiera querido defenderse.

¿Qué hipótesis hay de lo que pasó?

Te puedo decir que San Martín es uno de los lugares donde más cocaína hay en tránsito, que es un corredor que abastece a todo el cordón norte del Conurbano Bonaerense, se vende cocaína de muy alta calidad, no se vende paco, porque los mismos narcos no quieren que eso suba la inseguridad: allí va mucha gente de afuera, que se llaman turistas, a comprar cocaína y los narcos no quieren que se les dañe el negocio con líos de inseguridad asociados al tráfico de paco.
En Hurlingham no pasó nada. Allá vivía y allá apareció el cuerpo, pero nada pasó en ese lugar. Creo que todo fue en San Martín. Allí se perdió la señal del celular de la nena, a ocho cuadras de la abuela paterna de la nena. De Candela no encontraron la ropa, no se sabe dónde estuvo, no se sabe quién la tuvo, no se sabe por qué. Tenés un cuerpo pero hay un millón de interrogantes. No se sabe si fue ajuste de cuentas narco o por trata de personas, qué pasó. Para el fiscal es un “ajuste de cuentas no tradicional”, una categoría tan inexplicable que ni él sabe lo que significa. Eso niega todos los porqués del caso.

Si se sabía de ese panorama, ¿qué pasó con la investigación?

Nunca hubo un dato concreto de dónde estaba la nena. Nunca hubo nada. Es muy sospechoso que nadie de la banda haya metido la pata; y si la metieron, hubo algún paraguas de la Policía. Por otro lado, un perito que hizo la autopsia de Candela dice algo que es muy cierto: “Un criminal siempre quiere esconder el cuerpo de la víctima, porque no quiere ser descubierto”. En el caso de Candela los asesinos la dejaron en un lugar de altísima visibilidad: a la nena más buscada del país la dejaron al lado de una autopista, en un campo abierto, a plena luz del día, ¡y nadie vio nada!, es muy sospechoso.

¿Cómo ocurrieron, entonces, las detenciones y cómo continuó el proceso?

Cuando encuentran a Candela, que no fue la Policía sino dos nenes que estaban revolviendo basura, y había 1.600 policías buscándola, la Justicia tenía el cuerpo de una nena que no tenía una huella encima, no había nada. Se encontraron una casa, que había un vecino que dijo que había allí movimientos extraños, en realidad una mudanza, y ahí encontraron un vaso y un bowl con ADN compatible con el de Candela. Llamativamente, Carola se cansa de repetir que a la nena se le caía mucho el pelo y en esa casa no hallaron ni un pelo de Candela. No había nada, sólo dos objetos totalmente movibles. Entonces, tenían una casa y empezaron a poner adentro cosas. Primero ponen presa a la dueña de casa, Gladis Cabrera, y después ponen preso a Néstor Altamirano, que era el que le daba de comer al perro de esa casa. Y después metieron adentro a un fletero y a dos personas más que fueron a buscar muebles en esa casa. Apareció la declaración de un inquilino, Juan Ángel Inciarte, de San Martín, que es perfecta, tanto que resulta inverosímil: nunca estuvo o durmió en esa casa, es de San Martín, y no estuvo ni un día preso. Se le tomó declaración y se lo dejó en libertad. Es un tipo que, para mí, puede llegar a ser la punta de algo: no se lo buscó, no se lo entrevistó, no nada, es enigmático. Metieron presas a estas personas, y la policía se dio cuenta de que eran cinco perejiles que no tenían ni un antecedente, y empezaron a buscar a los rufianes del barrio que tenían algún tipo de antecedente. Ahí caen algunos más, que creo que tampoco tienen nada que ver con este caso. No hay ninguna comunicación que los conecte, no hay nada que los conecte al uno con el otro, no hay ADN del asesino en la casa de la calle Kiernan, no hay una escama de pelo o ADN, no hay nada.
Como autor intelectual, lo meten al Topo Moreira, que es un tipo que toda la vida fue buchón de la Policía Bonaerense. ¿Por qué? Porque se la querían dar. Hay dos maneras de callar a un buchón: o lo meten preso, o lo matan. A este lo callaron poniéndole la pena más alta, que es como autor intelectual del crimen. Tenía una relación de la infancia con el padre de Candela, y él lo menciona en alguna declaración, o la Policía dice que “hay indicios de que lo menciona”.
Están todos imputados, Gladis Cabrera y Néstor Altamirano, como partícipes necesarios, Hugo Bermúdez, un hombre de apellido Gómez, un tal Leonardo Jara, el Topo Moreira, y otro más. Están imputados, pero libres, menos Jara. Para mí no tienen que ver con el caso.

¿Y qué piensa de la cobertura periodística durante los principales hechos del caso Candela?

Para mí hay que remarcar cómo se bastardeó a Candela. En algunos sectores, incluso en la Justicia, se dijo que Candela era abusada desde los 9 años. La autopsia dice que la nena fue violada, abusada, antes de morir. Tenía una fisura en el ano compatible con un objeto duro y romo. No habla de abuso, no habla de una actividad sexual diaria, como lo quisieron decir. Todas las personas que entrevisté me dijeron que no era una nena abusada. Empezaron a mostrar fotos de Candela, en poses, tirando un besito, y comenzó una voz subterránea: “era porque se lo merecía”. Criminalizaron, otra vez, a una víctima de 11 años. Desde lo macabro de esperar al gobernador hasta lo perverso de criminalizarla, todo juega en contra del caso.

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