Iglesia cristiana y diversidad: “En el principio fue el desprecio”

¿Su iglesia está dispuesta a volver a bautizar a una persona trans? ¿Su iglesia ordena personas LGBT+? son algunas de las preguntas de la Primera Consulta Nacional sobre Iglesias Cristianas y Diversidad Sexo Genérica, realizada por el Grupo de Estudios de Religión y Política, Protestantes por la Diversidad y la Federación Argentina LGBT. Flavio Rapisardi es miembro de estas dos últimas y estas son sus conclusiones sobre lo que las iglesias consultadas respondieron.

Iglesia cristiana y diversidad: “En el principio fue el desprecio”

Por Cosecha Roja
30/06/2020

Por Flavio Rapisardi

“En el principio fue el desprecio”. Esta frase del pensador Didier Eribon describe cabalmente el modo en que históricamente, aunque cada vez menos, las personas lgbt éramos recibidas en la creación que se supone “era buena en gran manera”. Ni siquiera las familias eran, y aún muchas permanecen igual, espacios de resguardo. 

Carlos Jauregui solía decir que “nacíamos en territorio enemigo”. Años de luchas y conquistas fueron creando condiciones para que hoy podamos ver transformaciones en algunos sectores sociales, así como la creación de sistemas de protección y promoción de derechos que nos aseguran construir planes de vida donde la dignidad y la alegría no sean utopías.

Sin embargo, persisten actores que siguen insistiendo en construir destinos distópicos para nuestras comunidades: los sectores conservadores y retrógrados que van de las ultraderechas partidarias hasta distintas iglesias que por acción u omisión abonan la mala cizaña que promete arruinar toda cosecha necesaria para la reproducción de la vida en abundancia.

Esta Primera Consulta a Iglesias Cristianas tiene, a mi entender varias sorpresas de las buenas y de las malas, siendo el silencio o la negativa a responder la más ofensiva ¿No nos consideran prójimo/a cuando les dirigimos la palabra en forma de interrogación? Esta actitud de ACIERA, las iglesias ortodoxas, la Metodista, la IELA y la IERP (¡esta última se excusa en la no existencia de relaciones previas!) son las más peligrosas más allá de la diversidad posiciones frente a la población lgbtiq+ que, sabemos, cada una de estas instituciones pone en práctica ¿De qué sirve una solidaridad de gueto? ¿Qué existan pastores gays y lesbianas confesos en las iglesias pero que su institución no fije posición en un diálogo que se inicia desde las organizaciones no devela un carácter decorativo de la diversidad para esas iglesias? ¿Qué esas iglesias que sabemos profesan la diversidad y la inclusión es excusen o nieguen al diálogo con organizaciones que desde el año 1967 trabajan diariamente por la igualdad y la fraternidad nos les moviliza preguntarse a quien consideran prójimo/a?

Párrafo aparte merece la Iglesia Católica Apostólica Romana de Argentina quien respondió desde su más alta jerarquía con elaboradas posiciones que no comparto, pero que valoro por su valentía a poner por escrito posiciones que ya todos conocemos y criticamos, más cuando sabemos la importancia que tiene esta iglesia que es mayoritaria y suele producir opiniones potentes frente a otras denominaciones. Nuestra crítica y rechazo a las posiciones de esta iglesia son conocidas. Su momento más álgido fue en los años 90 cuando realizamos juicio a una de sus mayores autoridades como fue Monseñor Quarracino. Entre el deseo de aquel Monseñor de mandarnos a todos/as a una isla a las actuales respuestas que incluyen la existencia de un trabajo “ministerial” hay un avance que es necesario, y esperemos, se profundice.

Vale resaltar la posición de la Iglesia Evangélica Valdense que realizó un trabajo que resultó en una decisión sinodal de la bendición matrimonial, siendo la única que hasta ahora podemos decir es inclusiva. El proceso que realizó esta denominación fue democrático y alcanza a toda la denominación.

Otras iglesias como la IELU y las IRA también declaran que aceptan realizar bendiciones matrimoniales, pero por ahora en teoría ya que nos preguntamos ¿Qué ocurriría en templos de estas denominaciones que no cuentan con decisiones institucionales frente a un pedido de bendición matrimonial en distritos en los que sería novedosa la presencia de personas lgbtiq+? Como movimiento social sabemos que siempre es mejor contar con la norma que su ausencia, ya que la consagración de un derecho al menos da la posibilidad de pelearlo frente a su negación. La “ausencia de tensiones o riesgo de división” no fijan derecho, porque sabemos que “la paz no es más que la continuidad de la guerra por otros medios”, es decir, cuando existe discriminación estructural no podemos hablar de igualdad consagrada.

Es llamativa la respuesta de ALIDD que responde con verbos en condicional. No sabemos cuáles son esas condiciones, lo que sí sabemos es que los derechos no los tienen porque son absolutos y relativos a lo que se construye en una sociedad democrática y diversa.

Por conocimiento que poseemos quienes somos cristianos/as sabemos que existe distancia entre lo declarado por muchas “jerarquías” y las prácticas pastorales concretas, pero lo preocupante es que quienes fijan las posiciones en los debates públicos son las “conducciones” y las decisiones normativas de las denominaciones y no las prácticas de buena voluntad que valoramos y alentamos.

Más allá de la discusión sobre el matrimonio religioso, el sacerdocio de mujeres también es un tema a señalar. En este sentido es más clara la diferencia entre la ICRA y el resto de denominaciones que incluyen a las mujeres. Sin embargo esta diferencia no implica de manera automática una mayor apertura de discutir cuestiones de género que también son reclamos de las comunidades lgbtiq+, como ser el bautismo en caso de cambio de identidad de género. La excusa que el bautismo se realiza a la “persona” nos enreda en la discusión de si la misma puede considerarse de manera independiente a su nombre y su identidad.

Todas las discusiones que resultan de las cuestiones planteadas por la Primera Consulta confluyen en el debate sobre la base del “dato bíblico”, dato que no es “duro”, sino claramente hermenéutico producto de traducciones y tradiciones. Por esto este debate en tanto disputa de interpretaciones se resuelve como política, es decir, como modo de pensar y llevar a la práctica modelos de vivir juntos/as que exigen el esfuerzo de releer en contexto y considerar que si lo escrito por comunidades en el pasado atentan contra la dignidad humana, será esta la que se imponga como criterio de vida abundante. El principio de respeto mutuo del que nos habla Amy Gutman no puede ser absoluto si las posiciones en disputa no son concurrentes a marcos de derechos humanos y no discriminación que son lo que hacen de la creación sea buena en gran manera”.

*Docente e Investigador UNLP/UBA/UNTREF. Miembro de Protestantes por la Diversidad y de la Secretaría de Diversidad Religiosa de la FALGBT