Recalde, el chapista asesino de Junín
Cosecha Roja.-

– ¿Cómo mata éste asesino?

– De la peor manera que se puede matar alguien: mirándolo a los ojos.

Sandra Colo y Paola Tomé no se conocían pero tenían cosas en común: no estaban casadas ni tenían hijos, trabajaban en locales infantiles y fueron asesinadas un jueves 16 por Rubén Recalde. Los crímenes ocurrieron con un año de diferencia. El chapista intentó abusarlas, las estranguló y las golpeó hasta la muerte. Hoy la Justicia de Junín lo condenó a prisión perpetua por los femicidios. “Recalde es el tercer asesino serial de la historia argentina”, dijo la fiscal Viviana Lisazo.

Antes de que terminara el juicio, Recalde dijo sus últimas palabras ante el Tribunal Oral en lo Criminal Nº1 de Junín: “No voy a hacer ninguna declaración, gracias por todo”. El chapista acumulaba un largo historial de antecedentes y condenas por robo y violación desde 1980, pero no por homicidio. En 2009 abusó a una empleada de una juguetería y lo condenaron a tres años y medio de prisión durante un juicio abreviado. Había recuperado la libertad apenas dos meses antes de que  Sandra Colo apareciera muerta, veinte antes del crimen de Paola. El relato de la víctima que declaró en el juicio fue el eslabón clave para entender la modalidad criminal.

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Sandra trabajaba en “Abracadabra”, un local de fiestas infantiles. En agosto de 2012, Recalde entró y se hizo pasar por un cliente, la atacó y la mató. Lo mismo pasó con Paola en Rowena, su negocio de ropa de niños, en enero de 2014. “Comprende su criminalidad y es inteligente, nunca va a reconocer pero tampoco va a negar, sólo calla”, dijo Lisazo durante los alegatos. Para ella, Recalde tiene un “desarrollo del serial típico: estudia, acecha, elige el día y planifica sus actos”.

Los tres peritos que investigaron los casos coincidieron con la fiscal: el chapista es un psicópata que goza con el sometimiento de sus víctimas. Al inicio de la investigación, creían que el asesino era un médico o un técnico con conocimientos precisos. Con el femicidio de Paola se dieron cuenta de que se trataba de la misma persona porque Recalde había dejado su ADN en el marco de la puerta y en el baño del local. El testimonio de una de las peritos fue contundente. El perfil genético único y completo coincidía con el del chapista. “Para esta clase de psicópatas las personas somos como una mesa, si les molesta la corre”, dijo Lisazo.

El abogado defensor Silvio Acerbo no pudo contradecir las pruebas. Trató de salvar al acusado diciendo que era inimputable porque no comprende la criminalidad de sus actos. Acerbo no aceptó la calificación de femicidio que hizo la fiscal porque no cree que haya habido una situación de violencia de género. Tampoco mató para procurar la impunidad después de violar a otra mujer en 2009. De ser así, hubiera asesinado a “los otros testigos que declararon en el juicio y que también lo pudieron haber reconocido”, dijo el defensor. Y pidió que Recalde sea imputado por homicidio en ocasión de robo, un delito que tiene una pena máxima de 25 años.

Lisazo le retrucó sus pedidos de cambio de calificación. Ella dijo que la violencia sexual es una forma de violencia de género. “Poco importa para Recalde el monto del robo, lo que importa es lo sexual y al no poder acceder carnalmente aumentaba su violencia”, dijo durante el juicio.

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Según la acusación, Recalde entró al local en el que estaba Paola haciéndose pasar por un cliente el 16 de enero a las cinco de la tarde. La amenazó y la obligó a subir al entrepiso del negocio. Allí la golpeó en la cabeza y le puso un repasador en la boca a modo de mordaza. Luego intentó abusar de ella. Paola luchó todo lo que pudo pero él siguió pegándole contra el piso. El chapista se paró sobre los brazos de su víctima y con un pañuelo alrededor del cuello, hizo un torniquete y la estranguló. Después agarró las llaves del local, cerró la puerta y escapó.

Recalde opción 2Tras el crimen de Paola, los fiscales sacaron una conclusión: alguien había salido a cazar otra vez. Las coincidencias entre los hechos y las víctimas eran demasiadas. Paola y Sandra habían sido asesinadas con un año de diferencia en Junín, una localidad de la Provincia de Buenos Aires con menos de cien mil habitantes. Pronto no quedaron dudas: los rastros genéticos en las dos escenas del crimen eran idénticos.

La fiscal Lisazo intuía que se trataba de un asesino serial y revisó todos los expedientes desde 1999. Un día una mujer fue a verla y le contó su historia. El 30 de junio de 2009, a las 10 de la mañana, un hombre había entrado a la juguetería donde trabajaba preguntando por regalos para nenes de 7 años. En un momento ella le dio la espalda y el hombre aprovechó para empujarla y encañonarla con un arma, le ató los pies y las manos con una soga y la amordazó con una bufanda. Luego cerró la puerta con llaves y la encerró en el baño. La llevó a la cocina del local y la desnudó,la chica se desvaneció y abusó de ella.

El chapista fue detenido enseguida por ese ataque y

Todo empezaba a cerrar. Al escuchar el relato de la joven Lisazo creyó que había dado con el asesino de Sandra y Paola y ordenó que fueran a buscarlo. Luego de ser detenido en su casa -donde vivía junto a su hija de 13 años-, Recalde fue trasladado a la DDI de Junín. Estaba “tranquilo”, como si ya supiera que no tenía muchas posibilidades de pasar por inocente. El dueño del taller en el que trabajaba le preguntó si quería un abogado.

-No -respondió-. Si estoy acá y la Policía no tiene pruebas, me las van a buscar. Ahora me van a hacer un ADN, eso va a determinar todo.

 

[Publicada el 10 – 07 – 2015 ]