Karina AbregúMaximiliano Montenegro*.-

Ojalá.

Karina Abregú está viva. Debería estar muerta, enterrada en algún cementerio y en una nómina de mujeres asesinadas por lo que llamamos violencia de género.

Pero no.

Karina Abregú está viva.

Esto de seguir viva ocurre por una casualidad, porque cuando su marido Gustavo Albornoz le pegó patadas y piñas, para luego rociarla con alcohol y prenderla fuego, ella logró zafar y corrió hacia una pileta, que tenía agua porque era verano (1 de enero 2013), entonces logró apagar las llamas y de esa forma evitar su muerte.

Si el ataque se registraba en invierno o si la pileta estaba vacía, Karina hoy no estaba viva. Ni ayer. Ni antes de ayer.

Elijo contar sobre Karina, porque al hacerlo, por ejemplo, queda desnudo un sistema que nada hizo para prevenir ese acto horrible del ataque con alcohol y fuego. En esa previa, ella hizo denuncias, golpeó puertas pidiendo ayuda, y ahí quedó, sola, sin lograr salir del círculo que casi la mata.

Luego, cuando se animó a esquivar su fatídico destino, la dejaron sin trabajo, la echaron de la clínica donde se reponía porque se quedó sin obra social, y ahora sale obligada a pedir plata para comer y agradece cuando gente solidaria la ayuda con calmantes, alimentos o ropa.

Hay más.

El hombre que la atacó estuvo detenido 33 días. Luego de lograr un beneficio excarcelatorio, amenazó a Karina con matarla -esta vez de manera concreta- las veces que quiso.

Vive con terror ella. Y con razón, basta con mirar lo que pasó hoy mismo en Pilar con Belén Morán.

Pero Karina está viva.

Debería estar muerta. Pero no. Sigue viva.

El próximo lunes 3 de agosto, ella, Karina Abregú, la que debería estar muerta pero sigue viva, va a estar encabezando una marcha frente a los Tribunales de Morón, desde las 10.

Pedirá justicia. Pedirá protección. Pedirá ayuda. Por ella, por otras como ella y por muchas otras que ya no están.

Ojalá no la dejemos sola como hasta ahora.

* Periodista de Diario Popular

Foto: Diario Popular