EL GUATON JULIO: EL ZAR DE LA DROGA
A las 23:21 horas del viernes 15 de octubre una limousine Hummer negra ingresa a La Legua Emergencia por calle Jorge Canning. El lujoso auto se detiene en el número 556. Nada distingue por fuera la casa escogida. Un pequeño portón de fierro enchapado en madera esconde la entrada.
Un adolescente de jockey negro y pantalones anchos sale de la casa seguido de otros cuatro jóvenes de similar aspecto. Con movimientos rápidos suben al vehiculo que enfila rápido hacia Santa Rosa. Ya son decenas de pobladores los que han salido a mirar la limousine que recorre las calles que ni siquiera la policía se atreve a transitar. Nadie tira una sola piedra.
Todos saben que allí arriba va J.F., el hijo de uno de los hombres más poderosos de La Legua Emergencia y el más escurridizo para las policías. También el más temido. Para los 15 años de su hijo, Julio Fuentes Arancibia, más conocido como el Guatón Julio, arrendó una Hummer (a $230.000 la hora) y la sala 2 del teatro Caupolicán (a $600.000). Pero a J.F. lo esperan nuevas sorpresas esa noche. Su padre ha contratado a los “Regeton boys”, la banda top de los adolescentes y a una ex protagonista del programa juvenil de TV “Yingo” para animar la fiesta. No hubo límites en los gastos. Cercanos a Fuentes Arancibia que participaron del festejo dicen que desembolsó unos $15 millones.
Fuentes tiene recursos. De orígenes difusos. Todos los habitantes del sector saben que es uno de los hombres que controla el mercado de la droga. Pero en Chile sólo registra una corta estadía en la cárcel.
Han transcurrido 40 días desde la celebración del hijo del Guatón Julio en el Caupolicán. Aún resuenan en las calles de La Legua Emergencia los comentarios por el festejo apoteósico. Pero este jueves 25 de noviembre otro sonido provocará la estampida de las cucarachas. El ruido de motores que invade la calle donde habita el Guatón Julio es de una flota policial. Tampoco habrá reggaeton, sino balas y gritos. Julio Fuentes Arancibia acaba de ser detenido. Debajo de su cama de dos plazas la policía encontró un kilo de cocaína.
-El Julio está en el lado oscuro, pero en la casa jamás guardamos nada. Eso lo pusieron los ratis y lo vamos a demostrar -me dice en tono enérgico su esposa, Maria Pinto, quien insiste en que la policía “lo cargó”.
Otros kilos de la misma droga pero sin refinar se descubrieron en una de las “oficinas” del Guatón Julio en Colchero. En la misma casa -comprada en 2004 por una persona que sólo prestó su nombre- el 28 de octubre se habían descubierto 3 kilos de clorhidrato de cocaína. El inmueble registra más de 10 allanamientos en los últimos seis años.
La defensa de Julio Fuentes, en prisión preventiva por ahora, tendrá 120 días (hasta marzo) para probar que su cliente no ejerció maltrato de obra a la policía y tampoco infringió la Ley de Drogas. Los mismos días de que dispone la fiscalía para probar que es uno de los zares de la droga de La Legua Emergencia.
A la caída del Guatón Julio se agrega la detención de uno de sus “soldados”: Orlando del Carmen Orellana Rodoureira. Su trabajo principal era ser pistolero y “canguro” (guardar y custodiar armas). En su prontuario se inscribe su historial como lanza en Argentina y siete años de cárcel por homicidio.
TODO PARTIO CON EL PERILLA
Hasta mediados de los ‘90, si bien La Legua Emergencia albergaba un gran número de delincuentes, esto no la diferenciaba de otros barrios bravos de la Región Metropolitana. Hasta que llegó el lanza internacional Manuel Fuentes Cancino (el Perilla), quien instaló allí su cuartel central de narcotráfico.
Fuentes fue el primero que empezó a transitar por la población en buenos autos y siempre custodiado por tres o cuatro guardaespaldas armados.
José Ormeño, dirigente de la asociación Raíces de La Legua, conoció a Manuel Fuentes Cancino en sus dos facetas: lanza y narcotraficante.
-El Perilla era un choro respetado y querido en toda la comuna. Cuando sabía de un vecino que lo estaba pasando mal, no dudaba en ayudarlo. Yo lo vi ayudar a mi vecina porque no tenía dinero para comprar útiles para el colegio de su hijo. En Navidad, repartía regalos para los niños más pobres de la población. El llegó por seguridad para su negocio. En El Pinar, donde vivía con su familia, no estaban las condiciones que se dan aquí –cuenta José.
Casas iguales contiguas e interconectadas, pasajes cerrados, gente con necesidades extremas que él ayudaba y que le devolvían la mano con silencio. Un territorio ideal para su negocio. Fuentes Cancino comenzó comprando varias casas para ocuparlas como “oficina”. Ahí llegaba la droga y se distribuía para todo Santiago. También hacia el extranjero. Como las fachadas de las casas son todas iguales y no tenían número en la entrada, él mandó a pintar todas las casas del mismo color. Un eficaz método de protección.
En esa época comenzaron a aparecer los primeros “soldados” y “sicarios”: hombres que aseguraban la protección de su negocio que fue en ascenso. Pero aún así las balaceras no eran parte de la rutina de los habitantes de la población.
-Hasta ese momento aquí uno convivía con delincuentes y choros, pero para nosotros la vida no era insegura porque nos respetaban. Y si algún choro tenía un problema con otro, se agarraban a combos, a lo sumo a cuchillazos, pero era muy raro ver un arma en una pelea vecinal –dice un vecino antiguo.
Todo cambió en 1999, cuando Fuentes Cancino (el Perilla) fue detenido. Un duro golpe para la banda del hombre sindicado como jefe del “Cartel de La Legua”.
El narcotráfico no tardó en reorganizarse en un nuevo cartel: “La Banda de los 40”. Con la ayuda de celulares introducidos por algunas de las visitas o gendarmes a los cuales pagaba en dinero o en especies, el Perilla consiguió mantener desde su celda el control de la droga que se distribuía en el sector sur de la capital.
Los líderes principales del nuevo “Cartel de los 40” eran dos sobrinos del Perilla: Julio Fuentes Arancibia (el Guatón Julio) y su hermano, Juan Fuentes Arancibia (el Vaticano).
A fines del 2003, la PDI consiguió desbaratar la banda. En el juicio, las escuchas telefónicas fueron la prueba de que todas las operaciones eran dirigidas por el mismo Perilla desde la cárcel.
Fuentes Cancino fue trasladado a la que hasta ese momento era usada solo para reos por delitos terroristas: la Cárcel de Alta Seguridad (CAS), mientras los principales líderes de la banda fueron condenados a distintas penas de reclusión.
-Ahí quedo la escoba: ¡cayeron casi todos! Y los que quedaron libres a los pocos días ya se estaban disputando la droga que no había sido incautada por los ratis. Todo cambió. Aparecieron los “picao a choros” y los balazos iban y venían los fines de semana y hasta en la feria de los jueves o los domingos, porque varios se las dieron de traficantes -cuenta la pareja de uno de los condenados.
-Cuando el “Cartel de los 40” entró en guerra las balaceras se escucharon prácticamente todos los fines de semana y empezamos a tener los primeros muertos en las calles -dice un vecino de rostro abatido.
Todos los vecinos han vivido en primera línea la guerra que dio paso a nuevas bandas del crimen organizado. El campo de batalla han sido las calles y pasajes de La Legua Emergencia. Y sus primeras víctimas, sus habitantes.

 

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