Sol Amaya. La Nación.-

A un año de su desaparición, su familia se dedica tiempo completo a la búsqueda de María; cuáles son las principales hipótesis; en qué está la causa judicial.

Sobre el aparador del living, María sonríe en todas las fotos. Sus dientes blancos asoman entre sus finos labios que forman una perfecta y simétrica sonrisa, acompañada de sus ojos brillantes y achinados por el gesto y su pelo tirado detrás de las orejas y hacia un costado. Así se la ve en una imagen en la que está sentada junto a su familia. Tiene el mismo gesto en una foto tomada en uno de sus tantos viajes. Alegría y paz es lo que transmite el rostro de esta joven desde cada una de las postales de esos recuerdos.

Un clima marcadamente opuesto se respira en la habitación que está adornada con esas fotografías. Imposibilitado de esbozar sonrisas y muy lejos de sentir algún tipo de tranquilidad, Federico Cash se pasa los días oficiando de una especie de investigador privado en busca de poner fin al mayor dolor de toda su vida: la desaparición de su hija.

Hace ya un año que este padre de familia dedica sus horas a recibir llamadas de personas que creen haber visto a María Cash , la joven diseñadora que viajó al norte y fue vista por última vez en julio del año pasado. La gente le dice que la vio en alguna esquina, en algún local, en alguna comisaría, al costado de alguna ruta. Esa información, que él mismo procesa, con la ayuda de su esposa María del Carmen y sus dos hijos Máximo y Santiago, es enviada luego a Gendarmería, con la esperanza de que al menos uno de esos miles de llamados permita dar con el paradero de la joven, hoy de 30 años, que partió con destino a Jujuy y desapareció en algún punto del recorrido.

La investigación familiar

Inmediatamente después de su desaparición, la familia Cash se puso a trabajar en su búsqueda. Reconstruyeron el camino que la joven realizó hasta Jujuy, pararon en todos los lugares en los que se la vio, hablaron con todas las personas con las que ella se contactó. Recorrieron hospitales e intentaron comprender, sin éxito, los movimientos erráticos de María.

Con mucha tristeza y con información que sólo recibieron tiempo después, están seguros de que los recorridos en su búsqueda se cruzaron con los pasos de la joven en algún punto. Que tal vez por apenas segundos no llegaron a encontrarla.

Pero sus intentos no terminaron allí. Durante todo este tiempo recibieron alrededor de 3300 llamados de gente que dice haberla visto. Con paciencia y realizando un trabajo de hormiga, los Cash fueron procesando cada uno de ellos, evaluando su veracidad, agendando cada dato y enviando lo que consideran importante a Gendarmería.

El proceso es doloroso: cada llamado es a la vez una esperanza y luego una frustración cuando confirman que esa joven que pasó por tal lugar no era su hija. “Lamentablemente, y a pesar de que muchos tienen celulares con cámara, casi nadie atina a fotografiar a la mujer que creen que es mi hija. Eso hace mucho más difícil nuestro trabajo”, dice este padre desesperado.

Este año recibieron tan sólo cinco imágenes. Cinco ilusiones. Ninguna de ellas era su hija. “Una vez me llamaron desde Rosario, diciéndome que me tomara inmediatamente un avión, que María estaba en una comisaría. Yo ya no me ilusiono como antes. Insistí en que me mandaran una fotografía”, cuenta Cash. Y comprobó, otra vez, que no era a su hija a quien habían encontrado.

Dolor y desilusión

“Siento una tremenda indignación con lo que no hizo y lo que creo que no hará la Justicia para encontrar a mi hija”, dice el padre de María, sentado entre sus fotografías, desanudando las tiras de los lentes que tiene en sus manos, como si quisiera así desenredar sus pensamientos. “Pasaron 12 meses de investigación y no sabemos nada”, se lamenta y habla de la incompatibilidad entre “el lento trabajo judicial” y la urgente necesidad de hallar a una persona desaparecida.

“Considero que hay un real abandono de persona, del cual es responsable el Estado, que es quien debe hacerse cargo de encontrarla a mi hija o protegerla”, dice, haciendo pausas para acomodar las ideas y eligiendo cuidadosamente cada palabra.

“Se tardaron seis desesperantes meses en ofrecer la recompensa “, sostiene el hombre, la mirada hacia abajo, los ojos brillosos. Tampoco entiende, dice, “la insensibilidad de las autoridades salteñas manifestada tras el hallazgo de un cadáver en Cafayate “. Se refiere al cuerpo encontrado el pasado abril de 2012 en un paraje ubicado a pocos kilómetros de la ruta nacional 68. En un principio se estimó que podría tratarse del cuerpo de su hija, aunque al poco tiempo se comenzó a descartar la hipótesis porque las características de la dentadura no coincidían. Fuentes judiciales confirmaron a LA NACION que el cotejo con el ADN de los Cash fue realizado y dio negativo. Pasaron casi tres meses y la familia denuncia que nunca recibió una notificación oficial al respecto.

“No tienen idea de la desesperación que provocó en nuestra familia la espera de esta información. Habla de una insensibilidad tremenda el hecho de que no se tomen el trabajo de sacarnos la angustia, de permitirnos volver a la esperanza de encontrarla viva”, dice Cash y luego larga su queja: “Siempre intuí que ese cuerpo no era el de mi hija, pero sólo pude confirmarlo por información que trascendió en los medios. La Justicia nunca me notificó”.

La investigación judicial

Apenas fue denunciada la desaparición de María, tomó intervención el juez de instrucción salteño Federico Diez, ya que Salta en esa provincia se la vio por última vez. Paralelamente se abrió una investigación en la provincia de Jujuy, en manos del juez Javier Arostegui. .

Durante unos siete meses, fue la justicia provincial la que llevó la causa principal, aunque a pedido de la familia también tomó intervención la jueza federal María Servini de Cubría. El juez Diez habilitó un número telefónico para que la gente aportara datos que pudieran orientar la investigación.

Fuentes judiciales informaron a LA NACION que la mayor parte de los cuerpos de la causa hasta entonces estaban formados por oficios para allanamientos y pedidos de rastrillaje. Las fuentes aseguran que se rastrilló toda la zona de la ruta 34, donde María fue captada por las cámaras de los peajes. También dicen que se buscó entre todos los cuerpos rotulados como NN en morgues y hospitales.

En febrero de este año, la causa pasó a la justicia Federal, luego de que el delito de trata de personas se configurara como la principal hipótesis. Hoy es tramitada en el Juzgado Federal n° 2 de Salta, a cargo de Miguel Antonio Medina.

“No nos permiten acceder a la causa, hace meses que lo estamos intentando. Nos dieron sólo los dos primeros cuerpos de la investigación y nos mandan a la fotocopiadora con custodio”, cuenta a LA NACION Martín Gesino, abogado que representa a la familia como querellante. Gesino relata que tardaron dos meses en aceptarlos como querella. El año pasado la familia había presentado a otro abogado, que fue aceptado tres meses después y del que, según denuncian los Cash, no tuvieron más novedades.

“Llevan 300 años de retraso en términos jurídicos, han decretado allanamientos con la mitad de los oficios, no hay una línea clara de investigación, no hay planeamiento y nos tratan como si fuéramos el enemigo”, se lamenta Gesino.

“Es una vergüenza, no notifican nada a las partes, y eso que estamos en la ventanilla de al lado. Yo voy a seguir tratando de sacar a la luz lo que sucedió, y voy a continuar peleando para que cumplan con su trabajo y nos permitan acceder a la causa, que es lo que corresponde”, insiste el letrado. Y agrega: “Si algún día se logra algo en esta investigación, va a ser estrictamente mérito de la familia de María”.

Por su parte, fuentes de la justicia federal salteña dijeron a LA NACION que luego de recibir la causa volvieron a tomarse las declaraciones testimoniales de familiares, amigos y personas que tuvieron contacto con María en los últimos días antes de su desaparición.

“Desde que se recibió la causa se tomó todo tipo de medidas. Sí le hemos permitido a la querella acceder a la causa, pero no se la pueden llevar toda porque si no, no podemos seguir trabajando”, aseguraron las fuentes. También sostuvieron que “al abogado querellante se le ha notificado sobre todas las medidas periciales realizadas”.

La querella calcula que la causa tiene ya unos 25 cuerpos. Hay un pedido de búsqueda en Interpol y la familia logró también que se emitiera una solicitud de intervención al FBI.

Una búsqueda incesante

Más allá de la hipótesis que maneja la justicia sobre la posibilidad de que María, que parece mucho más joven de la edad que tiene, haya sido capturada por una red de trata de personas, Federico Cash piensa en varias otras opciones.

“Elaboro posibilidades en mi cabeza todo el tiempo. ¿Y si está en algún pueblo sin acceso a la televisión o las comunicaciones, resguardada por alguna solidaria parejita de ancianos? ¿Y si quedó en las manos de algún enamoradizo que la retiene y no la deja ir? ¿Y si está internada en algún centro médico, alguna sala, sin que nadie sepa que es ella?”. Y así pasan los días de Cash, elaborando hipótesis, convencido de que si María estuviese bien, física y mentalmente, se hubiera comunicado con su familia.

“Pedimos a toda la sociedad, en particular a los que trabajan en centros de salud, que si recuerdan algo, o dudan de algo, por más de que crean que no sirve, cualquier dato puede ayudar. Comuníquense con nosotros”.

Luego de ese llamado a la solidaridad, Cash lanza un profundo suspiro, se refriega los ojos y pide que lo dejen continuar con su trabajo. Ha suspendido dos horas su investigación y cada minuto es crucial para conseguir pistas que lo ayuden a encontrar a María..

Para aportar información que pueda ayudar a dar con el paradero de María Cash: 011-1533906277 /1538085960. El ministerio de Justicia de la Nación ofrece una recompensa de $ 200.000 para aquellas personas que brinden datos útiles.