brisamaximontenegroMaximiliano Montenegro.-

Les quiero contar una historia. La protagonista es Brisa, una nena de dos años, que el próximo 15 de septiembre cumplirá tres. Esta vez su mamá, Daiana Barrionuevo, no estará a cargo de hacer la torta, ni de colgar guirnaldas, inflar globos, invitar a los chicos del barrio y los familiares, y todo aquello que hace falta en una fiesta de cumpleaños.

El cuerpo de Daiana, mamá de Brisa y de dos varones mellizos de siete años, fue hallado el 10 de enero de este año, dentro de una bolsa, que flotaba en un río de Moreno.

El hallazgo fue una casualidad.

Iván Adalberto Rodríguez, pareja de Daiana, había denunciado en sede policial el 20 de diciembre, tres semanas antes de aquel hallazgo, que la mujer había abandonado el hogar, escapándose con un amante.

Durante la Navidad, días después del “escape” de Daiana, este hombre estuvo en la casa de la familia Barrionuevo, llorando por la situación, y recibiendo consuelo de su suegro Osvaldo y sus cuñadas Cintia y Joi, aún cuando las sospechas eran cada vez mayores.

Daiana no se había fugado con un hombre, abandonando a sus hijos y su marido. A Daiana le habían pegado tanto que su cuerpo no resistió todo ese dolor y colapsó. A Daiana la envolvieron en una frazada y la introdujeron en una bolsa de consorcio, como si fuera basura. A Daiana la arrojaron a un río. A Daiana la siguieron golpeando aún después de su muerte, con una policía y una justicia que nada hicieron por buscarla, creyendo aquello de la supuesta fuga.

Bastó que el femicida elabore una coartada con tufillo machista, para que los receptores de la denuncia se hicieran un festival con sus prejuicios de género y principios sexistas.

Los adjetivos, expresados o no, surgieron naturalmente: zorra, traidora, mala madre, y el más abarcativo, puta.

Pero el cuerpo fue encontrado. Y todo eso se desmoronó. Y Daiana, ahora sí, se liberó. Y Daiana, ya muerta, empezó a hablar.

Daiana, su memoria, su cuerpo, contaron sobre la violencia que sufrió durante años, en su casa, puertas adentro, sin lograr pedir ayuda, sin recibirla, sin poder saltar el muro del miedo.

Y gritó por justicia, finalmente, Daiana. Iván Adalberto Rodríguez está preso desde comienzos de año, y probablemente resulte condenado a una pena de prisión perpetua.

Pero les contaba que la protagonista de esta historia es Brisa, la nena de 2 años que cumplirá tres el próximo martes. Sin su mamá. Actualmente, Brisa y sus hermanitos viven con su tía Cintia, que es madre de tres chicos.

Como periodista, cubrí el femicidio de Daiana, pero luego publiqué una nota con el pedido de ayuda de Osvaldo, el abuelo de Brisa, que de manera desesperada solicitaba apoyo para sus nietos, con vestimenta, útiles, juguetes y alimentos.
En la nota, aparecía el número de teléfono de la familia.

Un par de semanas después, llamé a Osvaldo para preguntarle si había tenido novedades con la ayuda, y me contó que los llamados fueron decenas, pero no se había concretado nada.

Insistí con la situación. Esta vez en mi muro de Facebook, y allí muchas personas se solidarizaron.

Pero sólo una, en silencio, comenzó a juntar cositas. Se llama Vanina Calvete, y es amiga de Liliana Garabedián, otra víctima de femicidio en Catamarca.

Me enteré de eso que venía haciendo Vanina y pensé que estaría bueno tratar de multiplicarlo.

Así que empezamos a pedir cosas.

Y se sumaron Dora Otero Pérez, Marilina Villarejo, Patricia Sanmamed, Sandra Ruiz, Charly Núñez, Roxana Carbone, Lucía Galopo, Florencia Deimundo, Verónica Isola, y muchos más.

Hoy somos un grupo que va por varias “caravanas solidarias”, como las llamamos, haciendo eje y visibilizando todo lo posible en la realidad de los hijos y las hijas de las mujeres víctimas de femicidio.

Ellos y ellas son, también, víctimas. Pero están abandonados por las instituciones, sin contención, sin ayuda, sin gente que los acompañe. La Casa del Encuentro registró a 1.808 mujeres asesinadas desde 2008 hasta 2014. Estas mujeres eran madres de 2.196 hijos e hijas. Brisa es una de ellas. Y con este grupo tratamos de no dejarla sola.

Por eso, en estos días estamos organizando junto a la familia, el cumple de Brisa, el primero sin su mamá Daiana.

Les cuento esto porque estamos aquí discutiendo qué podemos hacer para lograr un mundo mejor, más solidario, justo, igualitario, libre de violencias y prejuicios.

Y se me ocurre que lo mejor es caminar con otras, con otros, y construir desde el amor.

* Si leyeron todito, eso es lo que leí hace un rato en la jornada llevada a cabo por la organización internacional Voces Vitales, que todos los años reconoce el trabajo de un varón. El año pasado, fue el fiscal Marcelo Colombo, que viene haciendo un laburo gigante contra la trata para explotación sexual de mujeres y niñas. Esta vez me tocó a mí. El reconocimiento se llama “Voz Vital Masculina”. Antes del texto, hablé un cachito de autismo (en cualquier lado) y de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género en Argentina.

* Gracias Silvina Molina, gracias Liliana Hendel, gracias Fabiana Tuñez, gracias Ada Beatriz Rico, mis amigas y maestras. Lindo ayudarlas, caminar con ustedes, aprender y colaborar en que el machismo estalle por los aires.

* Con la banda esa que mencioné en el texto decimos que somos “Los locos del amor”. Y como estamos hartos de que las hijas y los hijos de mujeres asesinadas por femicidas, resulten abandonadxs por el Estado, vamos a seguir haciendo quilombo hasta que reciban un ingreso económico mensual, tengan obra social y puedan vivir con algo de dignidad. Ni una menos.