Cosecha Roja.-

“Coreano de mierda, andate a trabajar a tu país”, le gritaron. Luego vino una lluvia de golpes que lo dejó inconciente. Isaac, de 28 años, terminaba de cenar en la casa de sus padres. Se levantó rápido y se subió a su Chevrolet Corsa. No era demasiado lejos el departamento donde vive en la calle 2 entre 46 y 47 de la ciudad de La Plata. Llegó rápido: el tránsito a esas horas sólo encuentra autos y colectivos que cargan jóvenes rumbo a distintos boliches de la ciudad. Eran los primeros minutos del sábado 8 de septiembre cuando llegó a su casa. Se bajó del Corsa y trabó las puertas. Hasta el momento, todo le parecía normal. En el bolso encontró las llaves y se tropezó con tres jóvenes que, tomando cervezas, pasaban el tiempo en el umbral del edificio contiguo.

-Coreano de mierda…-gritó uno de ellos.

Isaac le contestó entre dientes, murmurando su bronca, un poco acostumbrado a la sorna argenta de la cargada frecuente, futbolera.

-¿Vivís en el edificio?-, preguntó.
– Sí, vivo acá- contestó uno de ellos.

“Bueno, calmemos las cosas. ¿Para qué hacer bardo con los vecinos?”, pensó.

Y así empezó todo. La puteada, la respuesta y un barril de cerveza de 5 litros que le tiraron por la cabeza. Quedó inconsciente 20 minutos.

“Mi percepción es que sabía qué pasaba en todo momento”, contó a Cosecha Roja. En todo ese tiempo, recibió patadas y piñas. “Me pegaron solamente en la cara y en la cabeza. No recibí ningún golpe en otra parte del cuerpo. Me horroricé al enterarme que, estando inconsciente, me seguían pegando”. Desde el primer momento se descartó la hipótesis de un robo. Isaac tenía en los bolsillos toda la plata del sueldo, su teléfono celular y el auto en la puerta de su casa.

Los vecinos, alertados por el salvajismo, llamaron al 911. Según cuentan algunos testigos, el patrullero y la ambulancia tardaron más de lo previsto. Cuando llegó el móvil policial, Isaac recuperó el sentido. Lo acompañaron al hospital San Martín, donde estuvo un día en observación y se le hicieron pruebas para determinar el grado de las lesiones. Le quebraron el seno maxilar izquierdo.

“Todavía no sé quién es el que me pegó, pero es vecino. Viven al lado. La policía llegó después que los vecinos empezaron a gritarle a los agresores que dejen de pegarme”.

Hoy, a más de una semana de la golpiza, Isaac va todos los días al oftalmólogo por la formación de coágulos en los ojos y tiene fractura de mandíbula. La Unidad Funcional de Instrucción N°1 de la fiscal Ana Medina interviene en el caso. Allí caratularon el caso como Lesiones graves. “No tenemos a nadie procesado. La víctima no pudo reconocer a sus agresores”, le confirmó la fiscal a Cosecha Roja.

Isaac llegó a la Argentina de la mano de sus padres. Tenía 8 años y como ellos, muy poca idea de lo que les esperaba. Crecieron juntos al calor del menemismo y pronto se trasladaron a la ciudad de La Plata. Allí comenzaron a trabajar e Isaac a estudiar arquitectura.

“El insulto racista es cosa de todos los días. Aprendí a no enojarme y no condenar a toda una sociedad solo por un grupo. La discriminación existe, pero no hay que generalizar”, cuenta Isaac.

En estos últimos meses, La Plata parece ser un caldo de cultivo para casos similares. El martes 4 de septiembre, Cosecha Roja publicó una nota sobre la discriminación que sufren los senegaleses impartida desde la municipalidad.

“No quiero tampoco tildar de xenofobia a un país sólo por un caso de tres jóvenes, pero Argentina está lleno de hijos de inmigrantes, entonces, es rara la discriminación”. “Siempre me cargan. Acá tengo a mis amigos más íntimos. Cuando llegué al país, me ayudaron en el idioma y me integraron a los grupos de juego: No puedo meter a todos en la misma bolsa. No tengo resentimiento”.