Primero había pensado que sean 14, para que coincidan con la fecha: 14 de diciembre. Pero después le pareció mejor lo tradicional, una docena. Y rojas, todas rojas. Una docena de rosas rojas para su pareja, con quien el 14 de diciembre cumplirá el primer aniversario y no podrá saludar porque estará de viaje por trabajo. “Un poco cursi, sí, pero me pareció un lindo gesto que le lleguen ese día”, dice K.

K buscó en Mercado Libre un lugar confiable donde vendan flores y hagan envíos. Lo encontró fácilmente porque casi todas las publicaciones con las que se chocaba pertenecían al mismo negocio. Entonces hizo click y lo primero que preguntó fue si podían entregar un ramo de una docena de rosas rojas la semana próxima en la zona de Almagro. “Podemos hacerlo con mucho gusto. Entrega sin cargo”, recibió como respuesta. Entonces, compró. Pagó con débito y, al acreditarse el pago, le pidieron los datos, la dedicatoria y de quién para quién.

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El mensaje era bastante lineal: “Te amo. Feliz aniversario”. De K para C. Dos nombres de mujer. La respuesta de la vendedora (sí, también era una mujer) llegó diez minutos después y fue contundente: “Nos acaban de avisar del área de producción que no contaremos al final con envío para esa semana, le pedimos mil disculpas por las molestias ocasionadas. ¿Puede cancelar la compra? Con gusto le devolveremos su dinero apenas cancele”.

Antes de volver a contestar, K se quedó un rato releyendo la respuesta. Se lo contó a un amigo y éste le aconsejó que les dé el beneficio de la duda. Entonces, idearon un plan: una compañera de trabajo mandó otro mensaje al lugar preguntando si podían asegurarle una entrega para la semana próxima para una zona aledaña a Almagro. Y ¡sorpresa! Le contestaron que sí. Entonces K los increpó: cómo podía ser que a ella le habían cancelado el pedido, luego de haberlo pagado. No contestaron.

Hasta acá la conversación era privada. Pero K decidió recurrir a las preguntas públicas pero se las borraron. Sus compañeras de trabajo también preguntaron si no hacían entregas a personas del mismo sexo. También las eliminaron.

El lema de la florería es, por lo menos, pretencioso: “Somos una florería cuyo objetivo es reforzar los valores de la familia, como base la fidelidad, el amor y sobre todo Dios”. K también cree en Dios. “Y estoy enamorada de una chica”, dice, como tratando de encontrar la incompatibilidad de querencias. Pero no las encuentra.

K. tiene 26 años. Está acostumbrada a que cuando camina por la calle de la mano de C les griten o las insulten. Siempre fue tolerante pero esta vez se cansó y contestó.

cap pantallaDespués de hacer públicas las preguntas, K también escribió a Mercado Libre. “Lo lamentamos y te pedimos disculpas, pero te pedimos que le compres a otro vendedor”. Horas después le llegó otro mensaje que, seguramente, escribió otro empleado encargado de las relaciones con los clientes. Volvieron a disculparse y le aseguraron que para nada compartían “este tipo de actitudes” (la homofobia y lesboodio). Le pidieron, además, que envíe los datos del vendedor para poder contactarlo y evitar futuros inconvenientes. K seguirá de cerca el proceso de su queja.  

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Ni 14 ni 12. No habrá rosas entre K y C, al menos en este aniversario. Después del mal trago, K desistió de comprarlas en cualquier otro sitio. Habrá mensajes, tal vez un llamado, el deseo y la promesa de un festejo más apegado al regreso del viaje. Y abrazos, besos, caricias. Y sexo. Como en cualquier pareja. Como en todas las parejas que, a pesar del odio y el espanto ajeno, viven.

Foto: Gala Abramovich y Mariana Moretti