Hoy Macri dijo que estos habían sido los “peores cinco meses de su vida”.  Las frase estuvo en el trending topic de la indignación. Mientras digerimos el discurso, hablamos con siete mujeres que no contaron de manera muy concreta como la crisis está afectando la vida en sus barrios.

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Norma organiza una copa de leche en la casa en la que vive con sus tres hijos y con la abuela de los chicos en Remedios de Escalada, en Lanús Oeste. Hasta hace un año daban de comer a 20 chicos del barrio: hoy tienen anotados 112. “Vienen de barrio La Esperanza, Villa Los Chaqueños, Villa el Tala. No damos abasto, les tenemos que servir la merienda en tandas”, cuenta la mujer, integrante de la organización Tupac Amaru.

En marzo empezó a levantar un entrepiso en la casa para poner una panadería abajo y que el comedor funcione arriba, con un espacio de recreación para los chicos. “Quedó a medio edificar. Levantamos las columnas y una pared y tuvimos que suspender”, dice.

 

2

Estela y Ricardo llegaron a Buenos Aires desde Chaco hace dos años y se instalaron en el partido de San Martín con sus seis hijos. Con la plata que él ganaba como albañil y carpintero con la ayuda de sus dos hijos mayores les alcanzaba para comer y pagar el alquiler de un monoambiente en el que viven los ocho.

Hace un mes que Ricardo no consigue trabajo y el alquiler se les fue a 6800 pesos. Ya les avisaron que si no pagan van a quedar en la calle.

 

3

Ana tiene 39 años y es voluntaria del comedor Siempre los Niños de Villa Elvira, en las afueras de La Plata. Cada sábado le dan la copa de leche y apoyo escolar a unos 110 chicos del barrio. “Cada vez recibimos más gente con necesidades básicas insatisfechas. Antes venían y les dábamos ropa o últiles, ahora directamente vienen a buscar comida”, cuenta.

“Nosotros sabemos quiénes son los chicos que vienen siempre, ahora vemos que vienen muchos que no conocemos”, dice Ana. “Necesitamos donaciones: sobre todo leche, galletitas y alimentos no perecederos.

 

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D.E se crió desde los cuatro años en el hogar de la obra del Padre Cajade, en la ciudad de La Plata. A principios de 2018, con veinte años, dejó el hogar: se reencontró con su familia y consiguió trabajo cargando materiales para la construcción. Afuera se encontró con situaciones de violencia y consumos problemáticos. A los pocos meses tuvo que volver al hogar. “En general los egresos de los adolescentes son difíciles, pero en este contexto es más complicado: las familias están devastadas”, explica Agustina, una de las voluntarias.

 

5

Gabriela se acercó al merendero de su barrio hace unos meses, cuando a su marido lo echaron de la empresa Electroluz. Se acercó tímidamente. Le daba vergüenza tener que ir a pedir comida para sus tres hijos. Cada tarde, después de que el centenar de chicos termina de tomar la merienda, las chicas del merendero le guardan lo que sobró en una botella para que al día siguiente sus hijos puedan desayunar antes de ir a la escuela.

 

6

Adriana tiene 51 años, siete hijos y es costurera. Comenzó con el comedor durante la crisis del 2001. Hoy sus siete hijos, la mamá, otros integrantes de la familia y algunos vecinos la ayudan a preparar las viandas para 60 familias de Billinghurst.

“Hace dos meses se empezó a hacer más grande la lista y se nos hace cada vez más difícil. Yo tengo siete hijos, se lo que es cuando tienen hambre y te piden comida”, dice Adriana, militante del Movimiento Evita de San Martín.

 

7

El 19 de agosto 500 chicos se juntaron con sus familias en el predio del Hogar de la obra del Padre Cajade para celebrar el Día del Niño. A diferencia de otros años, esta vez no alcanzaron los choripanes, las hamburguesas y las empanadas. “La gente se llevaba la comida en los bolsillos. Eso te da una pauta de que la están pasando mal en serio”, contó una de las voluntarias.