Las villeras también abortamos

“Dicen que tuve un bebé. Siete historias en las que el sistema judicial encarcela mujeres y a casi nadie le importa”, es una compilación de relatos sobre el aborto en Argentina. Compartimos un adelanto de esta novedad publicada por Siglo XXI.

Las villeras también abortamos

Por Cosecha Roja
19/11/2020

Paloma fue huérfana de madre y fue violentada por su padre. Asumió el cuidado de sus hermanos pequeños desde muy corta edad y fue violada a los 19 años cuando iba camino a la escuela, en un barrio hostil al que ni siquiera pudieron ingresar profesionales de agencias judiciales. Alrededor de ella se forjó un contexto de marginalidad múltiple que puede entenderse como una construcción acumulativa de situaciones desventajosas que van acrecentando la posibilidad de ser víctima de la violencia.

En los barrios humildes y en las villas, la agenda feminista incluye reclamos específicos y urgentes, como combatir la violencia institucional que se da en la doble condición de quienes son mujeres y pobres. En los márgenes, el Estado castiga tanto con la pobreza como con la falta de recursos educativos, de salud y de seguridad. Esto tiene un impacto diferencial sobre las mujeres y la forma en que atraviesan las situaciones de violencia.

En nuestra región, “el 60% de las mujeres han sido madres a los 19 y, de ellas, la mitad carece de ingresos propios, educación formal y habilidades necesarias para competir por puestos de trabajo superadores” (Ibarra, V. E. (2018), “Brecha de género y feminización de la pobreza en América Latina. Una aproximación desde el informe de ONU Mujeres y la perspectiva de Federici”).

frente Dicen que tuve un bebé [tapa]

Para combatir estos obstáculos, las organizaciones de mujeres lograron crear espacios para transformar la vida en los márgenes en experiencias de resistencia colectiva. Con estas reflexiones lo describen, por ejemplo, las mujeres de la Casa de las Mujeres y Disidencias de la Villa 21-24, en la CABA:.

Si yo hubiese tenido un lugar así cuando tenía 16 años, cuando decidí estar en pareja con un violento sin saber lo que era, y de separarme con 19 años, y después de tantos maltratos y golpes… Si yo hubiese tenido una casa de la mujer no hubiese seguido sufriendo esa situación de violencia. Esta casa empodera un montón, enriquece y acompaña, es sentir el amor y el cariño de otra vecina que siempre está para abrazarte, entonces, la Casa de la Mujer libera.

En el barrio de Paloma, estos andamiajes no estuvieron a su alcance. Paloma fue detenida, criminalizada, imputada y condenada por no saber. Ahí sí apareció el Estado. En ese momento de su vida, el margen captó la atención de la justicia.

Como plantea bell hooks, “estar en el margen es ser parte del todo pero estar fuera del cuerpo principal” (2019: 1). La vida de Paloma, que hasta ese momento estaba totalmente fuera del radar y el alcance estatal, pasó a ser visible para el Estado. Paloma fue violada pero nadie lo supo. Dejó la escuela tres veces, pero a nadie le importó. Esa es la otra cara del margen. El cuerpo de Paloma, por ser una mujer pobre, no fue parte del cuerpo principal. Paloma declaró que había pensado que la bebé estaba muerta, pero nadie la escuchó.

Declaró que había sido violada, pero los tribunales se enfocaron en otra parte de la historia. La que vino después, la que le reprochó lo que no había hecho. Por eso, Paloma fue violentada, también, por el Estado en general y por el Poder Judicial en particular. Tres años y tres meses debieron pasar para que la fiscalía, la defensa y el Tribunal de Casación la escucharan y, finalmente, la absolvieran por un hecho que nunca debió haber atravesado.