CesarManuelGonzálezHernándezExcelsior.-

César Manuel González Hernández, oriundo de Huamantla, Tlaxcala, es uno de los 43 estudiantes desaparecidos de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, en Guerrero.

El 26 de septiembre, su hermana Brenda recuerda que envió un mensaje de texto a la familia para contarle que estaba a punto de desayunar, junto con el resto de sus compañeros. Para entonces, ya sabía que formaría parte del contingente que partiría rumbo a Iguala, con el fin de recabar fondos y participar en la marcha del 2 de octubre.

César Manuel es el único hijo varón de la familia González Hernández. Apenas en el primer semestre de este año, el joven de 21 años tomó la decisión de abandonar la carrera de Derecho, en la cual sólo cursó dos semestres, para seguir su verdadera vocación: profesor de educación primaria, como su hermana mayor.

Según parientes y amigos, descubrió su oficio durante los dos años que estuvo trabajando como asesor comunitario en el Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe).

Con ese antecedente y ante las limitaciones económicas en su hogar buscó un plantel que se ajustara al escenario, lo que encaminó sus pasos hacia la institución guerrerense, donde no tenía que pagar, y aseguraba la comida en la mesa, lo que le permitiría un camino franco hacia su objetivo profesional.

El Marinela —como le decían sus compañeros desde que en un viaje a Guadalajara trepó y manejó un camión repartidor de pan—, gustaba de practicar el off road en automóviles. Las unidades eran adaptados en el taller de hojalatería de su padre Mario César González Contreras, quien le enseñó el oficio.

El pasado fin de semana, 200 personas salieron a las calles de Huamantla para demandar al gobierno la reaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. “Vivos se los llevaron y vivos los queremos”, gritaron los manifestantes, después de la información que la víspera difundió el procurador general de la República, Jesús Murillo Karam, en la capital del país.

En la protesta, Brenda González refirió que el día del crimen recibió una llamada de uno de los compañeros de su hermano, quien le dijo que los policías habían disparado contra los camiones, que había heridos y muertos.

Ante tal panorama, recordó que no tuvo más remedio que relatar a sus padres lo sucedido, por lo que al descubrir que su nombre no estaba entre la lista de personas fallecidas en el lugar de los hechos, permitió a todos aupar la esperanza, la cual se ha vuelto tormento, pues cada día parece el último de la pesadilla.

Con la pena a cuestas, el líder de la familia ha estado en manifestaciones en el Distrito Federal, hasta donde ha viajado para encontrar información sobre el paradero de su primogénito, a quien recuerda porque “quería ser maestro para ayudar a la gente de la sierra”, por eso, “donde quiera que esté”, estoy orgulloso de él”.

Después de mes y medio de búsqueda, el grupo huamantleco ha sido minado económicamente. Recibe un apoyo mínimo de los gobiernos estatal y municipal.

Según los parientes de la familia, don Mario esta convencido que la tragedia de su hijo y de sus compañeros de escuela empezó con la pobreza, pues sin dinero no hubo otra opción que la búsqueda de una institución pública, sin posibilidades de valorar una de paga.

“Es una persona sencilla, siempre le gustó ser profesor. No sé por qué, porque yo soy hojalatero. Estuvo en Conafe y se iba a la sierra a dar clases.”

Ahora conoce el verdadero México, el de las fosas clandestinas por todos lados, el de los sicarios, los asesinatos, la corrupción, la impunidad…

Con este aprendizaje forzado, parientes y amistades refieren que sigue esperanzado en recuperar a César Manuel.

 

Imagen: Ladobe.mx