justicia por paola acosta - CBA24

Cosecha Roja.-

Un amigo que estaba con él la noche del femicidio de Paola Acosta, contó que Gonzalo Lizarralde se ausentó durante dos horas por cuestiones laborales. Al hombre que trabajaba en la fábrica de sándwiches de la familia del acusado le sorprendió que el sábado a la mañana llegara con la camioneta recién lavada. Un vecino del barrio donde encontraron a la víctima y su beba contó que esa madrugada vio en el lugar una Peugeot muy parecida a la de Lizarralde. Todas las declaraciones apuntan al femicida de la alcantarilla.

Aquel 17 de septiembre de 2014 Lizarralde iba a llevarle por primera vez la cuota alimentaria a Paola Acosta por la hija que tenían en común. A la noche las pasó a buscar y no las vieron más. Las encontraron apuñaladas en una alcantarilla. Paola estaba muerta y Martina deshidratada y con un cuadro de hipotermia: había sobrevivido 80 horas sobre el cuerpo de su mamá.

Lizarralde llegó al juicio acusado por “homicidio calificado por la relación de ex pareja de la víctima mediando violencia de género y alevosía” y por“tentativa de homicidio calificado por el vínculo contra una niña mediando violencia de género y alevosía”. “El único móvil para lo que le pasó a Paola y a Martina era su mera existencia”, dijo a Cosecha Roja Maru Acosta, hermana y tía de las víctimas. Ayer, durante la primera audiencia y ante un jurado popular en Córdoba, se negó a declarar. Podría ser condenado a cadena perpetua.

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Nicolás Martini contó hoy que la noche del 17 de septiembre estuvo en la casa de Gonzalo Lizarralde. Por cuestiones laborales, el acusado del femicidio de Paola Acosta salió y regresó dos horas después. El horario coincide con el encuentro que tuvo con la mamá de Martina, la hija que no quería reconocer y que intentó asesinar hace poco más de un año en Córdoba.

Ignacio Chávez Castro colaboraba en la fábrica de sándwiches de la familia Lizarralde. El sábado 18 de septiembre lo vio llegar al acusado con la camioneta Peugeot recién lavada: ya la había limpiado el día anterior. Los investigadores encontraron luego rastros de sangre compatibles con la víctima y buscan probar que Gonzalo apuñaló a Paola dentro del vehículo y la tiró a la alcantarilla.

Lázaro Olivieri vive en una propiedad en Igualdad y Zipolli, en el barrio Alto Alberdi, frente a la boca de tormenta donde aparecieron Paola y su beba de un año y nueve meses. Esa noche el hombre se levantó para ir al baño y vio por la ventana una camioneta muy similar a la de Lizarralde.

Nelson Márquez también trabajaba en la fábrica de sándwiches y fue el encargado de limpiar la camioneta la segunda vez. Lizarralde le pidió que quite una mancha y que no cuente nada. Y Marcelo Maceira, amigo de la hermana de Paola, dijo que al acusado no le importaba su hija. Durante los cuatro días que las buscaron a la mujer y su beba, Maceira le pidió a Lizarralde que colabore. “Si no vamos a creer que tenés algo que ver”, dijo.

En la jornada de ayer declaró Maru Acosta, la hermana de Paola. Contó el desprecio que vivió su hermana durante su relación con el acusado y cuando le reclamaba que reconociera a la beba. “Nuestro objetivo a través de los distintos testimonios es demostrar su culpabilidad y que se considere femicidio. Es violencia de género, no la mataron por otra cosa. Por eso pedimos que se incorpore el agravante y la fiscal (Eve Flores) lo tomó cuando elevó el juicio”, contó.

Para el fiscal Diego Albornoz que “hay una secuencia importante de indicios” que inculpan a Lizarralde: el testimonio de los vecinos, muestras de sangre en el asfalto, la casa de la Acosta y la camioneta de Lizarralde.

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Paola tenía 36 años. Había trabajado en un call center pero la echaron porque faltaba mucho: tenía un embarazo de riesgo y pasaba muchas horas en las audiencias en Tribunales haciendo trámites para que Lizarralde reconociera a su hija. Después vendió juguetes y ropa en una plaza en Córdoba. “Era una chica muy alegre, generosa, buena, feliz y siempre le transmitía eso a sus hijos”, contó Maru.

El 17 de septiembre de 2014 la mujer y su hija desaparecieron. Lizarralde las había pasado a buscar por el departamento del barrio San Martín en el que vivían. Después del análisis de ADN positivo, la justicia había determinado que él debía pagar 1400 pesos de la cuota alimentaria y habían acordado ese día para que él hiciera el primer pago.

Cuatro días después, el 21 de septiembre, una vecina del barrio Alto Alberdi escuchó llorar a la beba, llamó a la policía y las encontraron tiradas en una alcantarilla: Paola estaba muerta y Martina viva, aferrada a su cuerpo. La beba de un año y nueve meses tenía un cuadro de hipotermia y golpes y estuvo internada en terapia intensiva en el Hospital de Niños de Córdoba durante varias semanas.

Desde el crimen de Paola, Maru se hizo cargo de la beba, que tenía un año y nueve meses. “Parece que lo que hizo mal fue reclamarle la paternidad. Él no lo quería aceptar, ni siquiera cuando tuvo el ADN, no tuvo intenciones de asumir su paternidad y la quiso tirar a la basura”, dijo.

La nena se recuperó y tuvo que aprender a vivir sin Paola. “Tiene una fortaleza muy grande. Mis tres sobrinos nunca más van a tener su mamá y Martina para siempre va a tener las cicatrices en el cuerpo”, dijo la tía.

El año pasado 277 mujeres murieron en manos de varones machistas y 330 hijos perdieron a sus madres. Según datos del Informe Anual del Observatorio de Femicidios en Argentina “Adriana Marisel Zambrano”, en los últimos siete años, 2196 hijos se quedaron sin mamá y un 64 por ciento tienen menos de 18.

Foto: Cba24