Cerquita de mi casa hay un colegio. Es una escuela artística, la Escuela de Cerámica Nro. 1.

Es lindo el colegio: tiene un patio amplio y el sol da en todas las aulas.

Hay plantas, murales y en el patio se entremezclan cabelleras violetas, skates, polleras a cuadros, shorts rotos, guitarras, carpetas más grandes que lxs pibxs, zapatillas y borcegos blancos por el polvo que despiden arcillas y cerámicas, profesorxs que arman peñas, una banda oficial –Last Second of Night, hace covers de Green Day y algunos temas propios- y a veces, cuando tienen suerte, el gobierno de la ciudad les manda alfajores y manzanas como vianda.

Como da el sol todo el día hace mucho calor en las aulas, y las pibas van vestidas como en su vida cotidiana: shorts, zapatillas, remerita.  Y alguien del colegio le dijo a una chica: “Traer shorts atrae violaciones”.

Ahí se organizaron. Ante la violencia de los discursos, están conformando la Comisión de Género. E hicieron una intervención de carteles que distribuyeron en todo sitio visible.

“Los violadores existían antes que los shorts”, “La cantidad de ropa que llevo no es proporcional al respeto que merezco: me visto como quiero!”, “Desde cuando mi short mide tu respeto hacia mí”, “Tu comentario no cambia mi opinión: yo decido que ropa ponerme”.

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Consignas pensadas, discutidas, escritas en hojas blancas con colores por pibxs de 13 a 18 años. Que tienen su centro de estudiantes, que asisten –cuando sus familias autorizan- a marchas con las cada vez más enormes columnas de secundarixs, que toman con naturalidad todo tipo de noviazgos, que tienen compañerxs transgéneros y que llegan tarde al pañuelazo porque hay defensa oral de un trabajo de lengua o prueba de físicoquímica.

El jueves chicas y varones intercambiaron: hubo “pollerazo”.

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Cuestionar, pensar, accionar frente a discursos autoritarios, totalitarios, vacíos de contenido, habla de una adolescencia y juventud mucho mejor plantada, pensante y al mismo tiempo con las dificultades de la etapa que atraviesan: siguen sufriendo por amor, por desamor, se llevan 10 materias o ninguna, están alejadxs de sus familias por un abismo, tienen miedo del futuro y al mismo tiempo se llevan todo puesto.

Quería decirles, pues, que ese cartelito colgado que dice “Los violadores existían antes que los shorts” vale una vida.

En mi casa el placard es un revoltijo porque no dejan de ser chicxs y un poco de vergüenza les da. Pero se colabora con pollera negra, cuadrillé y alguna otra perdida por ahí.

Por mi parte me avergüenza que alguien con un sueldo del Estado y que trabaja en Educación intente llenar de miedo a una chica con un short.
Alto orgullo ¡Vamos lxs pibxs!