“Nosotras fuimos organizadas a denunciar”, contaba Lucía en febrero 2017, unos meses después de haber denunciado junto a Sofía a Lucas Carrasco, periodista y bloguero entrerriano, quien había abusado de ambas pocos años atrás. Ellas son querellantes en una causa de cuatro denunciantes y aquel día de agosto de 2016 entraron de la mano a la Oficina de Violencia Doméstica y contaron su historia. Allí no fueron escuchadas, pero insistieron: el siguiente paso fue la radicación de la denuncia en la Unidad Fiscal Especializada de Violencia contra las Mujeres (UFEM), dependiente del Ministerio Público Fiscal. Además de la vía formal, circularon su denuncia y testimonio por redes sociales. Eso alentó a muchas otras mujeres a sumar su experiencia sobre los abusos del periodista. Recién en agosto de 2017 se citó a Carrasco a declarar. Y el primer procesamiento, por el caso de Sofía, llegó a fines de aquel año.

Dos años después, el pasado 3 de agosto, el Juzgado N°5 decidió ampliar el procesamiento por la causa de Lucía y de K., otra denunciante, por el delito de abuso sexual con acceso carnal. Con este fallo, ya suman tres los procesamientos a Carrasco, quien además fue embargado y tiene prohibido abandonar el país o acercarse a cualquiera de las tres denunciantes.

“Es un fallo ejemplar”, coinciden las dos querellantes. Y agrega Sofía: “Está a la altura del momento histórico que estamos viviendo”. Habla de la Ley de Protección Integral a las Mujeres y menciona la ausencia de consentimiento como un factor determinante en el análisis de lo presentado. “Creo que pudieron finalmente tomar en cuenta el contexto de violencia machista en el cual se perpetraron los abusos sexuales en contra de mi cuerpo y de mi subjetividad”, suma Lucía, quien asistió a dos faltas de mérito sobre su causa antes de que el Juzgado finalmente resolviera considerar su experiencia integralmente. El procesamiento dirigido a Carrasco por los hechos en aquella relación reconoce círculos de violencia y también una asimetría de poder determinada por la diferencia de edad (ella 18, él 35). Según su abogada, Natalia D’Alessandro, “la ampliación [del procesamiento] es la confirmación de que las acusaciones que se hicieron tienen el grado de veracidad que la instancia requiere”

Más allá de que este es un paso fundamental en esta causa y dará el ejemplo para otros casos similares que están actualmente radicados en la justicia, en estos dos años las denunciantes tuvieron que hacerse de recursos para gestionar su propia reparación. Ambas coinciden en que es ejemplar y necesario, pero que se sanaron de otras formas: “En estos dos años yo estuve tratando de generar otro tipo de prácticas políticas que me generen reparación por otro lado, para no quedarme en esta imagen congelada de víctima. Prioricé otro tipo de vínculos políticos”, explica Lucía. Conversatorios, actividades, redes de apoyo y contención fueron algunas de las prácticas en las que encontró hogar ante la violencia y revictimización por parte del sistema institucional. Pero ahora, con el procesamiento y un posible juicio oral en el horizonte, reflexiona: “Ojalá esto sea una excusa para encontrarnos con aliadas, entender a esto como un punto de partida para pensar qué implica denunciar a personas como Lucas Carrasco, cuales son las implicancias de eso”. Y Sofía, con firmeza, agrega: “Estamos más fuertes que nunca. No sólo desde lo personal, sino desde lo colectivo”.

Es que Sofía y Lucía reconocen que, más allá de que la justicia haya tardado, la recompensa llegó hace rato: en aquel apretón de manos con el que entraron, juntas, a denunciar a Carrasco. La primera alianza de una organización inquebrantable.