Tropa de élite

Diego Galeano – Cosecha Roja.-

Luiz Eduardo Soares nació en 1954 en Nova Friburgo, una ciudad de la región serrana del estado de Río de Janeiro, a 136 kilómetros de la capital y a 846 metros sobre el nivel del mar. Primero se graduó en literatura, en la Universidad Católica de Río de Janeiro. Escribió algunas piezas literarias, mientras iniciaba una carrera paralela en ciencias sociales. En los años 1980 cursó la Maestría en Antropología de la Universidad de Campinas (donde  fue compañero del escritor argentino Néstor Perlongher), y más tarde hizo un Doctorado en Ciencias Políticas.

Luego comenzó una carrera como especialista en políticas de seguridad. Entre 1999 y 2000 fue Secretario de Seguridad Pública del estado de Río de Janeiro. El gobernador Anthony Garotinho lo despidió en vivo, en un programa televisivo de noticias, por sus denuncias a un grupo de policías corruptos conocidos como “Banda Podre” (Banda Podrida). Por amenazas de muerte, tuvo que irse de Brasil con su familia. Esa primera experiencia truncada como funcionario tuvo una digestión literaria: en seguida publicó Meu casaco de general: 500 dias no front da Segurança Pública do Estado do Rio de Janeiro (2000), finalista del prestigioso Premio Jabuti. Allí denunciaba las redes de vínculos entre policías corruptos, crimen organizado y narcotráfico. Después ocupó el cargo de Secretario Nacional de Seguridad Pública durante el gobierno de Lula da Silva, entre enero y octubre de 2003, cuando fue relevado otra vez por presiones políticas.

Volvió a atacar con un libro: Cabeça de porco (2005), un trabajo etnográfico sobre jóvenes de favelas de nueve estados brasileros, involucrados desde niños con el tráfico de drogas. Pero sería el siguiente libro, Elite da Tropa (2006), el que le daría mayor popularidad. Lo escribió junto a Rodrigo Pimentel y André Batista, dos altas jerarquías del Batallón de Operaciones Especiales (BOPE) de la Policía Militar, un grupo de elite encargado del combate del narcotráfico en los morros cariocas. Además de vender más de 180 mil ejemplares, en 2007 fue llevado al cine por el director José Padilha, con el título de Tropa de Elite, y fue un éxito absoluto. La película nació envuelta en un escándalo, porque antes de ser estrenada, incluso antes de su edición definitiva, se filtró en el mercado negro y fue vista por millones de personas que compraron copias pirateadas. Éxito y polémica antes de llegar a la pantalla grande, recibió el premio “Oso de Oro” en la edición 2008 del Festival de Berlín. La canción principal de la Banda Sonora se convirtió en el hit de los bailes funks y se escuchaba en las calles como ringtone de infinidad de celulares.

lsoaresLuiz Eduardo Soares es uno de esos escritores que saborean el gusto de ver convertido sus productos en un fenómeno de masas. Se alegra y lo reivindica. Más aún: sube la apuesta y reflexiona sobre eso. Publica otros libros – como Espírito Santo (2009), Elite da Tropa 2 (2010) y Tudo ou Nada (2011) – donde vuelve a entremezclar realidad y ficción para narrar al narcotráfico y la violencia en Brasil. La continuación de la saga Elite da Tropa retrata el surgimiento de los “milicias”, organizaciones criminales de la policía que buscan tomar control de las favelas y cobrar coimas a los vecinos. Cuando la policía carioca invadió en un operativo militar el Complexo do Alemão, en noviembre de 2010, blog donde Soares escribe sobre violencia, policía y narcotráfico (www.luizeduardosoares.com) llegó a ser visitado más de 100 mil veces en una semana. Desde ese blog combatió la cobertura mediática belicista y triunfal, que proclamaba una “victoria contra el tráfico” escondiendo la basura – la expansión mafiosa de las milicias policiales – debajo de la alfombra.

Un puñado de interrogantes atraviesa su trabajo intelectual. ¿Cómo articular una narrativa de la violencia alejada del amarillismo de la prensa sensacionalista, pero capaz de despertar interés en el gran público? ¿Cómo trenzar los relatos de la realidad con la ficción?  ¿Qué nos dice acerca de ello la experiencia de Elite da Tropa, y de su versión cinematográfica, Tropa de Elite?

 

Luiz Eduardo Soares (LES). Ese es, en efecto, mi gran interés. Sin embargo, a veces ese tipo de preguntas no se dejan ver. Espero que otras personas hayan percibido también esa cuestión. El libro y la película están de hecho juntos, pero no mezclados. Estamos juntos, es un emprendimiento del que todos participamos. Cada uno con una responsabilidad. La mía es exclusivamente sobre el libro, pero me siento parte del proceso e intento dialogar con los amigos involucrados en la realización del film y además soy, obviamente, consultado por ellos. La historia de Elite da Tropa es una contribución de diálogo y reciprocidad. Yo escribo. Por un simple motivo, tengo pretensiones de transformar el trabajo en algo experimental, narrativo-literario. Mis co-autores no tienen esa experiencia. Ellos, como policías, tienen un conocimiento precioso que yo no tengo. Por otro lado, yo tengo una vivencia en construcción literaria, en gestión en seguridad, entretelones palaciegos, que ellos no tienen. El trabajo de recortar, reconfigurar, interrogar, interpelar, desafiar, testear fronteras, categorías que clasifican géneros de escritura y definiciones posibles de la realidad, explorando caminos y conductos metalingüísticos, es mío. Pero se afina completamente con el emprendimiento colectivo.

¿Cómo nació ese emprendimiento?

LES. El proyecto nació en 2002. Presenté a la editorial la idea de una tetralogía: primero, entrando en el tráfico; segundo, saliendo del tráfico; tercero, la policía y, cuarto, la prisión. Pero acabó convirtiéndose en una trilogía. Las dos primeras ideas se plasmaron en Cabeça de porco. La policía fue abordada en Elite da tropa 1 y la prisión nunca apareció. En lugar de eso, digamos, surgió Espírito Santo, tratando un caso ocurrido en el estado brasilero que lleva ese nombre – el asesinato del juez Alexandre Martins – y mostrando que el Poder Judicial también es una plataforma de corrupción y crimen organizado. Elite da tropa 2 no estaba en el proyecto de 2002 y durante cierto tiempo resistí la idea, por no querer producir más de lo mismo.  Pero vino como respuesta a la emergencia de las milicias, sirviendo de excusa para un buceo más intenso en la subjetividad y en la moralidad de los policías.

¿Y el primero, Cabeça de porco?

LES. Cabeça de porco fue imaginado en una conversación con un productor cultural, Celso Athayde, y después incluimos al rapero MV Bill. Se trataba de una exploración en el universo de jóvenes involucrados con la violencia, particularmente con el tráfico armado, en las periferias de cinco regiones brasileras. La intención era, antes de juzgarlos, escucharlos, comprenderlos, distinguiendo itinerarios, múltiples formas de constitución de esos sujetos considerados “violentos”, a contramano de las categorías generalizantes, que solo sirven para diluir singularidades y producir estigmas. Ese buceo en busca del otro no lo podría haber hecho sin Bill y Celso. En el libro, no soy un científico social que interpreta, mientras ellos escriben. Mi voz se suma al coro, con desarmonías y convergencias.

 

¿Cómo fue el paso de ese relato al de Elite da tropa?

LES. El segundo libro estaría dedicado, por así decir, a los “enemigos”. Era necesario, de nuevo, bucear en un universo, ahora policial, buscando una perspectiva sorprendente en relación a los estigmas. De nuevo, necesitaba de cómplices venidos de aquel mundo, que hablaran desde dentro y pudieran escuchar a sus colegas como tales, como compañeros. Yo era amigo de Rodrigo Pimentel, ex capitán de BOPE, desde hacía bastante tiempo y él sugirió que incorporáramos a André Batista al proyecto. La historia de vida de André es una matriz narrativa extraordinaria, vale como una radiografía de Río de Janeiro. Su experiencia, entre lo que ve y vive, entre la guerra de los combates nocturnos en las favelas cariocas y su vida de estudiante becario de derecho en la Universidad Católica, es tal vez una historia nacional. ¿Están, de un lado, aquellos a los que hay que matar y del otro los que son un modelo a admirar? Esa fractura, que tiene un costado de complicidad y otro de incomunicabilidad, especie de apartheid psicológico, cultural y práctico, ese abismo que separa las dos dimensiones, es sintetizado en el recorrido cotidiano del personaje narrador del “diario de guerra”, inspirada en la vida de André. La relación creativa entre nosotros tres fue, creo, innovadora. Mientras Cabeça de porco fue compuesto como un mosaico de textos firmados, Elite da tropa fue escrito solo por mí. Pero los considero coautores, porque ellos no fueron apenas fuentes que yo pueda citar. Durante un año, nosotros nos encontrábamos y pasábamos juntos los sábados. Yo los escuchaba sin grabar ni anotar nada para que los casos, la voz y el tono comenzaran a destacarse. Ellos fueron fundamentales, pero quien escribí fui yo. Quería que fuera un trabajo literario, de construcción narrativa de voces.

 

¿Cómo fue la recepción del libro Elite da Tropa? ¿Se lo leyó como una obra literaria o se lo interpretó en clave de reflexión sobre la seguridad pública?

LES. Es muy curioso. En los debates, la tendencia es que el problema de la seguridad se destaque siempre y que todo el resto quede en la sombra. Yo tuvo conversaciones muy interesantes con escritores, críticos, amigos míos a los que el libro le gustó y que se muestran un poco perplejos con la clasificación de la obra. ¿En qué género debemos colocarla? Esa cuestión podría parecer académica o formalista, pero esas personas no son ni academicistas ni formalistas. Es que ellas no sucumbieron tan fácilmente en la trampa. Para mí esa confusión es interesante, por más que piense que estoy pagando un precio por eso. Me gustaría, por ejemplo, que el libro fuera evaluado, apreciado, como lo que él es: un libro de ficción que toma como materia prima las clasificaciones establecidas para volver a barajarlas, problematizando sus presupuestos y sus implicaciones. Sí, se trata de ficción, sin dejar de ser también un esfuerzo de otro tipo, con una dimensión de testimonio y memoria. Hay también un esfuerzo etnográfico y una tentativa de hacer periodismo literario y a la vez transgredirlo. Son varias capas que no necesariamente se complementan.

 

En el caso de Elite da tropa 2, ustedes hicieron algún esfuerzo para mostrar que el libro y la película, por más aproximados que estuvieran, eran cosas distintas. 

LES. Hubo ganancias y pérdidas en el hecho de lanzar libro y film al mismo tiempo. Para el libro, era mejor si hubiera sido lanzado antes. Teníamos un acuerdo con nuestro amigo José Padilha acerca de eso, para que no especularan, con el libro en manos, acerca del tipo de película que sería Tropa de Elite 2. Pero, como el éxito del film fue inmenso, saturó la prensa, ocupó todos los espacios y pasó a ser el eje de todas las discusiones. Inclusive la del libro. Realmente existe un interés, digamos, literario o cultural sobre el libro, incluso sobre su inclasificabilidad. En general, ante en brillo ofuscante del film, el libro desaparece del periodismo. En ese sentido, la relación con la película es ambigua. Ayuda a divulgar, pero también dificulta.

 

¿Cuáles son los efectos de presentar una ficción sobre un tema tan actual y tan polémico?

LES. Primero, comenzando por lo más trivial, se pueden contar las historias que merecen ser contadas. Se no fuera en la forma de ficción, no podría tropa933-79hacerse, porque sería blanco de todo tipo de amenazas, juzgamientos y represalias. Habría que comprobar cada episodio y responder por cada palabra en un juicio. No era nuestra intención acusar individuos, sino revelar procesos y mecanismos. Segundo, se puede construir una narrativa ficcional, es posible proponer un personaje narrador en un discurso en primera persona, condición para establecer una relación empática con los lectores. La palabra empatía alude a temas caros para David Hume, Jean-Jacques Rousseau y la conciencia liberal e individualista del siglo XVIII. La posibilidad de ver el mundo a través de los ojos de ese individuo ficcional, de ese personaje o sujeto inventado, es una experiencia de igualdad y transitividad imaginaria. Reproduce la estructura básica de la moralidad, cuya matriz es el desplazamiento hacia la posición del otro. Y ese movimiento, esa transitividad o metamorfosis (para citar a Elías Canetti) es también el ejercicio esencial de la narrativa literaria. La empatía es el nombre de ese movimiento y está en el origen de nuestros valores más preciados, como los derechos humanos.

 

¿Y por qué resulta tan importante esa transitividad?

LES. La experiencia que tuve en Río de Janeiro con la cuestión de la seguridad pública es que la información por sí sola no basta. Uno puede pasar todas las informaciones, todos los datos. La población está informada de que el infierno está ahí al lado y que el genocidio está en curso, que ese tipo de cosas forman parte de lo cotidiano. Las personas se impresionan y envuelven un fideo con el tenedor. Se impresionan y piensan en el compromiso del día siguiente. Se conmocionan con la boca llena de comida y en seguida hacen una llamada telefónica para ir a la playa, a jugar al fútbol o a clase de inglés. La vida sigue. La tragedia no es metabolizada, no se convierte en emoción, no es incorporada a la economía de los afectos, no es movilizadora, no funciona como causa de vigilia, de insomnio, ni altera la conciencia. ¡La vida sigue! Entonces, para encontrar una manera de sacar a la gente de ese estado y colocarla en otro lugar, creo que es interesante la invención literaria, la ficción, la provocación empática.

 

El libro y el film Tropa de Elite 2 sugieren que hubo un cambio en el eje del conflicto que está por detrás de la violencia en Río de Janeiro: que el problema de las “milicias” ha desplazado al narcotráfico, que los narcotraficantes ya no ejercen tanto poder. ¿En qué se basa esa idea?  

LES. Si se consideran las dinámicas criminológicas, societarias e institucionales en curso en Río de Janeiro, se verá que el narcotráfico ya no tiene futuro. O que tiene un futuro muy reducido. Y que la tendencia del narcotráfico que vemos hoy es ser substituido por el padrón internacional. Por razones económicas y por otras razones también. Pero principalmente por razones económicas. ¿Y cuál es ese padrón internacional? Es el padrón minorista y nómade. No es el del control territorial. Eso existe en todo el mundo democrático y siempre va a existir, mientras exista el prohibicionismo y mientras las drogas sean – imagino que siempre – deseadas por consumidores. Mientras haya consumo y producción, es imposible, en una sociedad democrática, impedir que consumidores, productores e intermediarios se encuentren. No se controla ese mercado. Se lo puede disciplinar, regular, pero no controlar. La guerra anti-drogas es un inmenso fracaso. No hay ninguna duda.

 

¿Eso fue lo que sucedió en Brasil?

LES. Para mí, filosóficamente, el prohibicionismo es injustificable. También lo es en la práctica. Esa modalidad minorista y nómade de venta y de negociación de la droga ilícita es el modelo predominante en el mundo. En algunas regiones de Brasil, sigue vigente el modelo territorial, basado en el dominio armado de comunidades. Eso es muy caro e ineficaz. Y va a costar cada vez más caro. Los traficantes tienen que mantener un pequeño ejército, reclutar, formar, contar con esas lealtades, comprar armas… Ellos tienen que armarse crecientemente y ese es un juego que se autonomiza en relación a las necesidades inmediatas, y tiene un costo muy alto. Los narcos tienen que disputar con otras facciones el control del territorio. Y tienen que negociar con policías, que son cada vez más voraces y terminan haciendo que recaiga sobre el tráfico la parte más pesada, onerosa y arriesgada. Para los segmentos policiales corruptos y delictivos, sobre el lucro líquido, el lucro sin costo, sin riesgo. En ese contexto, termina siendo mucho más fácil y atractivo para los interesados en el negocio de las drogas ilícitas crear métodos alternativos y vender las drogas por el sistema de delivery, como en cualquier lugar del mundo desarrollado. Entonces, económicamente, el narcotráfico está condenado, no es sustentable. Yo sostengo que el modelo territorializado es demasiado costoso y anti-económico. Es muy arriesgado y lleva a la muerte precoz de los propios narcotraficantes. Y, sobretodo, que este modelo puede ser substituido sin que los operadores de ese negocio dejen de actuar, siempre que se actualicen y se readapten.

 

Entonces, según la forma en que el libro y la película retratan lo que sucede en Río de Janeiro, parecería que el modelo de las milicias está mejor adaptado. 

LES. ¿Qué es económico y atractivo todavía en el modelo territorializado y lo será por mucho tiempo? El dominio de la policía, que no se restringe a las drogas, que abarca todas las actividades económicas, incluyendo las drogas. O sea, la milicia. Es mucho más efectivo. ¿Qué es lo que hacen? Ellos están reclutando, empleando al traficante. Esa historia de que la milicia es contraria al narcotráfico es una invención del discurso conservador y auto-legitimador de las propias milicias. Las milicias ocupan, sobretodo, las áreas abandonadas. Con raras excepciones, optan por áreas donde no hay resistencia del narcotráfico. Eso, repito, no significa que el tráfico no exista, que no tenga una dinámica propia, que no controle ciertas áreas. En el contexto en que afirmo que está en declive, hago un análisis prospectivo, un análisis de tendencia. Creo que el tráfico “ya fue” como solución para el negocio de las drogas ilícitas: el modelo tal cual lo conocemos ya fue. El tráfico de drogas en el modelo no-territorializado, no. Ese tipo de tráfico, que existe en Nueva York y en París, seguirá existiendo, hecho, en Río de Janeiro, hasta por las propias milicias, siempre que ellas resistan el avance democrático de Brasil.