La construcción de un centro de rehabilitación para mujeres con consumo problemático de sustancias fue uno de los reclamos centrales en la marcha de la Hermandad de los Barrios, un colectivo que agrupa a vecinos de siete barriadas populares.

“Tengo dos hermanas que consumen paco. Empezaron a los 14 y los 15 años. Son abusadas por droga, trabajan para los transas por un ‘papel’. Una tiene un hijo y si no tiene más es porque les pusieron un DIU para que no quede más embarazada. Me da rabia verlas así”. Marcelina Medina vive en el barrio Los Vázquez, donde las calles son de ripio, no hay alumbrado público ni dispensario de salud. Tampoco entra el camión recolector de basura y el colectivo más cercano pasa a diez cuadras. La mayoría de los vecinos son desocupados. En la zona operan dos transas. Como en muchas barriadas populares, las adicciones se apropiaron de la vida de muchos niños, jóvenes y de cada día más mujeres.

Marcelina no está sola. Marcha con la Hermandad de los Barrios Contra las Adicciones, un colectivo conformado por vecinos de diferentes villas de San Miguel de Tucumán y localidades cercanas donde el consumo de sustancias comienza como un juego de niños y culmina con la cárcel o la muerte. Es la tercera movilización del año. Todavía no lograron que los reciba ningún funcionario provincial ni nacional.

La protesta transita las calles céntricas donde las luces de los bares contrastan con la opacidad y la bronca de los manifestantes. Un carro de madera tirado por un caballo con la cresta teñida de azul y rojo, y un tatuaje improvisado que dice ‘ambre’ simula una ambulancia: al costado, el carruaje lleva pintada una cruz roja con la consigna “ni un muerto más por las drogas”. Por los parlantes se escucha una advertencia: “se acabó la paciencia”.

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Entre los distintos puntos de un petitorio que elaboraron, se destaca uno: construir un centro de rehabilitación para mujeres con consumo problemático de sustancias. “Las mujeres están más expuestas cuando consumen. Son violadas cuando se drogan, se prostituyen por paco. Y cada vez empiezan más chicas”, lamenta Noelia Luna, del Barrio Antena. El año pasado, sus vecinos se organizaron y prendieron fuego a las casas de los transas y los corrieron del lugar. Pero fueron reemplazados por otros. “Sacamos uno y viene otro. El gobierno no hace nada y la policía es cómplice. Siempre los vemos cuando vienen a cobrar”, dice Noelia, preocupada porque ve “criaturas de ocho años consumiendo en la calle”. Al frente del Antena, en el asentamiento Julio Abraham, vivía Daiana Garnica, la joven de 16 años que está desaparecida desde el 6 de mayo.

Verónica Ledesma camina lento. Arrastra un pesar. Tiene dos hermanos en consumo, una cuñada y algunos primos. “Ya no hay vida para ellos”, sintetiza. Verónica es de La Costanera, el barrio que se hizo conocido en 2006 porque fue el primer lugar donde se comenzó a visibilizar el paco en Tucumán. “Las mujeres entregan su cuerpo a cambio de una dosis. Por ser enfermas las discriminan. Mi cuñada tiene tres hijos prematuros consecuencia de las adicciones. Tiene 28 años, ocho hijos. Cuatro con mi hermano, tres vivos y uno muerto. No tiene trabajo. Dice que no cobra la asignación universal”, cuenta Verónica.

Mujeres adicciones

Allí fue la vicepresidenta de la Nación Gabriela Michetti el año pasado y les prometió construir un paseo “tan lindo como Puerto Madero”. Pero le reclamaron la finalización de la construcción del Centro Preventivo Local de Adicciones (Cepla), que el gobierno anterior dejó inconclusa a pesar de las promesas. Sólo llegó a completarse menos de la mitad del edificio en una obra sospechada de corrupción: la empresa a la que le adjudicaron la construcción, B&M, perteneció hasta el 2009 a Oscar Mirkin, secretario de Obras Públicas de la Provincia y primo del ex gobernador de Tucumán José Alperovich. La Justicia Federal inició una investigación para determinar qué ocurrió con los $6,6 millones de los $12,5 millones enviados por Nación.

“Para las mujeres es mucho peor el tema de las adicciones. Están expuestas a violaciones, trata de personas, enfermedades venéreas y también está el tema de los hijos que nadie sabe cómo abordarlo”, sintetiza Emilio Mustafá, psicólogo que trabaja en La Costanera donde fundó el grupo Ganas de Vivir que aglutina a jóvenes en recuperación de las adicciones. Mustafá opera en cinco barrios como parte de la Secretaría de Prevención y Asistencia de las Adicciones de Tucumán, aunque eso no le impide encabezar la marcha junto a la Hermandad. “Creció mucho el consumo en mujeres en los últimos dos años junto a la prostitución. De cada diez adictos, seis son hombres y cuatro mujeres. Hay una degradación y una fragmentación social muy fuerte. Se ven niñas de 10 años consumiendo. No es lo usual. El consumo empieza generalmente a los 14, 15 años”.

En Tucumán no existe ningún dispensario de salud que atienda específicamente a mujeres en situación de consumo. Sólo hay menos de diez camas para desintoxicación, que atienden urgencias.

La marcha recorre las ocho cuadras que separan el punto de encuentro del destino final: la Plaza Independencia, principal paseo de la provincia. Oradores espontáneos usan el micrófono. La Hermandad no tiene dirigentes aunque las madres siempre se destacan: están las del Pañuelo Negro de la Costanera, las de Familias en Acción del barrio El Sifón y las demás que no tienen nombre pero sí voces fuertes. Denuncian amenazas, la apatía de los políticos y que los señores de la alta sociedad tienen a donde llevar sus hijos adictos y los pobres no. “Por eso andan como zombies por las calles aunque el gobierno diga que no”, dice Ángel Villagrán, vecino de La Costanera. También revelan el crecimiento del hambre. En el comedor de noche que impulsa el grupo Ganas de Vivir los martes, cada día se acercan más madres con sus hijos. Atienden a 120 jóvenes en consumo cuya única comida del día es la que le ofrecen sus vecinos.

La Casa de Gobierno es el telón de fondo de los discursos. En el pasillo de la planta baja, un policía observa desde atrás de las rejas de entrada la movilización. Las luces del primer piso, donde están las oficinas del gobernador y los salones de reunión, están prendidas pero las cortinas cerradas. A pesar de que la semana pasada solicitaron una audiencia con Osvaldo Jaldo, vicegobernador de Tucumán, nadie los atiende. Analía Rito, vecina del barrio Antena, pide el micrófono. “Estamos cansados”, advierte. Analía fue una de las protagonistas de la quema de las casas de los transas el año pasado.

“Les decimos a los gobernantes que tengan huevos para luchar contra el narcotráfico” dice y su frase es el inicio de una lluvia de huevos que vuela y explota contra la fachada de la Casa de Gobierno. Nada pasa. Las cortinas permanecen cerradas y la Hermandad comienza su lenta desconcentración. La noche avanza y deben volver a sus barrios.

Esta nota se realizó en el marco de la Beca Cosecha Roja y fue publicada también en APA.