velorio lezcano gonzalez

Federico Trofelli y Jesús Cabral – Tiempo Argentino.-

Se mudaron de la villa del Bajo Flores a General Rodríguez y viven amenazados de muerte. La mamá y los hermanos de Leticia, Agustín y Hugo Lezcano González, acribillados la noche del domingo 12, afirman que son víctimas de una venganza. Señalan a un clan peruano y reclaman custodia. “Nos van a matar a todos”, dicen.

Los tres cajones son de madera barata. Están cubiertos con un tul blanco para evitar las moscas y sobre ellos se posan los retratos de Leticia, Agustín y Hugo, los hermanos Lezcano González, masacrados en la villa 1-11-14 en la medianoche del domingo pasado, junto a un amigo, Fabio Basualdo Ruíz Díaz. En esta habitación no hay coronas, pero abundan las velas y crucifijos. La escena se completa con el eco desgarrador de los alaridos de los familiares que despiden a los que abandonaron este mundo de manera temprana. El desfile de allegados comenzó en las últimas horas del martes y se extendió hasta el miércoles por la tarde, poco antes de que el cementerio Parque del Buen Retiro de Moreno cerrara sus puertas. Esa noche, el alcohol y los excesos mitigaron, en gran parte, el dolor por la muerte y la falta.

Los Lezcano González fueron diezmados. De los nueve hermanos nacidos en Paraguay, sólo quedan seis. Hace unos cuatro años, siete de ellos siguieron los pasos de su madre, Donaciana González, quien se instaló en Argentina en busca de un mejor destino: primero, lo hizo en la villa porteña 1-11-14, y hace unos dos años y medio, se trasladó a la periferia de General Rodríguez, en el barrio Agua de Oro, tras la compra de un terreno donde tiene su casa a medio terminar.

“Estamos asustados, no tenemos custodia. Nadie nos ayuda y nos van a matar a todos. Queremos desmentir lo que dicen los medios. No somos narcos”, contó Donaciana a Tiempo con los cuerpos de sus hijos como testigos. “Si fueran lo que ellos dicen no se hubieran regalado así. Sin armas”, insistió.

La mujer pretende limpiar el nombre de su familia y expone ante este diario su pobreza como prueba de sinceridad: “De esta manera no viven los narcos. No tenemos nada de más. Acá nos falta de todo”, agregó, extendiendo el brazo hacia una mesa despojada donde se ven los retratos de los jóvenes acribillados.

Para explicar la masacre, la familia sostiene dos hipótesis: una vinculada a un “amorío enfermizo” de Leticia y otra relacionada a “una venganza” contra Agustín, quien le habría “exigido” a un grupo de narcos que le aclarara a la justicia la situación de otro de sus hermanos –Gustavo– que está preso en Marcos Paz desde el año pasado por estar, según afirma su madre, en el lugar y el momento equivocado (Ver aparte).

Leticia tenía 19 años y era la única de sus hermanos que permanecía en la 1-11-14. “Ella vivía con nosotros pero hace un mes y medio volvió a capital porque le quedaba más cerca de los lugares donde trabajaba como empleada doméstica”, explicó una de sus hermanas que es menor de edad.

La adolescente detalló que Leticia tiene una beba de siete meses pero “desde que quedó embarazada tuvo tres parejas nuevas”. La última de estas relaciones habría terminado mal. “El tipo se obsesionó. La esperaba escondido y la seguía para todas partes. No la dejaba tranquila y la amenazó de muerte”, continuó su hermana, quien precisó que este hombre “no es paisano nuestro, pero tampoco es argentino”, sin animarse a mencionar que el muchacho sería de nacionalidad peruana.

OTRA VERSIÓN. Para los Lezcano González lo que pasó en la noche del domingo difiere de la información policial, sobre todo en la cantidad de pasajeros que volvieron a la villa 1-11-14 de Bajo Flores luego del festejo de cumpleaños de Leticia en Agua de Oro.

Se sabe que en el auto de Agustín, un Mercedes Benz 190 que aún no había terminado de pagar, viajaron Leticia, Hugo, quien era paralítico y debía tratarse al otro día en el Hospital Rivadavia y Fabio, un vecino de los muchachos, que aprovechó el aventón para ir a Capital Federal. Pero el nuevo dato que aporta la familia es que también iba otra misteriosa mujer. “No sabemos por qué no se la mencionó hasta ahora y eso nos hace sospechar si tuvo algo que ver”, indican.

El auto estacionó sobre Perito Moreno al 2000, frente a la manzana 9 donde esta chica y Leticia vivían. La familia reconstruyó, por el relato de testigos, que ellas habían alcanzado a alejarse del lugar cuando se escucharon los primeros disparos.

“Mientras Agustín y Fabio lo sacaban a Hugo del auto pasaron estos tipos en moto y los acribillaron. Hugo recibió los primeros plomos y Agustín lo abrazó para salvarlo, por eso él tenía todos los tiros en la espalda”, detalló Richard, otro de los hermanos Lezcano, quien avala la versión con una foto de ambos muchachos muertos abrazados en medio de un charco de sangre.

“Mi hermana –continuó Richard– estaba subiendo a su casa, a unos diez metros del auto, cuando empezaron a disparar.” La joven volvió sobre sus pasos gritando que no los mataran. “Se arrodilló llorando y ahí fue que le dieron en la cabeza. Como ella seguía gritando volvieron a dispararle varias veces hasta que dejó de moverse”, añade Richard.

A la familia le resulta extraño que la quinta pasajera haya salido ilesa. Además, “ella se quedó con el chip del teléfono de Leticia. Nos dijo que lo agarró de uno de los pasillos donde quedó el celular destruido de un tiro”, precisaron.

Fuentes de la Fiscalía de Pompeya a cargo de Marcelo Munilla señalaron que no contaban con ninguno de estos datos y que todavía no tenían una hipótesis firme del cuádruple crimen.

Por otro lado, en los pasillos de los Tribunales de Comodoro Py, donde tramitan varias causas de drogas que tienen como eje a la villa 1-11-14, se comenta que la masacre pudo estar vinculada a una “cuestión sentimental irresuelta entrelazada con la venta de drogas. Hace tiempo, un narco del barrio fue abandonado por una mujer. Ella comenzó una relación con otro hombre que fue amenazado de muerte. Este último buscó cobijo en los Lezcano González que no sólo le ofrecieron protección sino que avanzaron contra este narco, entrando a su casa y robándole además de la droga, todo lo que había ahí”, según reveló la fuente judicial con fluido contacto con investigadores de campo en el lugar. Según el vocero, esta jugada habría sellado la suerte de los hermanos. «

El barrio agua de oro

El partido de General Rodríguez se encuentra a 55 kilómetros de la Capital, en los confines del Conurbano. El paisaje se asemeja más a un pueblo del interior, por su tranquilidad, que a un gran centro urbano. El barrio Agua de Oro, enclavado a la vera de la colectora del Acceso Oeste, no fue ajeno al crecimiento demográfico que hubo en la región y según pudo confirmar este diario, en los últimos años recibió importantes oleadas de inmigrantes paraguayos y peruanos. Fuentes municipales y judiciales sostuvieron que la toma de tierras, ventas irregulares de terrenos y peleas a cuchillo están a la orden del día en la zona.

El patrón del obrero asesinado

Uno de los hombres que se mostró más consternado durante el velorio de los tres hermanos paraguayos se identificó como Aquino.

Él era el jefe de Fabio Basualdo Ruíz Díaz en la fábrica de plásticos donde trabajaba. “Le había explicado el oficio. Él quería que yo fuera el padrino de su hijita. Esa noche me pidió 1000 pesos porque quería reencontrarse con la mamá de su hija con quien se había peleado hacía unos días. Se iba a ver con ella en un boliche de Constitución y por eso viajó con los hermanos Lezcano en el auto”, contó con lágrimas en los ojos Aquino a los cronistas de este diario, que fueron los únicos en presenciar la despedida de las víctimas.

La causa que inició todo

Gustavo Lezcano Fernández ayer cumplió 21 años, pero lejos de festejar se debe estar preguntando si su situación procesal tuvo algo que ver con el cuádruple crimen de la 1-11-14. El joven cayó detenido el 25 de abril de 2014 junto a otros cuatro sospechosos en diferentes allanamientos ordenados por el juez federal Sergio Torres. Se lo imputa por acopio de armas y tráfico de drogas. Ese día la Gendarmería y la Policía Federal secuestraron casi diez kilos de cocaína, 148 de marihuana, pistolas y escopetas. “Esa noche en la que cayó preso mi hermano se quedó tomando hasta tarde con el dueño de la casa. Como ya no daba para que vuelva a General Rodríguez, se quedó allá. Hicieron los allanamientos y él quedó pegado. Agustín, mi hermano muerto, le reclamó a esa banda que dijeran la verdad”, indicó Richard Lezcano González a Tiempo. La familia cree que esta es una de las razones por las cuáles los pudieron haber ejecutado.

En esa investigación, a la que tuvo acceso este diario, se acusa a Sergio Ramón Britez, de 24 años, que también fue detenido en esa oportunidad, como uno de los que coordinaba la venta de drogas en el sector del barrio conocido como Tres Bocas donde se cruzan las manzanas 26, 9A y 9B de la 1-11-14.

La causa fue elevada a juicio oral. Ahora resta que el TOF3 de Capital Federal determine el comienzo del proceso.

Foto: familia Lezcano González / Tiempo Argentino