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Durante doce horas, 131 presos se deslizaron, en cuclillas, por un estrecho túnel que les permitió escapar de la cárcel de Piedras Negras, Coahuila, al noreste de México.

Fue la segunda fuga masiva más grande en la historia reciente del país. Y es, para algunos especialistas, una muestra más de que la guerra contra y entre carteles de narcotráfico también se libra en las prisiones.

En los últimos seis años, más de 700 presos han escapado de cárceles en varias ciudades, muchos vinculados con la delincuencia organizada. La mayoría de las fugas han ocurrido en zonas con presencia del cartel de Los Zetas, uno de los más peligrosos de la región, según autoridades mexicanas.

Esto no es casualidad, le dice a BBC Mundo el analista Alberto Islas, director en México de la empresa consultora Risk Evaluation.

En muchas prisiones estatales existen reos de alta peligrosidad mezclados con delincuentes comunes, explica. Son prisiones con bajos niveles de seguridad que fácilmente pueden ser controlados por los cárteles. Los Zetas, y otros grupos, aprovechan esta condición.

“Rescatan a gente entrenada que ya conocen, saben cómo trabajan y el manejo de la organización”.

“Les sale más barato, por la baja seguridad de los penales, sacarlos a ellos que reclutar gente nueva. Lo hacen porque el riesgo de rescatar gente de la cárcel es muy bajo”.

Estrategia

Así, subraya el especialista, en la disputa que mantiene con otros carteles, Los Zetas se han surtido de soldados entre los internos de las prisiones. A eso hay que sumarla la sangrienta disputa que enfrenta a los dos principales líderes de los Zetas, Heriberto Lazcano (alias El Lazca o Z3) y Miguel Ángel Treviño Morales (alias Z40).

De hecho, la mayoría de los presos que escaparon de la cárcel de Piedras Negras pertenecen a esta organización, reconoció el procurador (fiscal) de Coahuila Homero Ramos Gloria.

Es una estrategia que ha resultado efectiva para la organización. Los nuevos soldados suelen encargarse de acciones violentas contra sus rivales, e incluso algunos son responsables de masacres recientes en el noreste del país, de acuerdo con la Procuraduría (fiscalía) General de la República (PGR).

Es el caso del asesinato de 49 personas cuyos torsos fueron abandonados en Cadereyta, Nuevo León, en mayo pasado.

Uno de los acusados de la matanza es Ricardo Barajas, conocido como “El Bocinas” y quien meses antes escapó de la prisión de Apodaca, Nuevo León, junto con otros 29 reos.

Para concretar la fuga, Los Zetas organizaron una matanza de 44 prisioneros que pertenecían a su rival, el Cartel del Golfo. “El Bocinas” fue recapturado en agosto por el Ejército.

Los dos asesinatos masivos fueron parte de la disputa de estos grupos por controlar las rutas de tráfico de drogas y el secuestro de migrantes en Tamaulipas, al noreste del país, según confesaron los detenidos a las autoridades.

En este estado han ocurrido la mayoría de las fugas masivas de reos por una razón, explica Islas: es un territorio codiciado por varias organizaciones delictivas.

“El mercado de droga sigue aumentando y por eso reclutan más gente. Es como en cualquier negocio: si no tienes ventas no contratas empleados, y ahora seguramente quieren tomar otra plaza, se están expandiendo y por eso necesitan gente preparada”, le explicó el analista a BBC Mundo.

¿Cárcel?

Más allá de la disputa de carteles, la condición de las cárceles mexicanas es un serio problema de seguridad, reconocen organizaciones civiles y autoridades.

Recientemente la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF) advirtió que en las prisiones de Ciudad de México, por ejemplo, el verdadero control lo tienen los internos que han formado una especie de “autogobierno”.

La misma situación ocurre en al menos la mitad de las cárceles del país, especialmente las ubicadas en zonas que disputan los carteles de narcotráfico, según la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH).

Eso ha provocado que, en algunos casos, las prisiones se conviertan en refugio para los delincuentes.

Un ejemplo fue el caso de Humberto Ramírez Bañuelos, conocido como “La Rana”, ex jefe de sicarios del Cartel de Tijuana y quien se hizo encarcelar para escapar de una sentencia de muerte que emitieron los jefes de la organización.

Otra muestra fue Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, quien según investigaciones de la PGR vivió cómodamente en la prisión de alta seguridad de Puente Grande, Jalisco, de la que decidió escapar cuando supo que podría ser extraditado a Estados Unidos.

La crisis en las prisiones alarma a las autoridades. La Secretaría de Seguridad Pública (SSP) ha enviado a cárceles de alta seguridad a cientos de reos vinculados con carteles de la droga y otras organizaciones de delincuencia organizada.

Pero muchos aún permanecen en centros penitenciarios de baja seguridad, y es allí donde existe el mayor problema, ha reconocido el secretario de Seguridad, Genaro García Luna.