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Juan José Ríos – Rio Doce.-

Tres familias de esta comunidad cumplen ya 21 días viviendo en el infierno, desde que tres jóvenes desaparecieron presuntamente en medio de un operativo de la Policía Municipal de Ahome, en Los Mochis.
Y no son solo la angustia e incertidumbre lo que las tortura, sino que ahora desconocidos sin escrúpulos y desalmados las extorsionan vía telefónica, y tipos envilecidos les juegan bromas macabras.
Desamparadas y huérfanas de justicia, las tres familias poco a poco se van desengañando de las promesas que el procurador general de justicia del estado, Marco Antonio Higuera Gómez, les hiciera para salir del paso y que es ya una muletilla verbal: “Habrá justicia, sea quien sea y caiga quien caiga”.
Y es que los funcionarios asignados a resolver el caso ya no contestan las llamadas telefónicas, denuncian las hermanas Martha y Rosa Amelia Muro Rábago, e Iliana y Érika Blanco Rodelo.
Ante el abandono, ellas se aferran a cualquier esperanza de encontrar a sus muchachos vivos, sanos y salvos. Y ofrecen un trueque a quienes los mantienen privados de la libertad. “Nosotros nos callamos, si nos los regresan. No más denuncias, nada más, solo queremos que regresen a casa”, dicen.
Y esa esperanza es Dios. Para clamar a él han colocado dos mantas con proverbios bíblicos.
La incertidumbre de las familias comenzó la noche del 31 de enero, cuando desaparecieron los primos hermanos Efrén Ulises Valenzuela Muro y Luis Carlos Acosta Muro, de 21 y 23 años de edad, respectivamente, y el amigo de ambos, Irving Jared Blanco Rodelo. Estaban a bordo de un auto Neón blanco, modelo 1995, con placas VMV-7381 de Sinaloa, propiedad de Irving Jared. Un testigo, amigo de los primos, estaba orinando en el acotamiento del bulevar Macario Gaxiola, en la penumbra, cuando policías preventivos llegaron, rodearon el auto y se los llevaron.
El auto no fue encontrado y los muchachos desaparecieron. Iniciaron el peregrinar de la búsqueda y hasta hoy no han tenido resultados.
Cuando cesaron las extorsiones, llegaron las burlas macabras. De otros teléfonos le han marcado para reírse de ella y de su esperanza. Le preguntan si quiere verlos vivos, le cuelgan. Le llaman de nuevo, contesta, y le preguntan si no le importa lo que están pasando sus muchachos. Le cuelgan.
Y así, el sufrimiento crece. Tanto ha crecido, que su madre, y abuela de Efrén, ya tiene tres semanas en el hospital y sigue llamándolo. “Esa angustia la está arrancando de este mundo”, afirma.
“Escuché una entrevista que le hicieron al comandante Carrasco, que culpa a la familia de los desaparecidos de ser ese destino, por no haberlos criado bien. Le quiero decir que no invente, que por lo que hace a nosotros, sabemos que el nuestro no tenía nada malo, ni andaba en cosas chuecas o turbias, como el policía quiere hacerlo aparecer. Si tiene pruebas de lo contrario, que las muestre, de lo contrario, que guarde silencio”.
“Queremos decirles a quienes los tengan, que solo los queremos de regreso, que nosotros haremos lo que sea con tal de verlos regresar a casa”, puntualizan.