Cosecha Roja.-

Antonio Orlando Cajal fue hallado culpable de asesinar a martillazos a su esposa embarazada y a sus hijos de 6 y 4 años. El triple crimen de Morón ocurrió el 2 de noviembre del 2009, a plena luz del día, aunque nadie vio nada. El único acusado estuvo preso hasta septiembre del 2010, cuando la Cámara de Apelaciones de esa localidad bonaerense le concedió la excarcelación extraordinaria. Cajal llegó al juicio oral sin custodia alguna y así ha permanecido en su casa de Ituzaingó, pese a que en marzo de este año el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 4 de Morón lo condenó a prisión perpetua. Para los familiares de las víctimas, “se hizo justicia, pero a medias”. A finales de este mes, la Cámara de Casación Nº 3 dará su veredicto.

Lilian Fuño Rodríguez tenía 26 años cuando la mataron. Estaba embarazada de 8 meses y hacía dos días había anunciado que era un nene y que se llamaría Leandro. Esa mañana del primer lunes de noviembre, ella estaba en la cocina preparando la merienda para sus dos hijos. Braian, de 6, y Rocío, de 4, jugaban por toda la casa, en General Juan José Valles 540. A la tarde irían a la escuela: el nene cursaba primer año y la nena asistía a la salita verde del colegio adventista de Morón. El padre, Antonio Cajal, no estaba en casa. Se había ido desde temprano a terminar una changa de albañilería. Cuando regresó, ya en la noche, los halló asesinados.

Las sospechas del crimen recayeron sobre Cajal, porque en sus declaraciones muchas cosas no encajaban. Fue él quien descubrió los cadáveres de su esposa y sus hijos, pero no mostró algún signo de tristeza o consternación. Dijo que no tenía llaves para entrar a la casa y le pidió a un vecino que lo dejara meterse por el techo. Salió por la puerta, sin mucha preocupación, y le dijo al vecino que llamara a la policía: “Algo le pasó a mi familia”. La escena, adentro, era macabra: Lilian y Braian estaban en medio de un charco de sangre en el living, Rocío yacía en la habitación. Cajal no se impresionó por el hallazgo; en cambio, estaba preocupado por un equipo de música que él decía que le habían robado. Según la Fiscalía de Hernán Alarcón y Adrián Ferrari, era su manera de intentar desviar la investigación. Los policías de la Comisaría de Morón que hicieron la indagación preliminar, aportaron que cuando lo detuvieron, él quiso invitarlos a una pizza.

Las pruebas legales también indicaron que el esposo y padre de las víctimas, nacido en Estados Unidos, era culpable. El Luminol arrojó que él había trapeado rastros de sangre en varias partes de la casa, y sus dichos eran contradictorios. Estuvo preso algunos meses, pero luego fue beneficiado con la excarcelación extraordinaria. En marzo de este año, el TOC 4 de Morón lo condenó a cadena perpetua, pero aun así no fue a la cárcel, porque el recurso que lo benefició está vigente hasta tanto la Sala de Casación no dé el fallo definitivo. Cajal vive hoy en Ituzaingó.

El abogado de la familia Fuño, Miguel Ángel Racanelli dijo a Cosecha Roja: “Existía el temor de que saliera del país, porque él es ciudadano estadounidense y no le habían impedido que lo hiciera. Luego, el TOC 4 le fijó domicilio y le negó la posibilidad de salir de Argentina. No entendemos por qué está libre, pero confiamos en que Casación confirme la cadena perpetua y vaya preso”.

Según Rancanelli, “Antes de llegar a juicio, este hombre salía a bailar, iba de vacaciones a la costa y aparecían fotos en el Facebook de él bailando en boliches, cuando la justicia había determinado que no podía irse sin avisarle al tribunal. Este es un caso en que la realidad supera a la ficción”.

“Él va a cambiar”

El 2009 fue un año difícil para Lilian Fuño. Era la menor de 8 hermanos, en una familia de pocos recursos económicos. Evitaba contarles sus problemas de pareja, porque sabía que ellos, especialmente las mujeres, no se llevaban bien con Antonio y porque, dice su hermana Patricia, tenía la esperanza de que él cambiara. “Discutían mucho, por todo y por nada. Estuvieron en pareja más de 7 años, entre idas y vueltas. Se conocieron en un boliche bailable y a los pocos meses ya ella estaba embarazada. Él dejó de ser cariñoso. Se convirtió en un hombre frío que cuidaba poco de su familia y maltrataba a Lilian” dice Patricia, conteniendo las lágrimas.

Lilian quedó embarazada a comienzos del año, pero ya la relación de pareja era inestable. Él había tenido amantes y se rumoraba que el bebé no era de Antonio. Según la cuñada del homicida, “Él estaba cegado por los celos. Discutió con ella pero no pudo contenerse y la mató. Braian, a dos metros de distancia, vio cómo su padre la mataba a martillazos. Era testigo del crimen. Antonio lo asesinó también y luego ya no le quedó más que ir por la nena a la habitación, los degolló”.

Los chicos presenciaban las peleas de sus padres muy a menudo. En el 2008, Lilian lo había denunciado por violencia física y psicológica, pero esa no era la única vez que él le había pegado, aunque ella siempre lo defendía. “Un día la nena se cansó y nos dijo: ‘Papá le pegó a mamá, la tiró contra la pared y ella lloró porque le dolía la cabeza’. Lilian nos dijo que no fue nada, que fue una pavada. Siempre minimizaba las cosas: le encontrábamos marcas y golpes, pero nos decía que eran accidentes en la casa. Jamás nos aceptó que él la maltratara”, agrega Patricia.

Además de los celos enfermizos, las discusiones en la familia Cajal Fuño se debían al dinero. Antes del último embarazo, Lilian limpiaba casas y vendía ropa interior; a pocas semanas de tener a su tercer hijo, ya no trabajaba más. Él también estaba desempleado, pero conseguía algunas changas, como pintar casas o reparar tuberías. A veces ayudaba en un taller mecánico, aunque la plata nunca se veía. Según Patricia, “gastaba todo en un auto de competición que tenía y que nunca acababa de preparar. Mi madre los ayudaba como podía, pero no era suficiente”.

La familia de Lilian está convencida de la culpabilidad de Antonio, aunque les es difícil pensar en que no sólo la mató a ella sino también a los niños. “Nunca fue un padre cariñoso. Mi sobrino no tenía una buena relación con él, lo que es raro porque a esa edad los padres son los héroes de los varones. Braian era muy mamero y le gustaba estar en casa de la abuela. Nunca pedía que le llamaran al padre, en cambio adoraba a la madre y la buscaba todo el tiempo”, relata la tía de los dos pequeños.

A casi tres años del triple crimen de Morón, Patricia Fuño espera que Casación confirme el fallo condenatorio: “No quiero cruzármelo nunca. Nosotros no pedimos venganza, pedimos justicia. Nada de lo que hagamos nos va a devolver a Lilian, pero al menos vamos a tener un poco de paz. Queremos encontrar un consuelo”.