Cosecha Roja.-

Jean Smith es el director del Instituto Latinoamericano de Prácticas Restaurativas, una entidad internacional que promueve la responsabilidad social y fomenta las relaciones ciudadanas. En esta entrevista, expone los proyectos que el ILPR desarrolla en Perú. El licenciado en ciencias políticas también habla de la importancia de reinsertar a los jóvenes delincuentes y de reparar a las víctimas.

¿Qué experiencia están llevando adelante desde ILAPR?
Nosotros actualmente llevamos adelante un proyecto con Seguridad Ciudadana de la Municipalidad de Lima. Estamos trabajando en de Barrios Altos, una zona histórica de 150 mil habitantes. Queremos hacer de este espacio un lugar pacífico, con buena convivencia social, y lograr un mejor ambiente en la escuela, el centro de salud, las oficinas públicas. Que los índices de violencia bajen y mejoren las relaciones interpersonales. Lo que hacemos es capacitar primero y luego hacer un seguimiento. Primero hicimos un diagnóstico de la situación. Identificamos personas claves tanto del sector público como privado y las capacitamos en prácticas restaurativas para comenzar a generar cambios en las formas de actuar. Que el docente no sea autoritario sino que esté presente, que estimule a los adolescentes y que también sepa ponerle límites. Igual que la policía, o los médicos.

Las prácticas restaurativas se basan en la convicción de que ya tenemos profesionales compasivos y competentes, residentes adultos y líderes comunitarios en Barrios Altos que se beneficiarían adoptando un enfoque unificado y consistente que pueda mejorar el desempeño y la conducta entre los jóvenes, en casa, en la calle y en la escuela, en la ciudad.

De este modo desarrollamos una alternativa preventiva frente al delito juvenil, fortaleciendo a la comunidad, apoyando su cohesión, empoderándola, incorporándole habilidades para enfrentar situaciones de conflicto. La red comunitaria así constituida, será el mejor amortiguador frente a las dificultades que empujan a los jóvenes a seguir una ruta de violencia.

De 100 capacitados, 20 dan buenos resultados y activan la bola de nieve. La violencia no se puede resolver con más violencia: con cárceles, rejas, cámaras de seguridad.
En este caso la Municipalidad hace de este proyecto una política pública. Paga a los profesionales que dan las capacitaciones, realiza mesas de trabajo. Nosotros como organización llegamos con la idea pero el fin no es activar un proyecto, implementarlo unos años y después irnos. Nosotros acompañamos, pero la Municipalidad compró la idea.

Esta experiencia se inspira en el caso de Inglaterra: En el año 2008, Hull en Inglaterra, una ciudad con grandes carencias económicas, de un cuarto de millón de habitantes, que la BBC llamó “el peor lugar para vivir en el Reino Unido”, decidió capacitar a todas las personas que trabajaban con los jóvenes y sus familias en el uso de las prácticas restaurativas, incluyendo los servicios sociales, la policía, las escuelas y otras organizaciones locales. Aunque el programa sigue en curso, Hull ha tenido ya resultados notables en una variedad de indicadores sociales: disminución del número de suspensiones, expulsiones y mala conducta escolar, reducción del ausentismo de alumnos y profesores, mejoras en los puntajes obtenidos en los exámenes en las escuelas, así como reducción significativa en la cantidad de delitos cometidos.

¿Cómo es la justicia en Perú?
Yo empecé a trabajar este tema en 2002, 2003. Hice un diagnóstico acerca de la justicia en Perú. Se la veía como venganza y sufrimiento, no como un camino hacia la paz. Encontré que era castigadora. La privación de la libertad se usa como primer recurso, aún cuando las leyes internacionales dicen que deben ser el último. A esto se suma la existencia de una visión contradictoria: la impunidad. Entonces: o es todo, o no es nada. O envían al que cometió el delito a la cárcel o no pasa nada porque hay corrupción o porque se victimiza al victimario en lugar de hacerlo responsable. Entre estas dos situaciones había mucho espacio. Y como en toda América Latina no se ven espacios de atención a la víctima.

¿Hablar de la víctima abre una puerta para pensar en la justicia restaurativa?
La Justicia Juvenil Restaurativa ve primero que hay una víctima en un conflicto, delito, crimen. Puede ser una persona, varias, la comunidad. La víctima tiene necesidades e intereses. Es denunciante y es testigo. Pero va a las Comisarías y allí se la re-victimiza. Por ejemplo, a te roban el celular y los policías te dicen: ¿Cómo se le ocurre sacar el celular en esa zona, en ese barrio, a esa hora? O sea, te hacen sentir que eres el culpable de que te roben. La próxima ya no vuelves a hace la denuncia. La JJR intenta ver eso. Y lograr que el adolescente o joven asuma la responsabilidad de lo que hizo y lo pueda reparar. No es culpabilizar sino reequilibrar. Hacer un bien, limpiar paredes, barrer una plaza. Que reflexione sobre las consecuencias de lo que hizo, del acto, del robo del celular. Porque para la víctima no es sólo un objeto: perdió su base de datos, sale con miedo a la calle o el marido ya no la deja andar sola. Eso es lo que el adolescente no entiende. La víctima agradece cuando en la Comisaría se la escucha, se le da un vaso de agua y tiene un encuentro con el infractor. Se hacen reuniones restaurativas. El enfoque no es el de “reinsertar al delincuente”, olvidando a la víctima. Sino esa dice: le dan psicólogo, le buscan un empleo, lo ayudan y de mí se olvidan. La reparación en hechos menores puede ser una sincera disculpa. Eso ya hace sentir mejor a las víctimas. La JJR no protege al menor viéndolo más como víctima que como infractor. Ni tampoco sacándolo del medio donde vive e institucionalizándolo, internándolo. Antes del castigo, la rehabilitación, la protección, la JJR busca dar un enfoque a la situación que sea preventivo y proactivo.