El asesinato de Facundo Ferreira, de 12 años, no fue un hecho aislado en Tucumán. Es el corolario de un comienzo de año violento y en el cual el Estado provincial parece haber legitimado a sus fuerzas de seguridad para realizar ejecuciones extrajudiciales y usar sus armas con mayor liviandad. Así lo denunció la fundación Abogados y Abogadas del NOA en Derechos Humanos y Estudios Sociales (Andhes), que se hizo cargo de la querella en representación de la familia de Facundo.

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Por Martín Dzienczarski y Sebastián Lorenzo Pisarello en APA!

“A la muerte del niño hay que sumarle los casos de Víctor Robles, asesinado por un policía de civil en la avenida Kirchner al 1900; el de Ángel Alexis Noguera, asesinado de un disparo con bala de goma en la cabeza en un procedimiento policial realizado en la casa de la víctima; el caso del comisario Alfredo Antonio Pineda que ingresó al domicilio de un supuesto asaltante, le disparó y luego falseó el procedimiento; y el caso de Maximiliano Ariel Tapia, quien perdió una pierna producto de un disparo realizado por personal policial en Las Talitas” explicó Ana Laura Lobo Stegmayer, directora ejecutiva de Andhes.

En Tucumán sigue vigente la ley de contravenciones, una norma promulgada en la última dictadura militar y declarada inconstitucional por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en 2012. Es un código para regular faltas que no llegan a constituir un delito, usado por la Policía para detener arbitrariamente a quién quiera: esa persona no tiene derecho a defensa ni a un juez, porque es el comisario quien define multas o días de encierro en una celda. Puede quedar presa 48 horas sólo con el testimonio de un policía. Entre las faltas, está la prohibición de tirar fuegos artificiales en la vía pública sin un permiso municipal o sanciones por disturbios en la vía pública. En la práctica, es la justificación para apresar arbitrariamente. Se la ha denunciado como una forma de recaudación -sin ningún tipo de registro ni sujeto a órgano de contralor- de la policía y como una forma de control social contra los pobres.

Desde el gobierno provincial, apuntaron la responsabilidad en la familia de Facundo. “Yo papá, cómo no sé dónde está mi hijo de 11, 12 años a la una de la mañana. ¿Qué hace mi hijo de 12 años observando una picada de motos solo o con otros compañeros de casi la misma edad de él o de edad tan corta de 16 o 17 años?”, declaró Claudio Maley, ministro de Seguridad, en el programa ‘De primera mano’ de Radio Nacional. “Hubo una agresión con armas de fuego y el personal policial a la distancia muchas veces desconoce quién está efectuando los disparos. Después en la justicia vemos si fue el medio adecuado, si hubo un exceso. El menor tenía restos de pólvoras en la mano. Hoy, a la distancia, no sé si es un menor”, agregó.

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Facundo Ferreira izando la bandera, en primer grado. Facundo con anteojos de negro hace un par de años, levantando el mentón. Allá, en otro portarretratos, con la camiseta blanca y verde de Unión Sunchales, el club en el que se probó los meses que estuvo con Romina, su mamá, en Santa Fe. Después pescando, posando con el trofeo del día. En todas sonriente, como cuando estaba lavando frutillas un diciembre en la cocina. “Me duele tanto cuando veo en Facebook que aparece cada tanto la foto de mi hijo tirado en el pavimento”, soltó Romina mirando para abajo, con los ojos cansados del llanto. “Toda la gente le sacaba fotos a Facundo tirado en el piso y después las subían con mensajes tipo ‘a estos hay que empezar a matarlos a los ocho años’. Son los que dicen que sí a la vida y no al aborto”, agregó Malvina, una de las tías del niño asesinado por la policía de un disparo en la nuca. En la casa de Mercedes del Valle Ferreira, la abuela del último homicidio policial, las mujeres de la familia llevaban el luto juntas, compañeras, repitiendo secuencias y preguntas. “Queremos justicia, queremos que no hayan más Facundos. Que no nos juzguen por el lugar donde vivimos”, completó Malvina cuatro días después de esa madrugada en que el Estado asesinó a un chico de 12 años.

-Tu hijo tuvo un accidente, recuerda Rita -la tía más joven de Facundo- el llamado por teléfono que recibió a las 4 de la madrugada desde el Hospital Padilla. “‘Mi hijo está durmiendo en su cama’, respondió. ‘Facundo, el negrito, tuvo un accidente’, le repitió la voz.  “Ahí me asusté, porque todos le decimos ‘Negrito’. Me fui con lo puesto rápido al hospital. Esperaba verlo enyesado o algo así, no con un tiro. Pensaba que era un accidente de tránsito. Un doctor me dijo que era un accidente de tránsito pero tenía un tiro en la nuca con una bala de 9 milímetros, el calibre de la policía. Entró por la nuca y salió por encima de la ceja. ‘Para Dios no hay nada imposible’,  me repetía el médico. Después entré a cambiarlo al cuerpo en la morgue y en la espalda estaba lleno de marcas de balas de goma, y en las piernas también. Tenía en la cara la marca de una suela de borcego y un raspón sobre el labio en el otro lado”, rememoró Rita. Después, a la salida del hospital, un taxista se les acercó para decirles que vio cuando un policía lo pateaba en la cara cuando estaba tendido en el pavimento, para darlo vuelta. “No le pude preguntar el nombre, no le vi la licencia. Él decía que no quería problemas con la Policía”, siguió Rita.

La madrugada del jueves, Facundo iba de acompañante en la moto de Juan, un adolescente de 15. Él declaró ante la fiscal Adriana Giannoni que habían ido a ver las picadas de motos en el Parque 9 de Julio. Que salieron de ahí y aceleraron cuando dos policías en moto comenzaron a perseguir a otras dos motos que iban más adelante. Juan también aceleró. Los policías afirman que gritaron la voz de alto. Juan sintió algo, era Facundo cayendo de la moto. Los policías dicen que hubo un tiroteo, pero ningún uniformado está herido. Sólo hubo uno: Facundo, de un tiro en la nuca. Los dos policías implicados quedaron libres, aunque no declararon. Desde la fiscalía consideraron que, hasta el momento, no hacía falta citarlos: Giannoni trabaja con la hipótesis de un enfrentamiento que justificaría el accionar policial. Trascendió, además, que el dermotest o prueba de parafina dio positivo en ambos niños, aunque los abogados de la familia Ferreira desconocen las condiciones en que se hicieron las pruebas. “Ningún dermotest es concluyente porque siempre hay posibilidad de contaminación”, indicó Emilio Guagnini, querellante por la familia.

Mercedes del Valle, la abuela de Facundo, caminaba con pasos cortos por el living de la casa del barrio Juan XIII. O La Bombilla, como se conoce a una de las villas más antiguas de la capital, a 20 cuadras del centro tucumano. Algunas calles con pavimento, otras apenas con cordón cuneta, y pasajes sin siquiera eso. Casas de material y casillas de madera. Basura a medio quemar en las esquinas. Integra la lista de barriadas más discriminadas y estigmatizadas de la provincia.

“Yo lo crié. El tiempo que estaba en Sunchales con mi hija, que se fue porque acá no le daban trabajo por ser de una villa, lloraba porque me extrañaba ‘Él me decía Pachona, Messi ha venido desde abajo, como yo. Cuando llegue a primera te voy a comprar un caserío y habrá una señora que trabaje así vos no hacés nada’. Él se comparaba con Messi porque le pegaba con las dos piernas”, lo recordó Mercedes. La mamá de Mercedes, la bisabuela de Facundo, se puso de pie y salió a la calle despacito, con su bastón. Facundo quería eso porque la Pachona trabajó más de 40 años como empleada doméstica, y llevar su propia casa cada vez la cansaba más. Facundo se escapaba entre los barrotes de la reja de la ventana para ir a la cancha de Atlético con los chicos más grandes del barrio. Como no tiene vidrio, pusieron un pedazo de puerta para tapar la luz.

La mamá de Facundo vive en Santa Fe, donde viajó hace años para conseguir trabajo, porque en Tucumán no conseguía. Contó que hace unos días había hablado con Mercedes para decirle que se lo llevaría con ella. Desde el club Unión Sunchales le dijeron que lo querían contratar. Apenas se enteró de la noticia, se vino a Tucumán. Había querido venir antes para el cumpleaños de Mercedes, el 5 de marzo, pero no podía dejar de trabajar. “Me voy a quedar hasta que se haga justicia. Tengo muchas preguntas. Queremos ver si es verdad que le dio positivo la parafina, queremos saber si le plantaron el arma. Si es defensa personal como dice la policía, ¿tienen derecho a dispararle en la nuca? ¿Qué miedo le podían tener esos policías a Juan y Facundo? Nosotros no nos vamos a callar, no nos van a cerrar la boca. Queremos que se haga justicia y que no haya otro Facundo más asesinado por la policía con un tiro en la nuca”, dijo.

En las redes sociales circuló la foto de Facundo en el piso, con un rastro de sangre que le sale desde la cabeza. Está tirado boca abajo, con los ojos cerrados y la mano izquierda sobre su pecho. La imagen rápidamente se viralizó por redes sociales. “Toda la gente le sacaba fotos a Facundo tirado en el piso y después las subían con mensajes tipo ‘a estos hay que empezar a matarlos a los 8 años’. Son los mismos que dicen que sí a la vida, no al aborto”, resaltó Malvina, tía del niño. Mercedes, la Pachona, con la voz temblorosa y la mirada ausente, advirtió: “Me duele leer todo lo que dicen de él. Nos dicen marginales por vivir en la Bombilla. Por ser negritos y usar gorra nos discriminan. Yo soy empleada doméstica pero voy a limpiar el nombre de mi nieto aunque tenga que caminar toda la provincia”.