“Tiene amigos pero tienen miedo/ no les importaría demasiado si él desapareciera/ Oh, mira, aquí viene él bajando las escaleras/ aquí viene él/ (…)/Alguien lo agarró del cuello/ lloró todo el camino a casa/Nadie se acordó de nada cuando lo volvieron a ver/ así es como es hasta el final”

Elephant/ Tame Impala

bullying

Laura festejó su cumpleaños sola con su abuela. Tiene 14 años y un único objetivo: cambiar de colegio. En la primaria soportó bastante: le cortaron mechones de pelo, le pegaron chicles en el uniforme, cartelitos con la leyenda “gorda nerd” y así. Empezó primer año en otro colegio y al principio no se conocían mucho. Se hizo amiga de una chica que se cortaba tanto que terminó en Hospital de día y sin asistir al colegio: tampoco pueden comunicarse por whatsapp. Se quedó sin amiga. Su otro amigo era un chico muy tímido, que dejó de hablarle cuando comenzaron a molestarla. “Tiene miedo que le peguen por mi culpa, siempre dice que su sueño es ser invisible toda la secundaria”. Tiene un promedio de 9 y pico, pero tercer año la encontrará en otro colegio. Su tope fue cuando le robaron la carpeta y la quemaron en la puerta. A ella le dejaron un cartelito con la leyenda “La próxima te hacemos chorizo”.

No es miedo lo que tiene, dice. Tiene asco: está cansada de “ser sola”. Varios recreos los ha pasado en preceptoría. Intentó bajar las notas pero no pudo: “el colegio es muy fácil para mí, y si no es por las notas me molestan por gorda o por lo que fuera”. Ya ni se enoja, y es lo preocupante: acepta. “Yo no me corto, ni pienso en matarme ni nada de eso. Yo me encierro. Varios opinamos que deberían dejarnos cursar el secundario sin ir a clases. La pasaríamos mejor”.

El vocablo Bullying no tiene traducción directa al español: “bully” es matón, mientras que “ing” designa acción de.  Sería algo así como “matonaje”. Lo que lxs pibxs llaman “me apuró”.

Si bien no se desarrolla exclusivamente en el ámbito escolar, en este es donde más fuerte se siente. Para niñxs y adolescentxs, el colegio es el lugar donde pasan muchas veces más horas que en su casa. Tener o no un grupo, amigxs, integrarse en las actividades es fundamental para “soportar” ese tránsito. Si bien escuchamos a menudo que “bullying hubo siempre” –en forma de cargadas por ser bajx, flacx/gordx, usar anteojos o tener acné- no ha sido hasta este siglo donde se desarrolló de una forma preocupante. Bullying en la actualidad es sinónimo de violencia, acoso, amedrentamiento, aislamiento.

Entenderán así que ciertas conductas adolescentes rotuladas “llamar la atención” no suelen ser tales: cortes y autolesiones, noviazgos violentos, acoso virtual, embarazo adolescente, intentos de suicidios, multiperforaciones, politatuajes, consumos problemáticos, ausencia de proyecto de vida, trastornos alimentarios, abandono escolar.

Estos “llamados de atención” son gritos: cuando se pierde la palabra porque no hay quién escuche, unx grita como puede.

Lucas y su arma de juguete porque en el contraturno sale a las 19 hs y su barrio es jodido, Aylén y sus crisis de llanto que en el colegio no saben trabajar entonces llaman a sus padres para que la retiren, Jesús y su mochila rota con su desodorante y perfume destrozados  porque es “afeminado” (tiene amigas y huele bien, está mal visto a los 13),  Valeria filmada a escondidas por quién ella creía su novio y con el video viajando por whatsapp a todo el colegio, Carlos agarrando del cuello a Javier porque lleva un año molestándolo por el acné y la ropa que usa, Caro probando comer encerrada en el baño porque le sacan la comida, Esteban hablando de su “sueño”: envenenar dos o tres tortas y darles a sus compañerxs, que lo enloquecieron los 5 años de secundaria porque  pesa  120 kgs y le gusta el jazz y tocar trompeta en vez de perrear y escuchar bachata.

Este nivel de violencia se ha visto incrementado por la falta de lectura de actos, insisto, (mal) considerados “llamar la atención”. Y no son producto de la gestación divina: es habitual escuchar a familiares de adolescentes hablar de ellxs como  estúpidos, boludxs, inútiles, fexs, sucixs, etc. Algunos padres insisten con el concepto del retorno del servicio militar, otrxs consideran que sus hijxs deben ocuparse de hermanxs menores, tareas de la casa, total “el colegio no sirve para nada”, hay profesorxs y maestrxs que denigran y se burlan de alumnxs con alguna dificultad-porque no puede leer de corrido, o no aprende las tablas, o no integra el grupo de los “avanzados”-, hay una crisis importante.

Institucionalmente no se sabe qué hacer y concretamente en Argentina las campañas masivas no tocan ningún tema importante. No se difunde la prevención y anticoncepción para una estadística de embarazo adolescente alta, no se toca el tema del suicidio en la adolescencia –los colegios siguen cerrando dos días “por duelo”!, en vez de poner palabra a circular- ni hablar de cortes y autolesiones y el bullying es trabajado por equipos centralizados que tardan meses en asistir a un colegio. No hay afiches, publicidades, ni circulación oficial en internet. El silencio solo refuerza el síntoma, es decir acentúa el padecer.

Hace solo unos días un video  se viralizó y fue compartido por millones de personas:

Está muy bien sensibilizarse con Keaton, pero sepan que Lucas, Laura, Aylén, Jesús, Valeria, Carlos, Caro y miles de chicxs más están ahí nomás: son sus vecinxs, sus sobrinxs, sus alumnxs, sus hijxs, sus hermanxs.

Argentina es un país cuyos indicadores de violencia son cada vez más preocupantes: la intolerancia de la gente que maneja ante ciudades colapsadas por la cantidad de tránsito, femicidios, maltrato infantil, analfabetismo, deserción escolar, y todo lo ya nombrado.

El año próximo, en Cosecha Roja algunas palabras pondremos a ello.