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Rosario Marina – Cosecha Roja.-

“No tenían oficio, toda su vida hicieron sicariato”. Así definió a los tres nuevos detenidos por el crimen de Facundo Cabral Pablo Castillo, vocero de la Policía Nacional Civil. Sus nombres, informó el jefe policial a Cosecha Roja, son:  Amparo Antonia Revolorio Figueroa, Oscar Oswaldo Rodríguez Escobar y Eli Adonais Osorio del Cid. Ninguno de ellos estaba el día del asesinato del cantautor argentino Facundo Cabral, pero fueron los encargados de proveer las armas y hacer el seguimiento de las víctimas.

Tenían orden de captura desde el 4 de noviembre de 2013. Los dos hombres y la mujer de entre 33 y 41 años, oriundos del departamento sureño de Escuintla, Guatemala, eran parte de la red de asesinos a sueldo que mató al cantante argentino casi tres años atrás.

A los tres detenidos, ubicados mediante escuchas telefónicas y seguimiento por GPS de sus celulares, se les acusa de asociación ilícita en el caso de Cabral, de formar parte de la red de sicariato. Además, se los detuvo por la muerte de cinco guatemaltecos en el departamento de Escuintla. La Policía Nacional Civil no puede aportar datos sobre esos casos porque aún hay más capturas pendientes. Los cinco asesinatos fueron cometidos entre agosto de 2012 y agosto de 2013.

Cabral –cantautor argentino, 74 años, lentes oscuros, bastón- estuvo en el lugar equivocado en el momento equivocado. El 9 de julio de 2011, a las 5:06 de la mañana, se subió a una Land Rover blanca para ir al aeropuerto La Aurora, con su representante y un amigo empresario nicaragüense: Henry Fariñas. Ese hombre era el objetivo de los sicarios. Si Fariñas hubiera sido el asesinado, nada en la historia de Guatemala hubiera cambiado. Porque habría sido el cuarto dueño de cabarets que mataban. Porque las muertes y el narcotráfico ya eran moneda corriente.

La avenida Boulevar Liberación tiene cuatro carriles y es una de las más transitadas de la ciudad. Pero en la madrugada es ideal para el ataque. Unos meses atrás habían asesinado de la misma manera a un ex diputado. En el de Cabral, los sicarios iban en dos autos y dispararon al menos 25 veces con fusiles AK-47. Cabral recibió ocho. Su representante y Fariñas, dos cada uno.

 

Obit Facundo Cabral

Facundo Cabral  volvía de dar su último concierto. Era la segunda vez que anunciaba su despedida: estaba perdiendo la vista y la salud. “Gracias por la amistad de tantos años. Sepan que fueron una parte importante de mi felicidad. Sepan que los voy a llevar en mi corazón hasta el momento final”, dijo ante las cinco mil personas que lo aplaudían.

Después de ese ataque, los investigadores descubrieron que detrás de ese crimen había un grupo de sicarios: personas que, como oficio, se dedicaban a matar a otros. Su centro de operación era el sur del país.

Ahora, Figueroa, Escobar y del Cid están en el Juzgado de Primera Instancia Penal de Escuintla. Sólo por hoy. Mañana trasladarán a la mujer al Centro de Orientación Femenina (COF) en la ciudad de Fraijanes, y a los hombres la cárcel de Boquerón, Mendoza. La fiscalía tiene seis meses para juzgarlos.

En noviembre de 2012 se detuvo a otros miembros de la red de sicariato. En ese momento, la prensa guatemalteca los describió como “hombres que tienen obsesión por las armas, las saben manejar e incluso son ambidiestros para disparar”.

Alejandro Jiménez, el “Palidejo” era el hombre que había ordenado el asesinato. Se quería vengar con Fariñas por haberle robado un cargamento de drogas. En marzo de 2012 fue detenido en Colombia y llevado a Guatemala. Los delitos que se le imputaron fueron: asesinato, asesinato en grado de tentativa, asociación ilícita y encubrimiento propio. También están detenidos como autores materiales Elgin Enrique Vargas Hernández, Wilfred Alan Stods Arnold, Floriberto Esteban Gutiérrez –mexicano-, Sánchez y Audelino García Lima.

Henry Fariñas terminó condenado en su país, Nicaragua, a 30 años de prisión  por narcotráfico y lavado de dinero. Era parte de una red que traficaba drogas desde Colombia a México.

El crimen de Cabral está filmado. Había varias cámaras de seguridad en toda la zona. La imagen de su muerte lo muestra abrazado a un maletín: tenía nueve mil dólares, el máximo que podía sacar del país. La guitarra y el maletín nunca aparecieron.

La jefa de fiscales, Claudia Paz, y la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) –que la integran fiscales de distintos países- hicieron el trabajo fino. Miraron los videos con un programa de identificación de rostros. Así los encontraron.

“No soy de aquí ni soy de allá” fue la última canción de Cabral en el recital que dio en el Grand Tikal Futura Hotel. Cantó, habló más de media hora de su vida, de sus paseos con Borges, de la madre Teresa de Calcuta, y de su propia madre. Estaba sentado, solo con su guitarra. Unas horas después, ya estaba muerto. Le habían disparado a quemarropa.

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