Durante la zaga de la triple fuga de los hermanos Lanatta y Victor Schillaci hubo dos enfrentamientos clave: en el primero, los fugados desarmaron e hirieron a dos gendarmes. El segundo fue un hecho confuso, en el que los gendarmes se balearon entre ellos. La justicia no pudo identificar aún a los responsables del “fuego amigo”. En esta nota, Nicolas Lovaisa cuenta todos los detalles de ese enfrentamiento.

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En las últimas horas del 6 de enero el Juez Federal en lo Criminal y Correccional Nº 12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Sergio Torres, dictó una orden de allanamiento contra tres domicilios ubicados en San Carlos Centro, luego de recibir la información de que allí se encontraban a resguardo los tres hombres más buscados del país desde que el 27 de diciembre se fugaron del penal de General Alvear: los hermanos Martín y Christian Lanatta y Víctor Schillaci, condenados a perpetua por el triple crimen de General Rodríguez.

Siguiendo las órdenes recibidas, los gendarmes transitaron la Ruta Provincial N° 6 a bordo de una Citroën Berlingo blanca, patente OFQ-140, de norte a sur, hasta llegar a un camino secundario que comienza a la altura de una palmera. Desde allí, debían transitar otros 4 kilómetros. El resultado de los allanamientos fue negativo, por lo que los uniformados decidieron rastrillar la zona. Usaron como punto de referencia ese camino secundario, pero esta vez en sentido inverso.

En el trayecto encontraron otro camino. Allí empezaba, además, un campo de soja. El Comandante José María Valdéz distinguió tres cabezas. Detuvieron la camioneta y, antes de bajar, informó por radio que iba a abandonar el vehículo para “proceder a identificarlas”. Bajó junto al Suboficial Principal Roberto Encina. Saltaron la cuneta y caminaron unos cinco metros por entre la soja. “¡Gendarmería, identifíquense!”, gritó Valdéz. A 150 metros de allí, los tres desconocidos, con uniformes color azul, similar a los que utiliza la policía, comenzaron a acercarse. “¡No disparen, somos policías, no los queremos matar!”, respondieron. “Identifíquense, bajen las armas!”, insistieron Valdéz y Encina. Los gritos se repitieron varias veces mientras seguían acercándose. Cuando los gendarmes vieron las armas que portaban los “policías” ya era tarde: un FAL, una ametralladora y un Colt M4. Los cinco se apuntaban entre sí. Dos de ellos a Encina y el otro a Valdéz. Cristian Lanatta y Schilacci redujeron a Encina de un culatazo y le quitaron el arma.

Valdéz, sabiendo que el poder de fuego de Martín Lanatta, que seguía apuntándole, era muy superior, bajó su arma. El prófugo disparó y lo hirió en el brazo derecho. El proyectil entró y salió y dejó un orificio de aproximadamente dos centímetros. Lanatta se acercó y le sacó el chaleco antibalas, la pistola y la radio. Mientras Valdéz intentaba reincorporarse, los tres prófugos se subían a la Berlingo para continuar su fuga. Cristian Lanatta tomó el volante, con Schilacci a su lado. Martín Lanatta se subió en la parte de atrás. La llave estaba puesta. Fueron hacia el oeste.

La camioneta fue encontrada horas más tarde, en un camino rural. Tenía cinco balazos en la parte de atrás. Allí hallaron “tres vainas servidas marca FLB calibre 7,62 x 51 mm., un cartucho marca FLB, calibre 9 x 19 mm., un cartucho marca CBC Luger, calibre 9 x 19 mm., un cartucho marca Winluger calibre 9 x 19 mm., y cuatro vainas servidas marca CBC Luger calibre 9 x19 mm.; un mapa carretero del noroeste del país, una hoja con anotaciones de números telefónicos y nombres; comida; elementos de higiene y ropas varias”, según consta en el expediente.

El testimonio de los gendarmes y los elementos secuestrados durante la pesquisa son parte del escrito en el cual el fiscal federal, Walter Rodríguez, le solicita al juez federal, Reinaldo Rodríguez, la indagatoria de los hermanos Lanatta y Schilacci por el presunto delito de robo, daños y resistencia a la autoridad, mientras que Martín Lanatta deberá responder también por tentativa de homicidio contra el efectivo de gendarmería José María Valdéz.

El “fuego amigo”, sin identificar

Esa misma mañana, los gendarmes Walter Aguirre y Luciano Ciprés se trasladaban en una Citroën Berlingo, patente OQF-146. En una intersección entre dos caminos rurales se toparon un con una camioneta blanca, con vidrios polarizados. Al no distinguir la marca, creyeron que podía tratarse de la Amarok en la que se movilizaban, hasta ese momento, los prófugos. Ciprés y Aguirre se identificaron como gendarmes. “¡Alto, alto!”, gritó Ciprés. La camioneta blanca detuvo su marcha. Sus ocupantes bajaron las ventanillas y abrieron fuego. Aguirre recibió un impacto en el coxis. Se levantó con intenciones de dirigirse a la cuneta, para cubrirse. Sintió otro impacto en la espalda. Las pericias determinaron que la Berlingo recibió 31 balazos.

Unos minutos después, ya sin el estruendo de los disparos, el Cabo Primero Aguirre pidió ayuda. No podía levantarse por el dolor. Mientras pedían una ambulancia a través de la radio, escuchó como su compañero, Ciprés, discutía con los autores de los disparos, “por no habernos reconocido y por habernos efectuado los disparos”. Sin embargo, no pudo identificar a ninguno de ellos.

En su declaración ante la justicia el Suboficial Principal Ciprés declaró que tras el inicio de los disparos descendieron del vehículo para cubrirse. “Volví a gritar que no disparen porque éramos gendarmes, pero creo que por causa de los disparos no deben haber escuchado. Al mismo tiempo llegaron uno o dos patrulleros más, no recuerdo con precisión, los cuales venían por el mismo camino que la camioneta y el primer patrullero. Ellos también se suman a dispararnos. No pude determinar si los disparos originales habían venido de la camioneta blanca o del primer patrullero. Después de unos minutos se calmaron los tiros. Yo me levanté con el chaleco en la mano y gritando que no disparen, cuando veo a un funcionario de las Tropas Especiales de Gendarmería, quien me hace tirar al piso, hasta que me identifiqué. Había por lo menos tres funcionarios de esa Unidad, a los que no pude identificar. Los había visto participando en los allanamientos, pero desconozco sus nombres”, afirmó en su declaración testimonial.

Hasta el momento no pudo determinarse la identidad de los integrantes de Gendarmería Nacional que hirieron a Aguirre. Para el fiscal, “no obstante, pudo reconstruirse que los sujetos involucrados pertenecen a las Fuerzas Especiales de la Gendarmería Nacional Argentina quienes desoyeron una orden específica en punto a que debía garantizarse en la medida de lo posible la detención de los sujetos buscados resguardándose la integridad física de los mismos”.

Por este motivo, el fiscal le solicitó a Gendarmería “los datos identificatorios del personal que participó en los sucesos y remitir fotografías actualizadas del rostro de cada numerario”.