Matías, un chico de 9 años con retraso madurativo, corría a su hermano Dante, de 12, frente su casa en el barrio Malvinas de Mar del Plata. Era el segundo día de paro docente y los chicos mataban el tiempo jugando con pistolas a balines. Un patrullero de la comisaría 6a frenó de golpe y bajaron dos policías. Dante corrió y se metió en lo de un vecino.
—Quedate quieto —le gritó un agente.

Uno de los policías se paró detrás de él. El otro lo rodeó con los brazos. El nene de 9 años logró escabullirse y el policía le metió una trabada y le pegó en el piso. Un vecino que vio la escena llamó a Canela Bella, la mamá de los chicos. Cuando la mujer salió a la puerta vio al policía ahorcando a su hijo en el piso.

Matías es el más chico de cinco hermanos. De lunes a viernes va una escuela común. Los lunes visita al psicólogo. Martes, miércoles y jueves cursa en una escuela especial. Los viernes es el día que tiene las tardes libres para hacerse estudios médicos: “Es hiperkinético, tiene déficit de atención y es impulsivo” contó a Cosecha Roja su mamá.
Canela y los chicos llegaron a Mar del plata hace siete años, cuando después de varias denuncias contra su ex pareja, ella logró abandonar la casa de Lanús y se instaló en el barrio. En Mar del Plata Canela se convirtió en activista por los derechos humanos: integra la red de familiares víctimas de violencia institucional de la Comisión Provincial por la Memoria y forma parte de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de Mar del Plata.

La semana pasada Matías y Dante no tuvieron clases porque los maestros estaban de paro. El miércoles el de doce ayudó a una vecina a cargar unas bolsas de tierra y se ganó doscientos pesos. Con esa plata, y sin autorización de la madre, se compró una pistola a balines. Al más chico le gustó el juguete de su hermano y le insistió a la mamá. El jueves, cuando volvía del centro, ella le compró una igual.

Poco después de las 14.30 salieron a jugar a la calle con las pistolas. Un patrullero pasó por el frente y siguió. Lo que pasó después Canela lo supo por los vecinos: “El patrullero dio la vuelta manzana y volvió a toda velocidad. Frenaron y abrieron las dos puertas”.
Matías quedó solo frente a los dos agentes.

—Es de juguete —les dijo. En una mano abierta les mostraba los balines de plástico. En la otra sostenía la pistola.

Los policías actuaron como si fuera un adulto con un arma de verdad. Al ver a su hijo en el piso, Canela intentó frenarlos. Discutieron.
—Agradecé que no me bajé del auto con el arma —dijo el policía.

Matías sufrió heridas por los golpes. El médico que lo revisó constató que tenía un chichón en la cabeza, escoriaciones en los dos brazos y en la espalda y un moretón provocado por una patada.

La Comisión por la Memoria acompañó y asesoró a la mamá, que presentó la denuncia en la Defensoría Pública. “La CPM presentará además el lunes próximo la denuncia ante la Auditoría de Asuntos Internos del Ministerio de Seguridad Provincial y realizará distintas acciones para la protección de la denunciante y el acompañamiento del niño”, explicaron en un comunicado. Según informó la CPM en la comisaría justificaron al policía. Dijeron que se trató de una acción protocolar.

“Cómo consecuencia del hecho, el niño de 9 años, que padece un retraso madurativo, se encuentra muy afectado psicológicamente, llorando permanentemente, muy angustiado y temeroso de salir a la calle. Las heridas y escoriaciones provocadas por los golpes, el arrastre y ahorcamiento, constituyen torturas y malos tratos que deben investigarse y sancionarse de manera urgente”, dijeron desde la CPM.

Desde el organismo denunciaron que “no se trata de un hecho aislado y singular sino de una práctica cada vez más extendida y generalizada que sistemáticamente viene dando muestras de la violencia, arbitrariedad e impunidad con que operan las fuerzas de seguridad en el territorio y apuntaron a los discursos oficiales que promueven y avalan la violencia policial.