El policía del Grupo Halcón de la Bonaerense Brian Darío Montes gatilló cinco veces contra Fabián Enrique, un pibe de 17 años de Quilmes, en el sur del conurbano bonaerense. Le acertó tres tiros, todos por la espalda. El agente escapó y recién al día siguiente, el 7 de febrero, se presentó en la comisaría con su jefe. Declaró que el chico y otros dos adolescentes le habían querido robar, que le dispararon y él se defendió a los tiros. Para el juez esa versión es insostenible: ayer le dictó la prisión preventiva por el delito de homicidio calificado.

fabian ezequiel enrique

Según el acta de procedimiento que consta en las primeras dos fojas del expediente, el 6 de febrero la policía recibió el alerta de que había un cuerpo sin vida  en Jujuy y Madame Curie, Quilmes. Fabián estaba tirado de espaldas. Junto a él estaba su padre, Claudio Fabián Enrique, y Leandro, un amigo de la víctima.

Leandro declaró que iba hacia el kiosco y vio a Fabián cruzando la calle. A unos metros, un hombre vestido de policía “que abordaba un vehículo Volkswagen Polo color azul” sacó un arma y disparó al menos cinco veces. Su amigo cayó desplomado sin “que pudiera darse cuenta” que le habían disparado.

Gustavo, un mecánico que tiene un taller en la cuadra, contó que vio al Fabi corriendo hacia la Villa Los Eucaliptus cuando escuchó los tiros. También contó que corrió un rumor: que ese día el chico había aprovechado el embotellamiento que se produce en la esquina de Lamadrid y La Plata para arrebatar celulares de los autos, que llevaban las ventanillas bajas por el calor.

Cuando Fabián cayó al piso, el policía escapó. Aunque tenía la obligación de informar que había disparado su arma reglamentaria, recién al día siguiente se presentó en la comisaría 3a de Quilmes. Lo acompañó su jefe y otros agentes del Grupo Halcón, un cuerpo de élite de la Bonaerense.

Montes dio una versión que no convenció al juez: dijo que aquella mañana estaba al volante del VW Polo en el semáforo de Lamadrid y Avenida La Plata cuando vio por el espejo retrovisor a un chico en moto que lo siguió cuando él arrancó. “Ahí es cuando desenfundo mi arma que tenía en la muslera de la pierna derecha, y la dejo debajo de mi pierna izquierda”, dijo.

A una cuadra de ahí quedó en un embotellamiento. Según declaró, un chico se le acercó a la ventanilla derecha y otro, con un “bulto entre sus ropas”, lo miraba desde la vereda. Dijo que un tercer joven apareció por atrás, metió la mitad de su cuerpo por la ventanilla y lo golpeó con un revolver calibre 22 en la cabeza. Mientras forcejeaban, el chico que estaba en la vereda se acercó a la ventanilla y le agarró el brazo. El que estaba metido en el auto le robó el celular y escapó.

“En ese momento agarro mi arma reglamentaria y le grito ‘alto, policía’ tres o cuatro veces”, dijo el policía. También contó que el pibe que estaba de su lado le apuntó y le gatilló. “No dispara porque no sale”, declaró. Mientras el chico escapaba hacia la villa, el policía sacó el arma por la ventanilla y disparó.

En el lugar donde estaba el auto encontraron cinco vainas 9mm. La autopsia comprobó que Fabián recibió tres disparos. Todos por la espalda. Una bala le dio en la pierna. Otra le atravesó el pulmón derecho. La tercera lesionó el bazo, el diafragma, el pulmón izquierdo y el corazón.

Montes escapó. Dijo que tenía miedo de que los familiares del pibe lo atacaran. Al día siguiente en la comisaría 3a de Quilmes se identificó, entregó la placa y el arma y se fue a su casa.

Dos meses después quedó detenido y ayer el juez confirmó la prisión preventiva. “La causa sigue camino al juicio oral”, explicó a Cosecha Roja la abogada María del Carmen Verdú, titular de la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional, querellante en la causa en representación de la familia de Fabián.

Para la Justicia no solo la versión policial es falsa. Además escapó del lugar para garantizar su impunidad. En su resolución, el juez sostuvo que las pruebas demuestran que el policía disparó “varias veces su arma de fuego contra la víctima, que se hallaba de espaldas y sin desplegar acción alguna que pudiera entrañar grave e inminente riesgo para la vida o integridad del imputado, quien omitió dar cuenta de lo sucedido, con el afán de alcanzar su impunidad”.

En el expediente no hay ninguna prueba que permita entender que el policía ejerció una legítima defensa o que se excedió en la legítima defensa. Fue un homicidio.