villa 20 - marcha 2Cosecha Roja.-

“Estábamos en un auto que encontramos, salimos a dar un par de vueltas nomás. Los cobanis no gritaron alto, no dieron un sirenazo, nada. Tiraron a matar, me mataron a mi amigo, me hicieron mierda a mi amigo. No teníamos pistolas nosotros”, contó a Cosecha Roja uno de los dos sobrevivientes de la balacera del 7 de agosto en el cruce de Fonrouge y Barros Paso, en la Villa 20. Esa noche la policía mató a Brian (Papu) y a Jonathan (Pajarito) y detuvo a Matías.

El sobreviviente tiene 17 años, va al secundario y cada tanto trabaja de albañil. Esa noche recibió tres balazos: los dos de las piernas entraron y salieron y el del pulmón nunca salió. Ni va a salir. “Me dijeron que puedo vivir con esto, no sé”, dijo. Responde con pocas palabras, se queda callado. Hoy estuvo en la casa, no pudo ir a la manifestación que familiares, amigos y legisladores hicieron en la puerta de Tribunales para exigir al Juzgado de Menores 2 ser querellantes en vez de estar imputados por resistencia a la autoridad y robo.

El sobreviviente lo quería a Brian como un hermano: se criaron juntos. “Él tenía que ir conmigo a boxeo, ¿entendés?”, dice un amigo de los dos y muestra una imagen del joven impresa en papel fotográfico. “A mí y a Brian nos dieron cuando estábamos adentro del auto y en un momento paramos: si se va a terminar algo, que se termine acá, dijimos, dentro de la villa. Después ya no me acuerdo de nada”, contó el sobreviviente. A él lo trasladaron al hospital. A Brian no. Los amigos denuncian que lo dejaron morir: quedó herido en la camioneta mientras la familia lo buscaba por las hospitales hasta que los vecinos lo descubrieron. “Lo que menos nos imaginamos es que tenía un tiro en la cabeza. Entre todos lo bajamos. La policía no dejó que se lo lleve la ambulancia: lo volvió a subir a la camioneta y la empujó hasta la Avenida Cruz”, contó a Cosecha Roja una amiga.

Jonathan tenía 17 años, iba al colegio secundario Homero Manzi en Pompeya, pintaba murales. Algunos le decían “el pajarito”. Se había subido a la Surán pocos metros antes de la persecución. Había salido a comprar pollo con arroz. Rosa, la hermana, dijo a Cosecha Roja que se fue a saludar a los pibes que paran en el lavadero y que ya no lo vieron más. Un rato después -cuando les avisaron que lo habían herido- lo encontraron solo, desangrándose, sobre un pasillo que da a la calle Pola. Quienes vieron les contaron que se había bajado del auto, todavía ileso, y se había querido entregar. “Tenía tres marcas en la cara, de balas que rozaron. Como vio que seguían tirando, se dio vuelta y corrió”, dijo Rosa. El último balazo le dio en la espalda.

Como todavía no existe la versión judicial, la única oficial es la de la policía: informaron que habían robado una Volkswagen Surán en Barracas y que apareció en Villa 20, que los persiguieron y que hubo un enfrentamiento armado. Los que lo vieron dicen que los masacraron, que tiraron a matar y que después los dejaron morir.

“¡Mataguachos! ¡Gatillo fàcil!”, gritaban los amigos de Papu y Pajarito en la puerta de Tribunales.

Acompañados por Pablo Ferreyra -legislador de la Ciudad de Buenos Aires y dirigente de Seamos Libres-, Victoria Montenegro -Secretaría Nacional de Derechos Humanos de Kolina- y Jorge Quito Aragón -legislador porteño por la agrupación Martín Fierro de Unidos y Organizados-  y el programa ATAJO, los familiares consiguieron una audiencia para el miércoles que viene. La causa está en el Juzgado de Menores 2, a cargo de María Martha Halperín y todavía los abogados no pudieron acceder al expediente, siguen sin poder leer las autopsias y no les dieron los videos de las cámaras de seguridad que, aseguran, filmaron todo.

Mañana Matías -detenido en un pabellón de menores- y el sobreviviente libre tendrán que ir a participar de la rueda de reconocimiento con los damnificados del robo, dijo a Cosecha Roja el abogado Nahuel Berguier.

“La policía nos amenaza todo el tiempo: pasan y nos dicen que tienen una bala para cada uno de nosotros”, contó Ariel, amigo de Jonathan a Cosecha Roja. “Me voy quedando sin amigos, me los están matando a todos, ¿qué somos? ¿palomas?”, dijo el sobreviviente. En Villa 20, dicen, hay una vieja costumbre de matar adolescentes, que sobrevive desde la época en la que “el Percha” era policía.