Viralizame que me gusta

En nombre del combate al "problema" de la corrección política, intelectuales de derecha como Pola Oloixarac apuestan a la provocación tirabombas estigmatizante y sin grises. El escándalo por estas artimañas no es sólo inútil, sino el efecto buscado.

Viralizame que me gusta

Por Cosecha Roja
19/10/2020

“Me encanta que me viralicen con tanta intensidad”, dice Pola Oloixarac en el retuit de una de las críticas a su más reciente columna “Santiago Cafiero, galán tóxico de sangre azul”, publicada el domingo en La Nación. Las condenas son muchas y la autora -una pensadora del magro campo intelectual del Macrismo- las comparte casi con más gusto que a los elogios, que también abundan.

Su texto es una suerte de perfil del Jefe de Gabinete que se monta sobre la imagen pública de Cafiero de manera maliciosa pero juguetona. Enlaza el consenso público sobre el porte de “galán argentino quintaesencial” del funcionario, su historia familiar y ciertas manifestaciones públicas para concluir que se trata de “aristócrata que se cree superior” igual a “ese novio tóxico de ‘sangre azul’, que a menos que tu obediencia a sus posiciones sea total, nunca te va a querer de verdad”. “Como el prototipo de la rubia tarada”, se deleita Oloixarac, “Cafiero funcionaba mejor mientras callaba”. 

Está lejos de ser la única acusación floja de fundamento que publica un medio líder: las hay todos los días, mucho más graves y apenas suavizadas con condicionales. Este texto en clave satírica en la vena de comentaristas de derecha como Reymundo Roberts o Alejandro Borensztein -publicados habitualmente bajo la volanta de “humor político”- tiene el agregado de la renovación generacional y de género que aporta la autora, además de su prosa. Y es un gran éxito bajo la única métrica que puede tener valor en tiempos de lógica algorítmica: clics y repercusión.

La ola de condenas al texto “por cosificación”, por cruzar un límite por la falta de datos, por un ataque innecesariamente personal, se siente como el efecto buscado: criticarlo es caer en la trampa de la escandalización. Ahora que la derecha se presenta como un antídoto al supuesto problema de la corrección política -ese enemigo fantasma que adjudica exclusivamente a la izquierda, que está en contra de las “verdades duras”-, personajes como Pola están para responder desde la provocación tirabombas y generar reacciones. Negativas o positivas valen igual.

Oloixarac, autora de tres libros bien vistos y columnista destacada en Perfil, viene del conflictivo lanzamiento de una revista digital que edita en Infobae y que arrancó robándole el nombre a un medio feminista. Ante las críticas iniciales por la usurpación de nombre duplicó la apuesta y se refugió en el feminismo: “Revista Beba es un nombre registrado. No convirtamos la alegría del lanzamiento en una pelea de mujeres contra mujeres. Eso le sirve solo al patriarcado”. Finalmente el proyecto fue renombrado a regañadientes, sin mea culpa y posicionándose como víctima de la turba digital.

Es el nuevo marketing de los pensadores de la derecha, ya sean antifeministas,  libertarios o defensores de fascistas: Decirse silenciados frente a audiencias de miles de personas y desde los medios de mayor llegada; postularse como voceros de “lo que nadie quiere decir”, de lo que “ya no se puede hablar”. No necesitan analizar nada, ni producir una postura con matices: les alcanza con estar en contra de la “corrección política”. Y con que le demos nuestro clic.