Cosecha Roja.-
El comisario Ángel Espósito apareció en el sanatorio donde estuvo internado Walter Bulacio en abril de 1991. Fue vestido de jogging y amenazó a los amigos que habían estado con él en la entrada del recital de los Redonditos de Ricota y en la comisaría. Mary, la abuela de Walter enfrentó al policía: “Fue el momento de lucidez donde se dio cuenta de que iba a dedicar su vida a contarle al mundo que lo de Walter no era un caso aislado, que la policía actúa sistemáticamente así con los presos, con los pobres, con los pibes”, dijo a Cosecha Roja María Carmen Verdú, titular de Correpi. María Ramona Armas de Bulacio -Mary- murió el sábado, a los 85 años.
En 1992 la justicia sobreseyó al comisario Espósito. La familia quiso presentar un recurso de queja ante la Corte Suprema, pero salía mil dólares. Era la época del uno a uno. “Justicia para ricos: necesitamos u$s 1000 para que Walter llegue a la corte” se llamó la campaña de venta de bonos que familiares, amigos y militantes hicieron durante dos semanas. Mary, sola, juntó la mitad. Agarró una sillita plegable y la alcancía, buscó en el diario todos los recitales de rock que hubiera y se sentó en la puerta de cada uno. “Los pibes se arremolinaban para aportar”, contó Verdú.
Mary falleció 23 años después que su nieto y 14 después que su hijo Víctor, el papá de Walter. “Aprendí a luchar cuando me mataron a mi nieto”, repetía Mary, que fue madre, abuela, empleada doméstica, inquilina en Tapiales y militante toda su vida. No faltó a una marcha: iba sin importar su estado de salud, aunque fuera 5 minutos, para agradecer a los pibes. El año pasado, como no podía ir a las audiencia, Tamara -la hija de Víctor que Mary crió desde que él murió- le dejaba la computadora conectada para que las viera online. El Tribunal Oral en lo Criminal 29 dijo que Espósito es responsable de “privación ilegítima de la libertad agravada por ser cometida por un funcionario público y tratarse la víctima de una persona a la que se le debe respeto particular”. Espósito no fue imputado por el homicidio de Walter en ningún momento.
Hubo quienes conocieron a Mary antes que a la militancia. La titular de Correpi dijo: “Era una figura que generaba mucha adhesión. La recuerdo parada en el escenario de Parque Rivadavia con 40 mil pibes gritándole ‘¡abuela!’”.
En 1991 Mary trabajaba en un geriátrico. Como era cerca del colegio a donde iba Walter, ella era el número de contacto en caso de una emergencia. Si la policía hubiese querido contactar a la familia, la hubiera llamado a Mary. Pero no: Graciela y Víctor -los padres de Walter- se enteraron que su hijo había pasado la noche del 19 de abril en la Comisaría 35º cuando uno de los compañeros salió en libertad y les avisó. Ahí fue cuando empezaron a buscarlo y supieron que estaba internado. “Porque estaba borracho y drogado”, les dijeron en la dependencia policial. El comisario le había pegado con un machete en la cabeza y, cuando los padres llegaron al Hospital Pirovano, Walter ya casi no podía hablar.
Al momento del crimen, Mary tenía 62 años. “Su cara humilde y sufrida, detrás de esos anteojos que le sirvieron para conocer las atrocidades de un sistema aniquilador y desquiciado, se convirtió en el ícono de la lucha antirrepresiva”, escribieron los integrantes de Correpi en un comunicado oficial. Se paró frente a las vallas, las comisarías y los juzgados. Y se convirtió en un ejemplo de lucha contra el gatillo fácil.
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