María Florencia Alcaraz. Cosecha Roja.-
Llueve en Moreno, al oeste del conurbano bonaerense. La radio local FM 90.1, a tres cuadras de la estación de trenes donde termina el recorrido del Sarmiento, es el lugar que eligieron las hermanas Ailén y Marina Jara para dar una conferencia de prensa después de salir en libertad este martes. Es un lugar pequeño, de barrio. No hay catering ni tampoco lugar para emplazar las cámaras. Hay un mate que pasa de mano en mano.
Ellas llegan entre risas y abrazos de familiares y amigos. Entran al lugar, hacen chistes y caminan como si lo estuviesen haciendo sobre una pasarela. Atrás de las hermanas está la bandera que recorrió las marchas y las jornadas del juicio. “Libertad para Ailén y Marina”. Un dibujo de dos mujeres que sacan sus puños tras las rejas acompaña la frase.
A las hermanas las esperan periodistas de distintos medios. No están acostumbradas a esto. Antes de estar detenidas por defenderse de un abusador, eran dos jóvenes de 18 y 19 años que no habían terminado el secundario pero trabajaban haciendo changas en el barrio. Iban a bailar, se juntaban con amigos. Después de dos años, un mes y veintiún días de estar presas son otras. “Vamos a seguir peleando por otras personas que están por causas injustas. Ese es nuestro objetivo ahora”, es una de las primeras declaraciones de Ailén.
Cuando recuerdan el tiempo pasado en el penal Marina se quiebra. “La cárcel no se la deseo ni a mi peor enemigo”, dice la menor de las hermanas Jara. No buscan venganza. A menos de dos días de salir en libertad moverse del otro lado de las rejas es difícil. “Ayer en mi casa no encontraba mi propio lugar, me sentía incomoda. Me quería ir. Todavía no puedo salir a la calle porque no me adapto a ver tanta gente”, agrega Marina. “Yo estaba muerta. Reviví, me volvió el alma al cuerpo. Por algo le dicen la tumba a la cárcel”, dice seria Ailén.
La vida de Ailén no fue fácil. A los 15 años quedó embarazada y tuvo un bebé que falleció al poco tiempo de haber nacido por una parálisis cerebral. Ahora que está en libertad, Ailén quiere terminar el colegio y estudiar medicina. A Marina le faltan dos años para finalizar los estudios secundarios. Después de eso quiere estudiar sociología o trabajo social. También piensan en buscar un trabajo.
Ailén y Marina Jara fueron condenadas por un Tribunal que las consideró coautoras de lesiones graves contra Juan Antonio Leguizamón Avalos. Según ellas lo apuñalaron para defenderse porque las acosaba desde hacía un tiempo. El Tribunal no creyó la versión de las hermanas. Tampoco enmarcó el caso como una situación de violencia de género.
“Vivir en un barrio, en Moreno y ser mujer no es fácil. Nos preguntan por qué llevábamos un cuchillo en la cartera, pero acá siempre te tenés que defender. Una vez una amiga volvía de bailar del boliche Mystic, iba caminando por la colectora del acceso oeste y la quiso levantar una traffic. Se la quisieron llevar. Ella corrió y pidió volver a entrar al boliche para no salir sola. Desde ahí yo andaba con un cuchillo o un ladrillo. Pero no se compara mi fuerza con la de un hombre”, dice Marina Jara después de la conferencia de prensa que brindaron las hermanas, su madre y el abogado Isidro Encina esta mañana.
Gabriela López, integrante de la Comisión por la libertad de Aylén y Marina y vecina de ellas, coincide: “Es muy adversa la situación del conurbano bonaerense pero más aún en Moreno. Es difícil el contexto que les toca vivir a los jóvenes. Este es un municipio con los números más altos de femicidio de la provincia y acá el acceso a la justicia no existe”.
Los abogados aseguran que en el caso existió complicidad policial con la comisaría 5ta de Paso del rey. Para las hermanas no se puede confiar en la policía de los barrios. “Cuando vas a una comisaría a denunciar maltrato o golpes te toman la declaración y te vas. No le dan importancia. Ni siquiera te dan una copia. Yo les diría a las mujeres que fueran a prefectura porque no confiamos en la policía”, dice Ailén.
Según se menciona en el fallo, para los jueces la cuestión de género es “otro artilugio para mejorar su comprometida situación”. El Tribunal no tomó en cuenta este enfoque propuesto por el abogado de las hermanas, Isidro Encina y los codefensores, Gabriela Conter y Eduardo Soares. En el fallo también dicen que esta mirada proviene de las “redes sociales” y “organizaciones de derechos humanos”.
“El caso se procesó como si fuera un caso más del código penal sin poder verter la perspectiva de género. Plantear que la cuestión de género es un artilugio es vergonzoso”, dijo a Cosecha Roja Norma Chiaparrone, de la Asociación Argentina de Mujeres de Carreras Jurídicas.
“Soy abogado penalista hace muchos años y yo he aprendido con esta causa sobre la cuestión de género. Antes desconocía. Al Tribunal le faltó humildad, hicieron un fallo sin entender la situación. Un informe de la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires dice que de cada reyerta entre hombre y mujer, en un 80 y 85 por ciento, las mujeres solo quisieron defenderse”, dice Isidro Encina.
El testimonio de Juan Antonio Leguizamón Avalos, un hombre con antecedentes penales y sobre quien recaen las sospechas de abuso, parece ser el relato que encorseta la causa. En los argumentos de la sentencia, los jueces califican de “creíbles y verosímiles las palabras de Leguizamón en el debate oral”.
Se desprende de la lectura del fallo que, para los jueces, Ailén y Marina orquestaron el ataque. Para el Tribunal, ellas estaban armadas y lo esperaron en su casa para matarlo. Esta versión es la que aportan efectivos policiales, Leguizamón y familiares de Leguizamón.
“El Tribunal quiso cubrir todos los errores y falencias que se hizo durante la investigación. Le dieron la libertad a las chicas para no tener la presión de los medios ni de las organizaciones. Trataron de descomprimir. Vamos a ir por instancias superiores y si es necesario llegaremos a la Corte Interamericana de derechos humanos como dicta la Constitución.”, dijo a Cosecha Roja Isidro Encina, uno de los abogados de las hermanas. Los abogados defensores repudiaron el veredicto y aseguraron que apelarán.
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