Alejandro Canizales

Por Daisy Galaviz *

Se la suele tildar de Cecinienta, pero Caracas es una princesa y debe ser tratada como tal. El periodista Alejandro Cañizales tenía argumentos para decir eso: todas las mañanas desde las 6 surcaba el cielo nublado de la ciudad en un helicóptero amarillo. Apenas amanecía y él ya estaba en el aire dando el reporte del tránsito. Al menos dos millones de carros esperaban sus indicaciones para definir qué caminos había que esquivar, donde estaban los accidentes, los problemas en la vía.

En una ciudad donde hay que salir una o dos horas antes para llegar a cualquier parte un trabajo así puede sonar tremendo. No para Alejandro: él sabía que hay belleza en lo que muchos consideran un inmenso paisaje gris.

“Caracas desde arriba es ver los toros desde la barrera”, dijo en una entrevista. “Cuando uno está inmerso en una cola en una avenida creemos que es todo es así”. Pero éll sabía que hay más, mucho más. Desde el aire, mientras daba instrucciones en vivo, Alejandro se sentía un privilegiado: podía abstraerse del caos y entender que los dos o tres kilómetros que puede tener una cola de autos eran solo una parte mínima de la Caracas que amaba.

“El Ávila es una de las maravilla porque puedes ver de Birongo a La Guaira”, decía. “Lo bonito de Caracas son sus amaneceres, sus atardeceres, sus colores, los colores del Ávila durante el año si es verano o invierno. Caracas es una ciudad verde aunque pensemos que estemos rodeados de concreto”.

Los números más optimistas dicen que en Venezuela hay al menos cuatro millones de vehículos, y que casi la mitad de ellos están radicados en la capital. La ciudad no está diseñada para recibirlos a todos. Hace unos años el urbanista Tomás De La Barra explicó el problema de base: Caracas se levantó sin ningún tipo de planificación. “Primero se crearon los centros poblados donde cada zona residencial hizo sus propias calles, y por último se construyeron las vías expresas e importantes”, dijo en una entrevista.

Esta ciudad con autopistas conectadas a calles pequeñas, colas a toda hora, bocinas y smog puede desesperar a cualquiera. Cañizales ponía paños fríos, serenaba. “Tus palabras me calmaban en medio del trancón en la autopista”, decía uno de los tantos mensajes de despedida en las redes sociales.

La suya quizás haya sido la voz más importante de la ciudad. Tan importante que hasta la novela “Voltea Pa´que te enamores” usó su reporte al final del último capítulo. De fondo se escuchaba el helicóptero y la ciudad congestionada de carros que desean llegar a sus puestos de trabajo y centros de estudio.

“Desde el helicóptero de Traffic Center ya estamos aquí para darles el acontecer del tráfico”, dice en off la voz amena de Cañizales. “De este a oeste Caracas está colapsada, pero los dejamos con buena música para que se relajen”.

“La máquina”, como se llamaba su helicóptero, iba de este a oeste, de Caricuao a Petare, de Catia a El Valle; desde abajo se veía como volaba y daba vueltas. No había un sitio de Caracas que se quedara sin verlo. Recorría la ciudad tres veces al día: recién amanecida, por la tarde y cuando se ocultaba el sol.

El viernes 6 de abril los medios de comunicación anunciaron su muerte y las redes sociales estallaron. Alejandro tenía el cariño de todos: grandes y chicos, de estudiantes y trabajadores. Los recuerdos se repiten: la máquina amarilla apareciendo sobre la avenida, los niños desde el carro sacaban la mano y saludaban el helicóptero.

No era un improvisado. Después de egresar de la Universidad Central de Venezuela -la principal casa de estudios del país- se convirtió en el locutor oficial de Traffic Center, programa de la cadena radial AM y FM Center para reportar el tráfico caraqueño. Este espacio lanzado en septiembre del 2000 fue el primer servicio integral de este tipo en el Área Metropolitana. Para estar a tono con la exigencia de sus oyentes, Cañizales estudió mapas y recorrió la ciudad de punta a punta. Era un verdadero periodista de tránsito.

Jonathan Quantip es paramédico y ahora es quién diariamente lleva el volante del helicóptero. Lo conoció en un accidente, cinco años atrás se convirtió en su acompañante y ahora es quien conduce el programa. Para él Cañizales era un ídolo y un pionero: demostró lo importante que es para la ciudad mantener a la gente informada sobre el tráfico, además de brindar en cada uno de sus micros conciencia ciudadana.

Una de las tantas veces que volaron juntos aterrizaron en la Base Aérea La Carlota. Un capitán que realizaba un recorrido en una tanqueta los detuvo y les preguntó que hacían.

-Mira, ¿tú no sabes quien soy yo?- -dijo Cañizales.

Casi toda la ciudad lo conocía pero el funcionario no, y los mandó a encerrar. Tardaron tres horas en saber quién era y liberarlo.

Además de surcar los cielos de Caracas, Cañizales fue elegido en 2011 embajador de Unicef. “Es un honor que me ratifiquen. Me considero un firme defensor de los derechos de la niñez” dijo entonces. Desde allí se convirtió en un vocero permanente de los derechos de la niñez y contribuir al trabajo de la organización para velar por los niños, niñas y adolescentes de Venezuela.

El 6 de abril después de hacer su rutina de ejercicios Cañizales decidió quitarse la vida. Los detalles ya no importan.

Sin su voz, la cola de automóviles de las horas más críticas parece tomar la ciudad entera. Se ve la nube de humo que generan los carros, a los motorizados que no respetan los semáforos, al chofer que se resguarda en un vidrio ahumado para no ser robado.

El caraqueño cambia de dial para encontrar aquella forma que solo él tenía para narrar el tráfico, para decirque había cola lenta, que tuviese cuidado en cruzar el hombrillo, que la tomara suave cuando el pavimento estaba mojado. ¿Cuanto de la ciudad se fue con él?

“Caracas es una ciudad verde, aunque pensemos que estemos rodeados de concreto”, dijo alguna vez. “Caracas es una ciudad verde que contrasta con otras urbes. Tiene montañas, vallecitos, es una ciudad convulsionada, apurada como es, pero con un remanso de parque como es la montaña”.

Nadie volverá mirarla como lo hacía Cañizales.

 

*Esta nota fue escrita en el marco de la Beca Cosecha Roja y también será publicada en El Pitazo.-