s_100111_2252_Gon_LizarraldeWaldo Cebrero y Juan DAlessandro / Infojus Noticias.-

Gonzalo Lizarralde será padre por segunda vez: su novia actual tiene un embarazo de tres meses. Parece que esta vez se hará cargo voluntariamente de la paternidad, aunque tenga que hacerlo desde la cárcel en la que está detenido desde el sábado, ya que la Justicia de Córdoba lo acusa de haber apuñalado a la madre de Martina, su primera hija, y de haberlas arrojado al fondo de una alcantarilla de barrio Alto Alberdi. La madre, muerta; la niña, viva.

Martina, de apenas un año y nueve meses, estuvo abandonada entre uno y tres días en ese sumidero asqueroso, donde el agua de lluvia se junta con la basura. Ayer, cuando una vecina la escuchó llorar y llamó a la Policía, la encontraron acostada sobre el cadáver de su madre, Paola Acosta, de 36 años. La pequeña fue rescatada y se recupera de un cuadro de hipotermia, de golpes y escoriaciones en la terapia intensiva del Hospital de Niños.

La fiscal especialista en violencia familiar, Eve Flores —que estuvo de turno durante el fin de semana— imputó a Lizarralde por “homicidio agravado y abandono de persona”. Sin embargo, a partir de hoy el expediente volverá a manos del fiscal Miguel Ángel Oyhanarte, y la segunda imputación podría variar a “tentativa de homicidio agravado por el vínculo”.

Por la causa no hay otro detenido más que Gonzalo Lizarrade, un fotógrafo de 33 años que se dedica sobre todo a distribuir los sándwiches producidos en “Nona Isolina”, el negocio de sus padres, una panadería tradicional de Córdoba.
En la camioneta Peugeot Expres blanca utilitario que usa para trabajar (la misma al que Paola Acosta y Martina subieron el miércoles por la noche) se encontraron manchas de sangre seca, pese a que Lizarralde lo llevó a un lavadero después y dejó a buena propina a los trabajadores.

Un padre evasivo

La primera vez que Gonzalo Lizarralde vio a su hija fue el 14 de mayo pasado, cuando la niña tenía ya un año y cinco meses. Se cruzaron en el laboratorio donde se realizaron el ADN que confirmó la paternidad que Lizarralde tanto negaba. Tras un largo tironeo judicial, él llegó acompañado de su abogado. Martina, la niña, llegó en brazos de su madre. Gonzalo las miró desdeñoso, no las saludó.

El segundo encuentro fue el miércoles pasado, a la noche. A Paola le pareció que Lizarralde estaba dispuesto a asumir su paternidad con otra actitud. “Paso más tarde, te llevo la plata y un peluche para la gorda”, le escribió antes de llegar al departamento para pagar los 1.400 pesos de la cuota alimentaria. Paola bajó con la niña, dejó a sus otros dos hijos de 14 y 16 años acostados, y nunca más volvió.

No son pocos los vecinos que vieron el utilitario de Lizarralde estacionado frente a la casa de Paola. Los vieron conversar durante varios minutos y vieron a la mujer subir al vehículo con la pequeña Martina. Los hijos adolescentes se levantaron el jueves y notaron que su madre no estaba. Hicieron la denuncia, pero pasaron varias horas antes de que se activó la búsqueda.

El paradero de las dos mujeres mantuvo en vilo a todo Córdoba desde el jueves. Se organizaron marchas para pedir por ellas y para reclamar contra el aumento de la violencia doméstica, que en 2013 dejó 26 víctimas en la provincia, asesinadas por sus parejas o ex parejas.

La Policía realizó más de doce allanamientos, sin éxito. Paola y Martina fueron encontradas recién el domingo, a las ocho de la mañana, en una alcantarilla de barrio Alto Alberdi, en la zona oeste de Córdoba Capital.

De lo virtual a lo judicial

Muy rápidamente, la relación entre Gonzalo y Paola pasó de lo virtual a lo judicial. En los hechos, los encuentros duraron apenas dos meses y medio. Alcanzó para engendrar a Martina.

“Paola lo conoció por Facebook, en 2011. La relación se mantuvo por chat durante varios meses, porque él estaba en México, trabajando de fotógrafo”, contó a Infojus Noticias Verónica Sasso, una de las mejores amigas de Paola. A su regreso, en enero de 2012, se encontraron por primera vez.

Un mes después, Paola y Verónica pasaron una semana a Florianópolis, Brasil. Paola volvió a ver a su chico en marzo y a los pocos días le dijo que estaba embarazada. “El loco no quería saber nada. Se resistía, le decía que había vuelto con el bombo de Brasil, que él no se iba a hacer cargo”, dice Verónica.

Martina nació el 3 de diciembre de ese año y desde entonces empezaron a mediar los Tribunales de Familia. “Durante un año, nunca lo pudieron citar porque daba domicilios falsos, datos que no eran. De tanto andar en los tribunales mi hermana terminó perdiendo el trabajo”, dijo Marina, tía de Martina. “Recién en mayo de este año, ella misma llevó el oficio judicial a la panadería de la familia y ahí se tuvo que presentar a hacerse el ADN”, agregó.

El 20 de agosto, a Lizarralde le confirmaron la paternidad. La Justicia obligó al hombre a pagar una cuota alimentaria de 1.400 pesos. El miércoles pasado, fue a llevar el dinero por primera vez.

En el teléfono celular de Paola, quedaron grabados los últimos mensajes de textos: “¿Vivís sola o con tu hermana?”, pregunta Lizarralde. “Estoy abajo”, escribe minutos después. La mujer bajó, y dejó el teléfono en el departamento.

Anoche, en el domicilio de Martin García al 263, donde vivía Paola y sus tres hijos, todo seguía tal cual lo dejó. Sólo que la casa estaba ocupada por una decena de personas –entre personal de Defensa Civil y del Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia, miembros de la empresa funeraria, representantes de Los Padres del Dolor, periodistas y amigas de Paola–que caminaban esquivando o pisando los juguetes de la niña. “Discúlpanos si no podemos hablar mucho. Estamos roncas de tanto llorar”, dijo una de sus amigas, Claudia Ochoa.

En el ingreso hay una estampita de San Cayetano con dos espigas de trigo. Desde mayo, cuando quedó sin trabajo, a Paola se le hizo cada vez más difícil pagar el alquiler de ese departamento de tres habitaciones. En julio había viajado a Buenos Aires en tren, con Martina y su amiga Verónica: pensaba invertir la indemnización en ropa para revender.

En uno de los cuartos hay doce láminas de princesas pegadas en las paredes y una cuna llena de muñecas, junto a una cama de dos plazas. “Acá dormía Paola con Martina –contó Mariela, militante del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) a Infojus Noticias–. Ahora vamos a hacer todo lo posible para que la Justicia nos de la guarda. Su vida estuvo en riesgo porque desde un primer momento la fiscalía se demoró muchísimo en activar la búsqueda. En la Unidad Judicial llegaron a decirnos varias veces que se había ido por su cuenta, cuando todo indicaba detrás estaba la ex pareja”.

Piden la renuncia del fiscal

Hoy a las 18 habrá una marcha para exigir justicia por Paola y pedir la renuncia del fiscal Miguel Oyhanarte.
“La justicia es la responsable de este desenlace, ante casos como estosactúa siempre de forma machista, acusando a las víctimas. En un país donde hay un femicidio cada 30 horas, la primera hipótesis que deberían barajar ante la desaparición de una mujer, tendría que ser la de violencia de género y no la de la “desaparición voluntaria”, manifestó Echevarría”, dijo Luciana Echevarría, referente del MST y compañera de Marina Acosta.

Otros casos

No es primer caso de este tipo que les toca vivir a los cordobeses. Otros padres ya secuestraron y asesinaron a sus propios hijos de corta edad, y es por esto que, cuando se supo que Paola y Martina habían desaparecido y Lizarralde estaba detenido, se temió lo peor.

En 2008, Ariel Liendo (28) secuestró a sus dos hijos, Angel (5) y Thiago (2), y los asesinó a sangre fría a orillas del río Las Jarillas, en la localidad cordobesa de Icho Cruz. Lo hizo para vengarse de la madre de los pequeños, Cecilia Guzmán, porque la mujer lo había dejado. Fue condenado a cadena perpetua.

En 2009, Gustavo Gaitán Juncos asesinó en barrio Sacchi de Córdoba Capital a su ex pareja, Mirta Arias, y secuestró a la nena de ambos, Sofía, de 5 años. Como ocurrió es pasado fin de semana, Córdoba entera estuvo con el corazón en la boca hasta que se supo lo peor: días después, la nena apareció asesinada en un pozo de agua. El criminal, que la había arrojado viva, se suicidó después.