Adán García. Agencia Reforma.-
Nazario Moreno González, fundador del Cártel de “La Familia”, es venerado en Michoacán como si fuera un santo.
Fragmento de Nazario, el apóstol del narco, por Humberto Padgett:
La realidad contemporánea de México ha engendrado a un hombre singular, del que muy poco se sabe. Su nombre es Nazario Moreno González. Autor de una obra con pretensiones éticas, filosóficas y religiosas, este michoacano es una figura compleja: jefe de un cártel del narco y apóstol, despiadado y misericordioso, predicador de la bondad y asesino nato, mesiánico y pragmático a la vez. Fundador de La Familia Michoacana e inspirador clave de Los Caballeros Templarios, fue abatido en diciembre de 2010 por las fuerzas federales, pero dejó una herencia: un libro con tintes mesiánicos en que se regocija hablando de humildad, valentía, honradez, amor a Dios, generosidad, paciencia y otras cualidades humanas, firmado por su alter ego, el temible alias con que se identificaba también: El Más Loco. Un texto extravagante y alucinante que no pasaría de ser eso sino fuera porque su autor auspició directamente la costumbre de que sus huestes también firmaran a su manera la barbarie del narcotráfico. Junto a los cadáveres o cabezas sin cuerpo de sus víctimas se halla con frecuencia su rúbrica: “Esto es justicia divina”.
Casi no hay página del libro de su autoría en que Nazario Moreno González no mencione a Dios. Las referencias al perdón, el amor, la humildad, la generosidad, la honestidad y la caballerosidad saturan el centenar de hojas firmadas por el alter ego de Nazario: El Más Loco.
A muy pocos les importaría el contenido de esa extravagante obra, titulada Pensamientos, de no ser porque éstos representan, incluso para las autoridades federales, una suerte de biblia o evangelio dirigido a los seguidores de Nazario Moreno González, el fundador de La Familia Michoacana e inspirador clave de Los Caballeros Templarios.
Estamos hablando de Nazario, jefe de cártel y apóstol, figura compleja, despiadado y misericordioso, predicador de la bondad y asesino nato, mesiánico y pragmático a la vez, quien se describe a sí mismo con las siguientes palabras:
“Creo que ya no quiero ser ni muy correcto ni muy inteligente, ni muy sabio porque estoy descubriendo que la gente
cuando pretende ser muy correcto y sabio se vuelve necio y no quiere escuchar y cae en la sobervia (sic) y yo no quisiera que nuestro grupo ‘La Familia’ cayera en eso y es por eso que (quiero que) me den su crítica sin miedo ni pena…
“Qué curioso es todo esto, que al buscar una cosa te encuentres otra, por ejemplo yo al andar buscado la perfección y la sabiduría me di cuenta que la perfección no existe ni la sabiduría total, creo que hay halgo (sic) que se asemeja y se llama humildad, honradez, amor, generosidad, paciencia, aceptación, justicia verdadera, bondad, unidad, respeto, hermandad, escuchar sin juzgar”.
Y así como en el texto es imposible no empalagarse con un lenguaje de amor al prójimo, misericordia, consuelo y sencillez, también es imposible no horrorizarse con la brutalidad y saña de los cientos y cientos de asesinatos cometidos por órdenes directas o indirectas de este predicador llamado El Más Loco.
En ellos encuentra explicación la frase con que culminan muchos de los mensajes escritos en cartulinas dejadas al lado de los cuerpos sin vida: “Esto es justicia divina”.
Esa rúbrica es la expresión más clara de las contradicciones de los narcotraficantes michoacanos, peculiares por
el ejercicio de la brutalidad y su carisma religioso, que se explican en la personalidad, delirios e influencias literarias de Nazario, un hombre del que poco se sabe y que murió en un enfrentamiento con las fuerzas de seguridad federales en diciembre de 2010.
Durante los últimos cinco años, la Policía Federal y el ejército han confiscado armas, drogas y precursores químicos para producir metanfetaminas, y han detenido o abatido a decenas de miembros de La Familia Michoacana o de su derivación, Los Caballeros Templarios.
En el curso de esas operaciones, las agencias mexicanas, apoyadas en sus contrapartes estadunidenses, principalmente en la DEA, han asegurado material propagandístico, ideológico y ritual del que podría ser, por sus propósitos sociales y evangélicos, el cártel de las drogas más peculiar en el mundo.
Basta con leer uno de los materiales, hallado en febrero de 2007 en un albergue de recuperación contra las adicciones llamado Gratitud. Es el libro titulado Pensamientos, de la autoría de Nazario. No hay referencia a editorial alguna ni a taller de producción. El libro tiene 100 páginas numeradas y casi todas están rematadas con la firma El Más Loco. Su tipografía es gótica, en letras cursivas, y abundan las faltas de ortografía y deficiente sintaxis. Los tiempos verbales sufren súbitos giros y las ausencias de puntuación constituyen una plaga.
Ese ejemplar es parte de la cuarta edición de la obra, de la que entre noviembre de 2006 y septiembre de 2007 se habían impreso y distribuido 26 mil 500 copias entre los seguidores de Nazario.
Algo más sobre el libro incautado y del que emeequis posee una copia: escrita con el puño y la letra rudimentaria de El Más Loco, lleva la siguiente dedicatoria:
“Ni el hierro ni el acero ni siquiera el oro tienen el balor (sic) de un hombre honesto honrado trabajador integro… La mejor erencia (sic) que le puedes dejar a tus hijos amigos y familiares es tu propio ejemplo. Atte. ‘El Más Loco’”.
(…)
Las palabras escritas por El Más Loco en el Cerro del Húngaro no fueron las únicas publicadas por La Familia Michoacana en 2006.
El 12 de agosto de ese año, también en Apatzingán, un grupo de hombres encapuchados, vestidos de negro, irrumpieron en el domicilio de unos vecinos de la ciudad. Los asesinaron y dejaron un mensaje escrito: “El tiempo no borra el odio. Para que sepan que todo el que se mete con La Familia con su vida ha de pagar, saludos de don Andrés”. El mensaje hacía referencia a un hombre asesinado 12 años atrás.
Nueve días después, una cabeza apareció en un puente del municipio de Tepalcatepec. A su lado, un mensaje escrito en papel cascarón (que se transcribe tal cual): “Asi sucede cuando piensas o imaginas que mis hojos no te pueden mirar y que pronto estaras aquí la familia te saluda… Piensa en mi ‘bay chatos’”.
(…)
*
Nazario no tuvo únicamente un nombre, sino cuatro más: El Chayo, El Dulce, El Pastor, El Más Loco y sólo una fecha de nacimiento, el 8 de marzo de 1970, en Apatzingán. Midió 1.65 metros. Tez morena clara y marcadas cejas gruesas, su nariz era afilada, ligeramente aguileña. Barbilla prominente –al menos así lo muestran las fotos obtenidas por la policía, en las que asume una actitud desafiante–, ojos oscuros y entrecerrados, frente amplia y abundante cabello negro. Tenía colocada una placa metálica en el parietal izquierdo de su cráneo.
Pocos saben cómo llegó ahí, pero sí que sufría terribles dolores de cabeza. Su historial también menciona que en 1994 fue detenido en McAllen, Texas, por tráfico de drogas, pero no se conoce más al respecto.
Al menos desde inicios de la década anterior, un grupo de michoacanos se empecinó en hacer negocio con la droga en Estados Unidos, alentados por las historias de sus padres y abuelos braceros, quienes no dejaban de relatar la fascinación de los gringos por la marihuana. Cuando volvió de allá, Nazario todavía no era El Más Loco, pero ya recorría las ardientes cañadas michoacanas con una Biblia en la mano y el cuerno de chivo en la otra. Para entonces ya hacían la guerra al entonces denominado Cártel del Milenio.
Nazario Moreno González, aliado con Jesús El Chango Méndez Vargas, decidieron armar su propio grupo e iniciaron el cobro de cuotas a narcotraficantes para que pudieran operar en Michoacán. Decidieron llamarse a sí mismos “La Empresa” y funcionar como una célula del Cártel del Golfo.
Algunas claves de la actividad de Nazario fueron proporcionadas por “Ricardo”, un policía judicial de Michoacán vendido al narcotráfico y luego reconvertido en testigo protegido por la Procuraduría General de la República. Sus palabras constan en la averiguación previa 205/209, también obtenida por esta revista.
Desde 1991 “Ricardo” trabajó para los cárteles del Golfo, del Milenio y de La Familia Michoacana. El policía no era más que un transportista de cocaína, marihuana y otras drogas.
Aún subordinados al Cártel del Golfo, los michoacanos eran dirigidos por enviados de los tamaulipecos. Nazario era jefe de plaza en Morelia y mantenía similar jerarquía con El Chango Méndez, quien tenía a su cargo la zona de Apatzingán.Tras la captura de Osiel Cárdenas Guillén, entonces líder del Cártel del Golfo, los michoacanos
buscaron su independencia: entraron en guerra con éste y poco tiempo después con Los Zetas.
Si algo está claro en el pensamiento de Nazario es su voluntarismo. Después de Dios, la idea más arraigada en sus Pensamientos es la superación de los problemas.
“Muchachos, ánimo y nunca le tengan miedo a nada ni a nadie, al contrario hay que vencer los
obstáculos con valor y decisión, siempre pensando en el éxito, porque sólo los perdedores no lo enfrentan (…)
“Convéncete de que el mundo no es un parque de diversiones, sino un ambiente de trabajo,
no, no es un día festivo que se nos dio para descansar, sino un curso intensivo de aprendizaje (…) y empieza a amar a todos sin hacer preferencias y trata a la gente como te gustaría que te trataran y nunca desprecies a nadie”.
(…)
Imagen: revista Emeequis
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